sábado, 12 de enero de 2019

El convidado de piedra




El moreno comenzó a reír a carcajadas. Yeyom le contaba como habían escapado de una emboscada en los llanos y de como ese suceso los había convencido de embarcarse con él haciendo el camino por mar hacia Puerta de los Dioses. En un principio había decidido viajar a caballo de noche con una comitiva mucho más numerosa. Pero los caídos en ese primer intento hicieron que desistan de arriesgar más vidas.

─Pero yo podría haberlos llevado a Ur-Kamoi para venderlos como esclavos, en que cabeza cabe que pudieran confiar en alguien como yo.

─Me lo dijeron las tripas Quequir...unos pocos conocemos algo de tu historia, tú no naciste en el mar, Terminaste allí, como hoy nosotros aquí...además...¿cuanto podrían darte por un par de tipejos como nosotros?

La risa del capitán volvió a oírse y la cueva retumbó sobresaltando a algunos. Era claro que aquella gente solía permanecer silenciosa la mayor parte del tiempo y las costumbres de los vespertinos los había alterado. Parabel apareció en seguida con una misión que seguramente era para llevarse a lo recién llegados lejos mientras pensaban que hacer con ellos.

─Tú y tus risotadas moreno ─dijo el juglar mientras les hacía una seña de que fueran con él.

─¿No te aburres ahí dentro cantor? ─inquirió mientras miraba de reojo hacia el campamento. ─yo me moriría de angustia.

─Todos tenemos obligaciones, guardias, quehaceres...pronto lo verás

─Ni lo sueñes juglar, yo zarparé pronto, en cuanto pueda sacarle el oro a nuestro amigo ─contestó mirando a Yeyom que bajó la mirada sin responder.

Parabel entendió algo en el mismo momento que Quequir, al que la sonrisa se le empezó a desdibujar con rapidez. Yeyom intentó un buen rato explicar la situación mientras Parabel intentaba sujetar al moreno que estaba fuera de sí.

─Te juro que te sacaré las tripas solo por el placer de ver que comiste anoche Yeyom ─amenazó el marino con muchas ganas de demostrar que hablaba en serio.

─Te pagaré lo acordado, he puesto mi palabra de por medio Quequir. Contradiciendo la opinión de los otros. Calcos partió anoche rumbo a casa y se ha llevado lo que teníamos reunido. Quería darme una lección dejándome en esta incómoda posición pero encontraré la manera, aún tenemos una misión que cumplir aquí.

─De eso quería hablarte Yeyom ─se apresuró a decir el juglar para calmar un poco los ánimos. ─Se que soy un convidado de piedra en esta disputa y no pretendo inmiscuirme, pero sabiendo como te presentaste aquí y merced a mi pobre experiencia en embajadas oficiales. Ustedes fueron poco más que polizones en un barco pirata. Cosa bastante indigna para personajes de alcurnia como vosotros, eso dicho sin pretensión de ofensa hacia el marino benefactor aquí presente...pero ¿quién diablos ni siquiera en su noche de borrachera más incierta...quién en su sano juicio envía embajada a unos bandoleros de montaña?...¿a quién vinieron a ver realmente? Y sobre todo...esta persona... ¿sabe que vienen o tiene intenciones de recibirlos?

Yeyom calló como si no le estuviera permitido hablar del tema pero la mirada iracunda del moreno no le dio margen para el misterio.

─Nadie nos espera...nuestra misión es secreta aquí...ir al príncipe de Lurtz, para intentar trabar alianza, ya que en mi reino están seguros de que ustedes no podrían hacer todo esto sin él. Al menos a ojos de la princesa.

─Y tú entiendes que a Lurtz le importa un comino si morimos mañana ─afirmó Parabel

─Ahora lo entiendo, pero ya es demasiado tarde...─Yeyom se giró hacia Quequir y le ofreció su daga familiar ─parte de nuestra misión era conseguir el pago del navío y tus servicios capitán. Aquí está mi daga familiar, tiene incrustaciones de piedras preciosas y vale un buen precio en cualquier mercado.

─Quita eso de mi vista. Podré ser una rata de mal puerto pero tengo mis principios. Me diste tu palabra, lo juraste por el códice...eso me basta por ahora...por ahora...

Yeyom volvió a guardar su daga. Parabel se acercó a él y le musitó

─Que no la vea Espinal. Lo vuelven loco estas cosas...no se por qué razón. ─El juglar meditó un rato la situación y luego se volvió al moreno capitán anunciando.

─¿Que te parece si vamos a Lurtz y le sacamos un poco de oro a ese presumido del príncipe?

─¿Acaso no tienen la entrada prohibida allí?

─Puede ser...pero ninguna ciudad se resiste a los encantos de la compañía teatral sureña de espectáculos espectaculares.

─¿Y esos quienes son?

─Nosotros mi querido Quequir, nosotros... ─contestó mientras sacaba su laúd y empezaba a entonar una vieja canción marina.

Los vespertinos se miraron con una mezcla de recelo y confusión. Ahora estaban en manos del juglar.