Criado entre bandoleros, Espinal fue desde joven un soldado de la fortuna.
Nacido en la comarca de Piedra Azul, vivió sus primeros años en una aldea próxima al castillo del principal del reino. Cuando la dinastia de los Angras usurpó el trono y el imperio desbordó las antiguas fronteras, el reino lindero de Mantopiedra se convierte en una de sus primeras víctimas. La leva forzada de los jóvenes se convirtió en una cacería humana. El imperio estaba ávido de tropas y los reinos centrales se convirtieron en una fuente casi inagotable de mano de obra para la guerra.
Tres siglos de paz se rompieron de la noche a la mañana y muchachos apenas con fuerzas para sostener un escudo fueron reclutados. Los padres de Espinal intentaron ocultar a sus hijos varones pero las partidas de reclutadores eran implacables. Espinal era el menor de ellos y el único en lograr escapar del incendio que desataron las tropas imperiales en su villa. Vio a su familia arder sin siquiera emitir palabra oculto en una zanja. Nunca olvidó la expresión de terror de su madre y como aún en agonía le rogó que no interviniera. Se juró nunca más huir de una batalla y se entregó por completo al oficio de la espada. Su trágica pérdida alimentó su idea de que estaba maldito. Un gitano que le adivinó la suerte le dijo que debía conseguir el objeto más preciado de la persona más afortunada que conociera para romper dicho encantamiento y desde ese momento consagró su vida a encontrar ese objeto preciado. Es hasta los días del presente su más grande obsesión y ruina. Con el tiempo conoció a Kurz, el guerrero florido, reconociendo que era el hombre más afortunado que podía conocer, coincidieron en una banda de saqueadores en su juventud y permaneció cerca de él siempre a la espera de encontrar el objeto más preciado que pudiera poseer. Finalmente entendió que "el afortunado" amaba su daga ornamentada, ganada supuestamente en un juego de cartas, y permanentemente apuesta con él para ganársela, cosa que aún no ha logrado según dicen. Las crónicas indican que hoy pertenece a una hermandad que protege el valle del dragón, pero nadie en el reino de Lurtz los conoce o afirma que existen, dicen que son fantasmas en las montañas que hacen temblar a las mismas tropas imperiales, se dice que son un grupo de guerreros cuyas almas en pena vagan por los senderos, en busca de consuelo, en busca de perdón...
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