viernes, 22 de marzo de 2019

El buen humor de los dioses




Parabel había pensado en todos los detalles. Las compañías grandes de teatro y variedades eran demasiado conocidas, además de que estaban bien defendidas por mercenarios, pero una que estuviera haciendo sus primeros pasos podía ser fácilmente reemplazada por ellos. Conocía a todos los taberneros de la región así que dejó su promesa de oro para quién tuviera información de los artistas que estuvieran viajando y se cruzaran con ellos. No tuvo que esperar mucho para empezaran a llegarle mensajes. Era querido por todos y además solicitado para cantar alguna vez en lugares donde la alegría no reinaba. El juglar solía intentar cumplir los pedidos en agotadoras jornadas, presentándose en distantes lugares. Pero era algo que la hermandad siempre había permitido. El verdadero motivo era recabar información sobre las intrigas del reino y los movimientos de bandas armadas. Hasta las acciones de los hijos del mar llegaban a él. Los saqueos de piratas en las ciudades costeras eran comunes en el sur. Quequir era testimonio de ello.
Esa mañana Parabel llegó después de haber pasado la noche recorriendo tabernas. Estaba visiblemente demacrado cuando Vallekano lo recibió. También traía una incipiente borrachera que hizo temer a sus hermanos que hubiera olvidado el motivo de su misión.

─Vallekano...mi hermano preferido...¿como está tu rebaño?

─Se lo comió un dragón, juglar...pero gracias por preguntar

─¿Y cuando pasó eso? vayamos tras él y hagámoslo sangrar un poco

─Tranquilo, que ya lo he matado yo.

─Buen trabajo Vallekano, buen trabajo...

Lo ayudó a sentarse, sacó un poco de tallo amargo y se lo puso en la boca para que lo mastique.
El juglar arrugó la cara y pretendió escupirlo pero Vallekano le aconsejó que lo saboreara un rato ya que tendría que presentarse con Hiperión.

─Es mejor que te aclares antes de dar tu parte juglar, hazme caso.

 Después de una noche fría, el arquero había tenido que beber un poco para soportar la guardia y mascaba eso para despejar su cabeza. Era un viejo truco de los pastores de montaña, obligados a pasar el frío bebiendo pero necesitados de todos sus sentidos para no terminar rodando montaña abajo.
Sharra que entrenaba temprano para no tener que compartir demasiado con los demás se acercó al puesto y contempló al espía en su momento menos favorable.

─Veo que ha sido una dura noche cantor. Envidio la pasión que le pones a tus misiones. ─dijo y se alejó riendo.

Pronto fue el mismo coraza roja el que se acercó al puesto. Seguramente informado por alguno de los que había visto llegar al juglar. Sabía que a veces debía beber pero no era frecuente que llegara a emborracharse. Algo más debía haber pasado para que tuviera que caer en ello. Bastó con una mirada a Vallekano para que este los dejara solos.

─¿Que ha pasado Parabel? ¿por qué llegas en este estado?

─Hola mercenario ─dijo haciendo una reverencia. ─resulta que me he cruzado con una banda de piratas que escolta una compañía de espectáculos sureña. Andaban en busca de un guía que sepa de estas tierras como ninguno y beba como marino...¿y quién mejor que yo para esas lides?

─Lo más seguro es que te hayan subestimado juglar y piensen matarte luego de llegar a Lurzt

─Seguramente. Hasta allí no eran más que unos simples bravucones tratando de sacar provecho. Pero cuando empezaron a hablar de la tumba de Vikan Oren me dio curiosidad...

Hiperión se sentó junto al juglar que lucía bastante mejorado. Sabía que el juglar bebería solo cuando tuviera información valiosa. Esa que obliga a estar cerca del alcohol, cuando las lenguas empiezan a aflojarse.

─¿Y para que quieren encontrar la fortaleza abandonada? ─dijo Hiperión, consciente de que allí habían decidido enterrar al mítico capitán.

Parabel se encogió de hombros. Aquel lugar se había vuelto un cementerio. Ya nadie vivía en la ciudadela. Era última morada de los guerreros más renombrados del sur. Que te entierren allí era un honor reservado a los verdaderos defensores del reino. Hacía mucho que ninguno terminaba allí. Hubiera sido el destino lógico del capitán cavernario pero nunca encontraron su cuerpo. Sin embargo era un lugar que al producir veneración se volvía un escondite ideal. Se podía controlar una vasta porción de los llanos meridios y tener acceso privilegiado al valle del dragón. Lo que quedaba oculto era el camino alto que no existía como tal cuando la ciudadela se fundó. En ese tiempo era solo un sendero de cabras, estrecho y sinuoso.

─No encuentro más motivo que el de vigilarnos a nosotros juglar. Tenemos que atacar a esa compañía antes de que llegue a Lurzt, no podemos darle la ciudadela en bandeja...

─Esa es la cuestión Hiperión. No hay artistas allí. Son mercenarios actuando mal simplemente. Supongo que debemos trabajar para vernos mejor que ellos si queremos engañar a alguien . Sólo es un grupo interesado en viajar sin levantar sospechas. Creo que no irán a las fiestas, al menos no a presentarse. He visto un laúd con tres cuerdas Hiperión...¡con tres cuerdas! ¿me entiendes? Y si no estuviéramos pensando en hacer lo mismo no nos hubiéramos cruzado con ellos...

Hiperión asintió sin saber muy bien cuál era el problema de que le faltaran cuerdas a un instrumento pero entendió que para un músico era escandaloso.

─A veces los dioses están de buen humor juglar. Aprovechemos eso. Duerme un poco. Por la tarde tenemos que planear muy bien todo esto. Recuerda que en un par de días debes ir a Lurzt a hacer tu presentación.

─Lo se, lo se, después no habrá manera de detener esto. Es tiempo de hacerlo...

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