miércoles, 1 de mayo de 2019

La niña del prado





La mañana era fría cuando la sombra se escabulló por el bosque.
Le costaba moverse con libertad. Desde que había escapado de sus captores en los llanos había tenido que lidiar con las secuelas de su estadía con los voyanas.
Amanecía dolorido. El costado le apretaba y le quitaba el aire. Sentía que las fuerzas se le escapan de a ratos pero disimulaba ante los demás. Por eso aceptó quedarse atrás cuando los demás partieron a la incursión a Lurzt. Vigilaría el portezuelo. El camino alto. El valle, que ahora estaba desprotegido. No había mucho más por hacer. Jenny partió a su recorrida por las aldeas. Ella no estaba interesada en la batalla pero nunca estaba lejos de los problemas. Y la gente del valle hace tiempo que no recibía asistencia alguna de Lurzt.
Trepó por senderos pedregosos buscando alcanzar algún peñasco desde el cuál cubrir distancia con su vista. No volvería hasta la noche al campamento. Se había propuesto mantenerse en movimiento todo el día. Tenía que empezar a ponerse en forma cuanto antes. Todavía le costaba entrenar con la espada por mucho tiempo y su pulso para el arco era un desastre. Estaba rastreando un oso pardo que cazaba cerca, tratando de no hacerse notar ya que eran muy territoriales y no tenía ganas de pasar el resto del día trepado a un árbol. Escuchó unos pasos suaves a su espalda. Parecía ser alguien liviano o que sabía aligerar la pisada. Se arrastró hacia un arbusto esperando que se acerque. Era cuestión de tiempo que pudira verlo...

─Te veo.

Una voz infantil se oyó a su lado mientras él buscaba con la vista entre la espesura. Guardó suavemente su daga para no asustarla. Una niña con cara manchada de hollín y vestida con harapos lo observaba curiosa. Tenía un cayado que era más alto que ella y estaba descalza.

─¿Eres un fantasma bueno?

Crow tuvo que ponerse de pie. Estaba haciendo el ridículo desde que decidió abandonar el campamento sin estar en condiciones. Esa mañana hasta una partorcilla lo había emboscado.

─Niña, no deberías estar sola aquí afuera. Estoy rastreando un oso pardo. Es peligroso.

─¿Uno enorme y marrón que andaba por aquí?

─¿Lo has visto?

─Si...¿quieres que te lleve con él?

─Son animales peligrosos niña. No deberías acercarte a ellos.

─Ven, te mostraré. No va a lastimarnos.

Caminaron un buen tramo hasta hundirse entre matorrales espesos. Era una parte densa de bosque. Se sentía un olor desagradable en el aire allí donde el sol no puede romper la bruma.
Crow vio un claro y respiró aliviado. No podía ni ver el cielo y seguía a una niña que posiblemente estuviera tan perdida como él.

─Es allí ─dijo señalando al claro. Crow sacó de nuevo su daga, aunque dudaba de si podría usarla antes de que el animal cayera sobre él.
Apenas se asomó lo vio. Enorme con su pelaje oscuro y su mueca feroz. Completamente muerto.
Se acercó con cuidado. El olor era incipiente. No llevaba mucho tirado allí. No parecía estar herido. Lo picó con su arco buscando alguna reacción pero ya estaba tieso. Una herida en una de sus garras estaba negra y despedía un humor viscoso. Se había herido y esa herida se había infectado. Pensar que no había potencia en ese bosque capaz de enfrentarlo y sin embargo, bastó una mala herida para acabar con él. Alejó esos pensamientos lo más lejos posible ya que él estaba en condiciones similares al malogrado animal.

─Lloró mucho cuando se moría. Yo le traje agua pero estaba muy enojado. Nunca me molestó ni a mí ni a Lucy.

─¿Lucy es tu hermana?

─Mi cabra.

Decidió acompañarla a su cabaña, no sin antes buscar a Lucy que estaba encaramada en un roble seco gritando su disconformidad al mundo. La cabaña donde vivía la niña estaba un tanto alejada así que aprovechó para cazar una liebre que llevarle a la familia.
Le costó mucho encontrar el lugar. La mayoría de las casas, por pobre que fueran, siempre se asentaban sobre un claro que los moradores ganaban al bosque, pero aquí la vegetación había ganado ese espacio y apenas se podía vislumbrar que alguien vivía allí. Una mujer tan demacrada y andrajosa como la niña los recibió en la puerta. Se sorprendió por la visita. Nadie parecía llegar hasta ese rincón tan remoto del bosque.
La madre miró con reproche a su hija pero esta parecía contenta de haber traído al extraño. Enseguida quiso meter conversación.

─Murió el don oso mamá, pobrecito...ya no llora.

─Habíamos hablado algo Sammy, y parece que no me has entendido.

─No te enojes mamá, es un fantasma bueno, le podemos preguntar.

La madre negó con vehemencia y le señaló la puerta de la cabaña para que entrara. Crow sintió que no debía estar ahí así que dejó la liebre cerca del pozo de agua y se dio media vuelta.

─¿Eres de la hermandad no es así?

Crow detuvo la marcha pero no se volteó para responder.

─No le diré a nadie donde están, debo irme.

─No quise ser tan brusca, sólo que mi hija se ha pasado todo este año buscando quién le cuente de su padre.

─¿Que le sucedió?

─Lo que a la mayoría de los hombres de por aquí, quiso ser como ustedes.

Crow no tuvo más remedio que darse vuelta y enfrentarla.

─No le entiendo.

─Todos quieren luchar. Quieren subir a las montañas y traerse la cabeza de un voyana. Y ya sabemos como termina eso. Este valle debería llamarse "rincón de las viudas" ─dijo con una mezcla de resignación y fastidio ─lávate un poco en el pozo, cocinaré esa liebre.

La niña volvió a salir cambiada. Ahora tenía un vestido raído que le quedaba enorme, pero lo presumía como si fuera una princesa. Seguía descalza y con la cara sucia a pesar de los retos de su madre.

─Veo que te has puesto de gala Sammy. Así que así te llamas...

La niña asintió con una sonrisa cómplice.

─¿Y tú fantasma? ¿tienes nombre?

─Me llaman Crow, como crecí en un templo me llamo igual que muchos.

Sammy lo miró con ojos llenos de ilusión pero no se animó a preguntar. Crow no sabía muy bien que decir si le preguntaba sobre su padre. Fue la madre la que rompió la tensión cuando la vio afuera.

─Lávese esa cara señorita, que hay visitas y comeremos pronto. Y ponte tus zapatos de una vez.

Sammy volvió a entrar a buscar su calzado. Crow interrogó con la vista a la madre. No sabía que decirle a la niña.

─Todo esto es culpa de su padre. ─comenzó a relatar ─Le dijo que unos fantasmas buenos cuidaban de nosotros en las montañas, y que si algún día él no volvía era porque le tocaba cuidar de todos junto con ellos. Ella quiere saber cuantos niños más debe cuidar antes de volver con ella...¿tienes tú una respuesta para eso?

─Estás segura de que él...

─Tan segura como para decirte donde lo enterré. ─dijo con la vista empañada. ─Una partida de voyanas había incendiado algunas granjas y él se juntó con otros para ir tras ellos. No volvió. Lo encontré hace un tiempo. Eran apenas tres voyanas y ellos siete. Los números quedaron parejos según vi.

─Lamento mucho que...

─No te esfuerces. Ninguno de ustedes tiene familia o no podrían hacer lo que hacen.

─Eso no significa que no me pese todo esto.

─Dejé que la senda se pierda en la espesura. Que el bosque nos trague para que no nos encuentren esas bestias. No supe que más hacer.

─No sería fácil dar con este lugar.

─Lo lloré por semanas a escondidas, lo maldije por dejarnos en esta situación. Era un leñador apenas pero estaba tan excitado con la idea de la guerra que esa excursión fue casi una excusa. Tenía pájaros en vez de pensamientos en esa maldita cabeza. La guerra es el juguete de muchos hombres.

─¿Piensas quedarte aquí sola?

─Guárdate tu lástima soldado. Recojo casi tanta leña como él y la vendo en el mercado del castillo. Sólo que no quiero que Sammy crezca como un animalillo aquí en el bosque. Eso me pesa en el alma. Pero ella ama este lugar. Los animales. Los fantasmas buenos de la montaña. Y piensa esperarlo.

La comida le supo amarga. Hace apenas un rato se estaba compadeciendo de si mismo, tanto como para olvidar lo triste que era la vida para los que sufren en silencio esa guerra.
Se sintió impotente a un grado que hacía tiempo no experimentaba. No tenía nada que ofrecerles ni promesas que pudiera cumplir. Parecían destinados a no poder dar ni siquiera una promesa. Ni siquiera una promesa.

─Si hubiera algo que...

─Tranquilo soldado, come tu estofado y ponte ungüento en esas heridas, se nota tu dolor

─¿Como supo que soy de fiar? ¿pude ser cualquiera?

─¿Quién te dijo que se puede confiar en ti? ─contestó entre risas entrecortadas para luego señalar su zurrón ─Reconocí el olor...llevas el ungüento de la dama de verde encima.

Crow recordó que Jenny le dió un unguento para sanar sus heridas. También recordó que no cumplió demasiado con lo que ella le había dicho y no se lo había puesto esa mañana. Tenía miedo de que los animales lo huelan,  pero lo llevaba con él.

─Sanó a Sammy hace un tiempo cuando le vinieron las fiebres. Hasta yo perdí la esperanza  y empecé a construir un altar para ella. Vino por una semana y hasta se quedó con nosotras un par de noches. Nunca dejó de buscar la poción adecuada hasta que dio con ella. Ella la salvó. No se si podemos confiar en ustedes, pero haríamos cualquier cosa por ella. Sabemos que no pasaran muchos días sin que baje al valle a buscar sus hierbas y a preguntar como estamos.

Crow asintió con la cabeza. Desconocía que Jenny fuera tan cercana con ellos pero era cierto que jamás nadie los había delatado estando tan cerca del valle. Y sabía que la dama de verde andaba en busca de hierbas y raíces la mayoría del tiempo.
La comida pasó rápido y hasta hubo tiempo para que ella hirviera una raíces para mejorar la digestión antes de que él parta. Cuando el juntó sus cosas para partir Sammy tomó valor mientras lo acompañaba hasta un claro del bosque. Se la notaba ansiosa por algo y Crow creyó apropiado tomar la iniciativa.

─Creo que se lo que me vas a preguntar. Hay muchos fantasmas en la montaña cuidándonos a todos, incluso a mí. Y creo que entre ellos hay alguien que conoces...

Sammy lo miró extrañada pero se quedó callada por un momento mientras Crow elegía con cuidado las palabras tratando de no decir algo que la lastimara.

─A veces la gente que queremos debe irse. Pero realmente siguen cuidándonos desde otro lugar...

─No se que te ha dicho mamá. Mi papá se murió. No quería decírtelo cerca de ella porque llora a escondidas todo el tiempo. Yo le digo que se fue a las montañas para que no esté triste. Lo extraña mucho. Quiero unirme a los fantasmas para matar a los que se lo llevaron. Para matar a los hombres malos.

Crow no se esperaba nada de eso que estaba escuchando y tardó un segundo en recomponerse.

─Se que me ves pequeña pero puedo hacer trampas...he cazado un zorro enorme una vez que se llevó nuestras gallinas.

─Sammy, ojalá que nunca debas hacer algo parecido a lo que nosotros hacemos. Debes cuidar a tu madre ahora que...

─¿Ahora que estamos solas?

─...

─No estamos solas Crow. Cuando mi papá se fue estuve cerca de donde te llevé hoy. Allí donde el bosque da miedo. Escuché aullar a unos lobos y me asusté. Entonces apareció don oso, todo enorme y marrón y rugió fuerte y los lobos callaron. Se quedó por allí pero no me hizo nada. De hecho mientras él estuvo no tenía miedo en el bosque. Me cuidaba como mi papá cuando lo acompañaba a buscar leña. Pienso que don oso era mi papá cuidándome un poco más. Pero tenía que irse en algún momento.

Aunque buscó no demostrarlo Sammy por primera vez mostró el dolor de la pérdida. Sin embargo no lloró. A Crow le impresionó mucho la entereza que mostraba a tan temprana edad. Había estado pensando en algo todo ese día desde que lo llevó al cadáver del animal. Quizás todavía pudiera hacer algo por ella.

─Llévame de vuelta adonde don oso.

Sammy asintio, aunque su gesto fue de intriga. Les llevó un tiempo llegar pero dieron con el lugar cuando todavía el sol mitigaba en parte la bruma. Allí tuvieron que espantar a los cuervos y a algunos carroñeros. Crow volvió a revisar el cuerpo y sus sospechas se confirmaron. Se incorporó y miró a su alrededor. Frotó sus manos en el pelaje del animal y se lo pasó por la cara. Un fuerte olor rancio se impregnó en él. Sammy lo imitó. Luego comenzaron a buscar rastros en el lugar hasta encontrar las pisadas. Encontraron las que estaba buscando. Las que se repetían de ida y vuelta y las siguió hasta la guarida.
Bajo el tocón de un gigantesco árbol que las lluvias habían terminado por derribar se veía una cueva excavada con gigantescas garras. Se agachó en la entrada y esperó. Un llanto que se fue intensificando no tardó en oírse .

─Sammy...don oso en realidad era doña osa. Estaba cuidando de su bebé. Sabía que estaba enferma y si se quedaba aquí los animales vendrían por ella y encontrarían a su cría. Por eso se fue lejos, donde la encontramos.

El osezno apareció tímidamente en la entrada. Se lo notaba asustado pero el olor le era familiar aunque su madre no estaba allí. Sammy se acercó a el tratando de ganarse su confianza mientras Crow se alejaba. El resto de la tarde se gastaría en la aventura de intentar llevarlo a la cabaña. Para el anochecer ya retozaba en el corral de Lucy que no estaba de acuerdo con compartir habitación y se encaramó en el techo gritando su disconformidad. Los gatos de Sammy miraban aterrados a ese extraño ser rugiente que ahora no les permitía salir a andar libremente por el patio.
Crow se despidió de la madre que intentaba deducir como harían para criar a semejante animal. Las arduas negociaciones con Sammy se cerraron en que solo lo tendrían hasta que pudiera valerse por si mismo. 

─Hace rato que no la veía contenta. Creo que puedo decir que algo bueno podemos sacar de esto soldado.

─Al menos, un oso en las cercanías evitará que otros animales se acerquen demasiado. Espero que no sea demasiada carga.

Los dos se despidieron mientras Sammy buscaba paja para hacerle una cama que el osezno agradeció retozando aún antes de que estuviera terminada. Luego la niña corrió a abrazarlo.

─Gracias Crow. Lo cuidaré mucho.

─Yo criaba cuervos cuando tenía tu edad. Aún recuerdo como aprendían a repetir malas palabras y comían semillas de mi mano. No puedes alejarte demasiado de aquí hasta que crezca así que nada de andar planeando matar gente. Tienes suficiente trabajo por aquí. 

─¿Me visitarás alguna vez?

─Siempre andaré cerca. Pero la próxima vez no dejaré que me descubras. Ya verás

Anochecía cuando finalmente llegó al campamento. Jenny estaba cerca del camino. Tenía cara de preocupación. Cara que se disipó cuando lo vio aparecer entre la espesura.

─Parece que no tendré que ir a buscar tus huesos por ahí finalmente.

─Tranquila Jenn, sólo me estaba poniendo en forma otra vez.

─Pues deberás lavarte un poco en el arroyo si quieres entrar. Apestas a oso.

Crow suspiró y enfiló hacia el agua mientras dejaba su zurrón en las manos de la maga verde.

─Otra vez no te has puesto el ungüento, crees que no me doy cuenta.

Crow se encogió de hombros y le sonrió mientras agitaba la pequeña ánfora que ella le había dado. Dobló por el sendero que llevaba al arroyo y se perdió de vista mientras Jenny entraba llevando leña para el fuego.




































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