Memorias del escriba
jueves, 23 de mayo de 2019
La caja vacía
Prekass no había dormido esa noche. Esa noche prefería no soñar. El alba lo encontró puliendo por enésima vez su espada. Alistando su armadura. Pasando el tiempo antes de emprender el regreso a los llanos. La línea de fuertes había resistido. Sin pertrechos ni refuerzos, pero el costo había sido altísimo en hombres. Le quedaba un tercio de sus tropas. Los bóreos casi habían logrado romper la línea y masacrarlos.
Un escudero le trajo el desayuno pero no quiso comer. Preguntó si la caravana estaba lista y el muchacho asintió con temor. A nadie le gustaba estar cerca del general. Decían que era al único al que la tribu de la luna no conmovía. Que tenía hielo en las venas. Que ya no era hombre.
─Empaca mi caja.
El muchacho tomó una caja de madera oscura. rodeada de herrajes herrumbrados que parecía vieja y maltratada. Pero liviana al punto de parecer vacía. Quiso preguntar muchas veces pero no tuvo el valor. Esa sería la despedida así que tomó coraje y preguntó.
─General, no pretendo incomodarlo pero si acaso no es demasiado atrevimiento quería...
─¿Saber que significa la caja?
El muchacho asintió con timidez.
─Un recuerdo. Nada más ─dijo tomándola entre sus manos. Quitó la tapa y como siempre le pasaba sintió un estúpido e insensato alivio al verla vacía. Pensó por un momento en si debía decirle algo al muchacho. Su pueblo merecía ser honrado alguna vez. Finalmente desistió y despidió al muchacho sin muchas más explicaciones. Uno de los mayordomos, que observó discretamente la situación, llamó al joven parte y pretendió reprenderle.
─¿Acaso has enloquecido muchacho? ...Tú eres visovi como yo...¿conoces la historia de tu pueblo? ¿has oído hablar del mandato de Kartos?
─No mucho, me enviaron aquí apenas cumplí 12 inviernos . Creo recordar algo de pelear en todo el mundo.
El mayordomo rió por lo resumido de la sentencia.
─Nosotros, como el general, descendemos de una orgullosa familia de las montañas del oeste. Los visoi. Una que nunca se doblegó ante nadie. Los hijos de la forja no serían la excepción cuando llegaron desde el sur. Dicen las crónicas que eran un pueblo numeroso como la langosta. Avanzaron hacia el oeste venciendo a todo pueblo que se les interpusiera. Reclutaban a los que se hincaban y mataban al resto. Eran muchos y tenían el acero que nosotros no sabíamos forjar todavía. Nuestro pueblo salió a su encuentro para no permitir que la ciudad fuera sitiada. En las afueras pelearon su última batalla esa mañana. Pasada la tarde solo quedaban un puñado de los nuestros protegiendo al rey a las puertas de la ciudad. Estaba rodeado y sabía que su suerte estaba echada. Cuentan las historias que ese rey no entregó la espada. Kartos, tigre de la bruma le llamaban. Le gritó a su gente..."una sangre por muchas es buen precio"...
Lo cierto es que la guerra tocaba a nuestras puertas y que no quedaba más opción que recibir la visita pero los guerreros habían salido de la ciudad para que no llegara y sabían que si eran vencidos deberían marchar llevándosela con ellos. Los visovis eso hicieron. Llevarla lejos de allí. Cada día un poco más. Y todo comenzó y terminó cuando le mandaron a Kartos hincarse ante ellos. Los orgullosos hombres enfundados en hierro. Entonces clavó su espada en el suelo y dobló la rodilla por primera y única vez, mientras miraba fijamente a esos hombres invasores. Entonces apretó su cuello contra el filo y se desangró allí mismo. A los hijos de la forja no les gustó eso pero respetaban a los hombres de guerra. Se llevaron su cabeza en una caja pero como la ciudad abrió sus puertas y les proveyó para la marcha fue perdonada. Desde ese día todo aquel que los desafía se gana la suya. Nuestro pueblo se enroló en su conquista finalmente. Los visovis luchamos valerosamente y nos ganamos nuestro estandarte y nuestras marcas. También nos ganamos nuestra caja de madera. Ellos creen firmemente que peleamos para cumplir el mandato de Kartos, que nunca pelearemos por ellos realmente...y tienen razón...
─¿Entonces esa caja es un recuerdo?
─La guarda porque cada tanto vienen a querer tomarla. Y no pretenden llevarla vacía.
─Pero es un general. Sería traición.
─Para ellos somos extranjeros. Siete veces vinieron por él, y siete veces se negó con acero. Luego recibió el grado de general y fue enviado aquí, al norte, a fracasar y morir. Pero resistió. Estableció la linea de fuertes. Ahora le quitan el mando para privarlo de la gloria ya que ha prevalecido. Pero la caja sigue vacía muchacho, la caja sigue vacía...ahora ve a tus labores, preparemos la estancia para el próximo general.
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