viernes, 26 de abril de 2019
El largo camino del hombre
Hiperión y Vallekano salieron apenas al trote de caballo pasado el mediodía. No había prisas. La hermandad partió al alba y no sería sino hasta el otro día que llegarían a Lurzt por el camino real desde el sur. Vestían incómodas armaduras sureñas, dignas de hombres que nunca habían entrado en batalla.
El arquero siempre había guardado sus reservas sobre el mercenario. Demasiadas historias se contaban sobre él. Sanguinario. Impiadoso. El azote del este. La daga de los reyes.
¿Por qué sería ahora confiable justo ahora, para dictar los destinos de una de las pocas defensas del valle del dragón?. ¿Por qué sus hermanos habían confiado en él justo en el peor momento, cuando más débiles se encontraban? ¿Acaso no era posible que los guiara a todos a una muerte segura llevándolos a la ciudad donde no eran queridos para que el príncipe disponga de ellos?
--Te noto pensativo, demasiado pensativo esta mañana Vallekano, escúpelo de una vez por los dioses!
--Ya sabes como pienso, este plan no me gusta.
--¿El plan...o quién lo ejecuta?
--Misma cosa Hiperión.
--Jamás te pediría que confíes en mí.
--Esas cosas no se piden
--Entonces... ¿por qué aceptaste venir conmigo?
--A cada uno le toca su parte supongo. --dijo y montó su arco de pronto. La liebre nunca supo del peligro. Pronto colgó de su montura, lista para ser despellejada cuando llegaran a la aldea vecina.
La charla se había interrumpido abruptamente y apenas vio el movimiento, Hiperión atinó a sacar la espada corta. Era un viejo reflejo, hijo de las épocas cuando dormía con ojo abierto. Vallekano sonreía. Había sido a propósito obviamente.
--Una vez, cuando era joven --comenzó a decir Hiperión --y todavía no sabía bien de que se trataba todo esto de vender la espada, acepté la propuesta de un hombre para defender su castillo en el norte. Recuerdo que era un noble del este. Un hombre harto de la guerra. Uno que solo volvería a desenvainar por su hogar. Me sentó en un amplio salón y me preguntó lo mismo que yo a tí.
--"¿Que estás haciendo aquí muchacho?" y debo decir que lo preguntó muy en serio --dijo mientras afirmaba las riendas de su montura que buscaba desviarse del camino. --al principio le respondí cosas como "necesito tu oro anciano" o "debo llenar la tripa y no sirvo para criar cerdos" pero al final se hizo un silencio mientras el anciano caballero me miraba fijo.
--"Para mañana necesitaré una respuesta convincente muchacho o te echaré del forro del culo de aquí.
No necesito el llanto de un mocoso gritando por su madre o maldiciéndome cuando el infierno se desate."
--Recuerdo que no pude dormir esa noche. Era un muchacho rico, hambriento de aventuras..bah hambriento en toda línea escapado de mi hogar y de un padre déspota. Robé una espada de mi casa y un par de piedras preciosas para hacerme una armadura. Me habían educado para la lucha pero jamás había tenido una causa que defender. No lo entendía así. Así que no tenía respuesta para la pregunta que me salvó la vida...
--Supongo que esa pregunta te hizo examinar tu vida y tus decisiones futuras Hiperión. ¿Así fue como te salvó?...
--Nah, fue mucho más simple. Si no hubiera estado desvelado no hubiera escuchado cuando esos cinco se levantaron de noche para intentar matarme y robar mi espada. Maté a su líder y el resto pidió clemencia, decidieron seguirme y no me negué. De hecho peleaba mejor que cualquiera en esa barraca. Se dieron cuenta rápido.
Les hice la pregunta del viejo a ellos para ver si me daban alguna pista. Hambre fue toda la respuesta. Yo casi no había comido así que les repartí mi ración. Esa fue mi primer banda.
--¿Y que le contestaste al viejo esa mañana?
--Bueno, yo había leído palabras de muchos sabios cuando fuí educado. Había un mago oscuro que decía que la medida del hombre es pararse frente a frente con las cosas que no tienen medida. Que hay situaciones que nos vuelven insignificantes. Yo no le podía decir al viejo eso de que era insignificante. Le iba a decir que me iba a parar frente a la muerte para saber que tipo de hombre era. O algo así, supongo.
--Yo te hubiera sacado del forro del culo del castillo si me vienes con eso --dijo Vallekano entre risas
--Lo se, lo se...la cosa es que esa mañana busqué al viejo por todo el castillo. Quería terminar con eso pronto y si no era bienvenido tenía que irme antes de que el enemigo llegara a asediar el castillo. Se decía que un señor norteño estaba dispuesto a decapitar a todos los que encontrara cerca de allí. Los del norte se toman muy en serio eso del territorio. Cuando lo encontré estaba fortificando las afueras. Montando empalizadas en el camino. Le dije que quería hablar pero estaba demasiado ocupado y no me prestó atención. Para esa noche ya eran dos señores los que marchaban contra él y los rumores empezaron. Eran dos ejércitos, no muy numerosos pero decididos a quemarlo todo. Muchos se pusieron ansiosos por desertar pero una avanzadilla se había apostado en el camino. Para escapar habia que abrirse paso luchando así que desistieron. Entonces decidieron tomar el castillo y entregar al viejo a sus enemigos para librar la vida. Caí con mi banda sobre ellos en las barracas cuando discutían detalles de su plan. Eran treinta los reunidos así que maté a los cabecillas y a algunos más. Me quedé con diez que sabían luchar. Me interesaba sobre todo un norteño que parecía bastante asustado.
--Siempre te ha gustado la gente con habilidades.
--Recursos Vallekano, recursos, con eso ganas batallas, y si ganas suficientes te llevas la guerra.
Vallekano tenía sus dudas con eso. El imperio del este había ganado muchas batallas en su campaña pero estaba cada vez más lejos de ganar la guerra
--La cosa es que los norteños les temen a los bóreos. Esos locos que se creen lobos y se comen a sus enemigos. Dicen que algunos se convierten en animales. Empecé a hablar de la gran loba con ellos y en un momento le dije a todos que dejen escapar al cobarde, que no me servía ni siquiera para comerlo, que nunca sería realmente un lobo. Fue muy gracioso verlo correr hacia las puertas. Al resto le dije que esa noche seríamos bóreos, que nos cubriríamos de pieles y nos pintaríamos de negro la cara. Y así fue Vallekano, esa noche caímos sobre la avanzadilla del camino.
--Pudieron vencerlos por lo que veo.
--Nos los comimos de hecho. Eso cuentan en el norte.
Vallekano lo miró extrañado.
--No hizo falta --dijo Hiperión entre risas --sólo tuve que arrancarle el corazón a uno y morderlo ahí mismo. Los que quedaban dejaron sus espadas ahí mismo y solo corrieron. Lo había inmovilizado con un par de tajos. Lo que me llamó la atención es que ese tipo no me mostró miedo. Se dió cuenta de que todo era una farsa. Por eso debía morir. Los que escaparon contaron extrañas historias a los que venían marchando, un poco por miedo y otro poco para que no los mataran por cobardes. Otro tanto hizo ese miedoso que solté primero. No dejó de ir de aldea en aldea contando sobre que los bóreos ahora tenían castillos. Al final los ejércitos nunca llegaron a sitiar aquel lugar. Solo le impusieron al viejo caballero un impuesto que rara vez fueron a cobrar, en eso quedó todo.
--Imagino que siempre alimentas esas historias Hiperión
--Me hubiera gustado haber hecho la mitad de las cosas que se cuentan de mí Vallekano. De hecho le dije a ese señor que dijera que me había pagado el triple por contratar a mi banda. Luego me requerían muchos nobles dispuestos a pagar fortunas por asuntos de poca monta...además que me gané mi mote..."pecho rojo" que luego cambió a "coraza roja"
--No entiendo Hiperión... ¿como es que te nombraron así?
--Imagina que sostienes un corazón caliente y palpitante. Que lo muestras en alto para que todos lo vean y que luego le das un buen mordisco...¿adónde piensas que va a parar la sangre?
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