jueves, 15 de noviembre de 2018

Las virtudes del miedo, parte uno



Hiperión se agachó un instante antes de que la flecha diera en su cabeza. Odiaba a los malditos arqueros, los arqueros imperiales eran sobradamente diestros, pero peor eran los voyanas, porque se movían por todo el bosque ya que iban a caballo. Atacaban desde la espesura con fiereza mientras las dos compañias imperiales presionaban desde el camino alto. En el fuego cruzado las flechas parecían no tener bando ya que los hermanos las oían silbar sobre sus cabezas. Pero todas apuntaban a la maltrecha hermandad que resistía en improvisadas zanjas que se cavaron a último momento. La situación podía volverse insostenible si debían luchar cara a cara en dos frentes. El castillo de Lurzt había enviado un puñado de hombres que parecían más una excusa que apoyo. El príncipe siempre podía decir que eran desertores si no enviaba suficiente cantidad de espadas.
Xamu se arrastró entre la maleza buscando el pozo donde Raluk y Wonder disparaban flechas a diestra y siniestra.

─¿Que tal culo tuerto? saludó Wonder mientras le daba una mirada risueña a su hermana oscura.

─Muy graciosa hermanita, les traje dos carcajs de flechas, la próxima pueden arrastrarse ustedes hacia mi pozo...

Xamu dejó el material ofuscado y se retiraba arrastrando cuando Raluk mostró una cara de sorpresa mirando su trasero, cosa que el hermano no esperaba.

─¿Qué pasa? ¿por qué me miras así? ─preguntó desesperado mientras se tocaba las nalgas.

─Nada, pensé que ya te habían dejado el culo ciego, pero fallaron...─contestó Raluk mientras Wonder rompía en sonoras carcajadas.

─Malditas, envenenaré su vino, ya verán...─contestó Xamu y se siguió arrastrando con algo de alivio.

La lluvia de flechas no cesaba pero la bruma del bosque escondía los bandos enfrentados. Las compañías imperiales habían fortificado una saliente frente al camino y desde allí descargaban sus arcos con meticulosidad y paciencia. Disparaban por sectores tratando de cubrir las posibles posiciones de la hermandad. Para ese momento la hermandad había dispuesto de sus escudos a manera de cubierta y los habían disimulado con ramas y hojas. Sus pozos al menos tenían un precario techo pero el sonido de las flechas golpeando contra ellos delataba sus posiciones. Cascos de caballos sonaban peligrosamente cerca de ellos. Pronto tendrían que salir a enfrentar a los jinetes. Y el sonido de la batalla atraería a los imperiales que esperaban en el camino. Eran un animal acorralado al que su depredador persigue mientras los cuervos vuelan en círculos. Hiperión caminaba de pozo en pozo chequeando que todos estuvieran a cubierto. Él no se arrastraba ni se guarecía, parecía querer ser el primero en morir, quizás agobiado por la magnitud de la amenaza. O tal vez las flechas silbando no tenían ya sobre él mayor efecto que el de incomodarlo y fastidiarlo. Estaban atrapados desde hace horas y no encontraba como romper el cerco. Quería correr hacia algún lado y trabarse en lucha, esperar para él era casi lo mismo que la muerte. Finalmente decidió que debía optar por atacar uno de los frentes y esperar que el otro no tuviera tiempo de apoyar. Romper el cerco. Los voyanas se movían constantemente, venían en oleadas como el mar empujándolos contra las rocas. Rocas de armadura pesada imperial que los esperaban en el camino alto. La trampa era perfecta pero no quería morir dentro de un húmedo pozo con una flecha entre los ojos sino con una espada en la mano cargando contra el enemigo. Una vez un guerrero curtido le dijo que nunca pensara en morir antes de la batalla, que pensara en vivir, no hay que hacer planes para la muerte en el campo. La muerte ya conoce su libreto. Y a veces podemos sorprenderla.
Les comunicó a todos que irían por las compañías del camino alto. El único punto de resistencia que podían medir y ubicar.

─Sabes que es una trampa, nos quieren allí ─dijo Davan mirándolo con dureza.

─Cuéntame un plan mejor que seguir enterrados aquí, soy todo oídos. ─replicó

─Déjame al piromante y al loco del fuego. Tengo algunas ideas para distraer a los voyanas. ─dijo el anciano misterioso poniendo una mano en el hombro de coraza roja  ─ocúpate de vencer allá arriba o todo será inútil. Olvídate de nosotros y de este bosque.

Hiperión asintió mientras le hacía un gesto a Carlos y a Javensen que se imaginaron lo que seguía. Silvia se acercó al elegido del fuego.

─Voy contigo

─¿Estás loca mujer? ─contestó con pesar Carlos. ─Vamos a morir allí

─Es mi decisión, si el elegido va a morir debo estar allí. Y Baraqz también vendrá si en algo lo conozco.

─Si voy a ser libre de mi juramento hoy debo presenciarlo todo. ─dijo Baraqz recordando su promesa.

─Ustedes están locos, los dos, nunca voy a entenderlos

─Te prometo que si mueres llevaré tu cabeza y la depositaré en el altar del señor del fuego. ─juró nuevamente Baraqz

─No sábes cuanto me consuela eso ─dijo Carlos cerrando la charla con una mueca.

Hiperión reunió a los restantes al costado del camino. La idea era intentar usar alguno de los senderos de montaña para ganar altura y sobrepasarlos. Habían fortificado el camino frente al bosque y sería una locura atacarlos allí.

─Si pretendemos ir todos por allí seremos un desfile del día de los dioses. Seremos blanco de sus arqueros, hasta Vallekano nos daría...sin ofender  ─protestó Espinal mientras se disculpaba con un gesto. El pastor arquero le dedicó una mirada fría pero no le dio mayor importancia, estaba acostumbrado a las críticas pero pocos habían dado cuenta de un dragón con un par de flechas, eso nadie podía quitárselo.

─Quizás debamos enviar sólo una partida ─ dijo una voz a espaldas de todos, sobresaltándolos.

Crow estaba apoyado en una muleta rudimentaria mientras Jenny lo sostenía de la cintura.

─No quiso quedarse, lo siento ─se disculpó la maga verde

─¿Que propones? ─dijo simplemente Hiperión disimulando la alegría de ver a su estratega nuevamente de pie.

─Necesitaremos cosas brillantes, los escudos bruñidos, todo. Tenemos que confundirlos primero. ─se entusiasmó el cuervo.

Jenny llevó aparte a Hiperión y le habló por lo bajo.

─El tuétano de las costillas rotas se mezcló con la sangre. Eso podía envenenarlo a menos que se hiciera un quiste y no se esparciera. Está vivo así que sucedió esto último. Lo vendé con fuerza en el pecho pero cualquier golpe puede romper ese coágulo y matarlo, tenlo presente.

Hiperión asintió y se acercó al grupo. Era una espada menos pero su fuerte eran los mapas así que pondría a Crow donde hacía más daño. Frente a los pergaminos.

─Muy bien hermandad. ─empezó a decir Crow. ─Ellos cuentan con un ataque frontal. Desconocen los senderos de pastoreo que vamos a usar pero debe ir un grupo pequeño. Uno rápido y preciso. Vamos a hacerles creer que los rodeamos. Será difícil pero con la carnada adecuada...cuando el perro tiene hambre, no se fija lo que lleva a la boca...creo que podemos fabricarnos una oportunidad.

Hiperión eligió a Espinal, Parabel, Raluk l,pl,,. , Kurz, que recién había llegado del castillo y José que otra vez habían puesto al frente de los refuerzos del príncipe. El resto esperarían la señal y atacarían si la distracción surtía efecto. Deberían pegar por el lado fortificado cuando realmente dudaran de un ataque por allí. Todo era riesgoso y bastante incierto. Y sin embargo, sonaba como un plan razonable. Uno que se podía elaborar en esa situación desesperada.

─Atacaremos por su lado fuerte en el único momento en que no nos esperen...nunca tuvimos perdón, y nunca perdonaremos, cuando ataquen hagan honor a nuestro nombre. ─dijo coraza roja y se aseguró la pechera, comenzaba el juego...












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