martes, 18 de diciembre de 2018

¿Quieres conocer a los hombres?



Todavía estaban moviendo los cuerpos cuando notaron el humo. Se elevaba al noroeste. Desde la funesta zona donde el bosque empezaba a morir y una extensa meseta pedregosa continuaba hasta darse de bruces con el abrupto declive y los llanos meridios. Territorio dificil de defender mientras estuvieran concentrados en el camino. Algunas aldeas pobres salpicando el paisaje. Algunas cabras escuálidas que se criaban para escapar del hambre. No había mucho más por allí.
Sharra no preguntó nada y alistó su caballo. Otro tanto hizo Vallekano. Oscar lo pensó un momento y luego también se sumo a la partida. Todos ellos hijos de aldeas miserables. Todos ellos temiendo lo peor cabalgaron haciendo sangrar sus monturas para llegar antes de que cayera la noche. Lo consiguieron, pero quizás lograrlo fue más un castigo que un premio. Todavía ardían algunas casuchas miserables pero todo estaba envuelto en un ominoso silencio. Ni siquiera veían cabras o gallinas vagar por el lugar. Pronto entendieron que lo que había atacado no había dejado a nadie vivo, ni siquiera animales. La sangre era un arroyo que descendía apacible siguiendo la pendiente que se dirigía hacia los llanos. Pero no encontraban cuerpos. Las personas no estaban.

─No entiendo Sharra...¿donde están todos? Vallekano había revisado la aldea de arriba a abajo y si bien dieron con los animales muertos no había ningún otro cuerpo.

─Busca un árbol grande arquero. Quizás no conozcas del todo a los voyanas...

Detrás de la aldea dieron con un roble añoso. La luz del atardecer no les dejaba ver por completo pero el olor presagió lo peor. Olía a sangre derramada. Las nutridas y deformes ramas eran suficiente para lo que los voyanas tenían en mente. En cada rama, en cada nudo y horqueta había una soga de la cual colgaba un cuerpo. Los había de todos los tamaños. Desde el más pequeño al más anciano de la aldea pendía de una rama. No hubo piedad para ninguno. Se habían tomado el trabajo de preparar la escena todo el día ya que lo último que habían hecho fue incendiar el caserío ya vacío.

─Árbol de sangre. Tanto una ofrenda a los espíritus de los llanos como un aviso para los enemigos.─se limitó a decir Sharra.

Vallekano no podía creer lo que veía. Los ojos se le empañaron pensando que su familia había huido alguna vez de su vieja aldea en dirección al territorio donde moraban estas bestias.

─Para hacer esta ofrenda tienen que haber ofendido seriamente a sus dioses Sharra. ¿Que puede haber pasado en este tiempo? ─preguntó Oscar que ya conocía esas prácticas barbáricas.

─Tiene que ver con nosotros, Tenían otras aldeas, otros lugares más ventajosos que atacar pero lo hicieron con una aldea que podíamos alcanzar, prepararon esto pacientemente... es un mensaje para nosotros, es para nosotros ─contestó con su habitual parquedad y se sentó a mirar la nada y los cuerpos que se mecían con el viento de la tarde. 

Vallekano se acercó a contemplar más de cerca y notó el suelo. La mayoría de los niños pequeños estaban al pie del árbol. Las madres colgaban de las ramas más altas. Después de un rato lo dedujo. Colgaron a las madres con los infantes en brazos. Jugaron con la desesperación de ellas que buscaron aferrarse a ellos y sostenerlos hasta quedar sin vida. Luego era inevitable que cayeran desde lo alto y se estrellaran entre las raices. Buscó en un insano deseo que alguna hubiera podido sostener a su hijo aún muerta. Encontró una que todavía se negaba a soltarlo. Una flecha atravesaba ambos cuerpos negando esa mínima esperanza de supervivencia.

─Quemen el maldito árbol. ─Sharra contempló sentada la escena por un rato y se podía ver el odio en sus ojos fríos.

Oscar trajo leña pacientemente. Vallekano se acercó a ella indignado buscando explicaciones.

─Traigamos a los demás y enterremos a todos, se lo debemos a esta pobre gente, tú más que nadie sábes lo que significa que arrasen con tu gente de esta manera...¿es que acaso olvidaste todo?...

─Aún no entiendes a los hombres Vallekano. Y no voy a ser yo quien te lo explique, has lo que digo o piérdete.

Oscar lo tomó del brazo y se lo llevó con él. El arquero no entendía la actitud de desprecio de la guerrera que seguía sentada mirando a la nada. Tuvo que pasar un rato para que finalmente su hermano le explicara la situación.

─Intentaré explicarte lo que pasa aquí hermano. Ese árbol es ahora tanto amenaza como altar. Quemándolo desafiaremos a los que lo hicieron para que vuelvan, vamos a profanar su ofrenda. El árbol de sangre es algo que los salvajes cuidan por un tiempo. Los familiares de las victimas regresan siempre que pueden a intentar bajar los cuerpos y los voyanas los están esperando, y si no son ellos son los lobos los que rondan el lugar y se encargan de los deudos. Por eso se llama así, sigue dando su fruto. Prepara tu arco, Sharra los está esperando,  si tenemos suerte vendrán en breve, apenas vean las llamas.

Vallekano sentía el estómago revuelto de la escena y su significado pero se recompuso a tiempo para  ayudar a Oscar a juntar un poco de leña al pie del árbol. Pronto la fogata creció y atrapó las ramas bajas. La noche caía cuando el altar ardió por completo. Sharra había desaparecido hacía un rato. El dúo restante se escondió entre las ruinas de una cabaña incendiada a esperar. Los cascos de caballos amparados en la negrura de la noche se oyeron a la distancia. Alguien venía y no parecía ser amistoso. Proferían gritos y maldiciones. Parece que los voyanas estaban enojados por la blasfemia.

─Soy mejor con la espada pero no podré con ellos si están montados, ayúdame con el arco Vallekano ─dijo Oscar saliendo de su escondite. El árbol seguía ardiendo y era el lugar donde el enemigo se congregaría. Hacia ellos se dirigía en soledad. Vallekano tuvo que reconocer que no vio ni un solo rastro de duda en él. A él le causaba temor todo lo que decían de los bárbaros de los llanos. Respiró hondo y exhaló ligero, tensó su arco y salió tras él.
Los gritos eran confusos y desperdigados. Oscar se topó con un voyana que parecía escapar en su dirección. Levantó su espada para atacar pero el enemigo venía vigilando su espalda y no lo vio. Lo hirió a la altura de la cadera en un tajo preciso y profundo que lo hizo caer de costado. Corrió hacia él y lo remató con ligereza. Vallekano apuntó a un grupo de tres que estaban girando sus monturas para volver al árbol. Alcanzó a uno en plena espalda, cosa que lo hizo perder las riendas y darse de cara al suelo. No lo vio moverse y buscó otro blanco. No habían podido contarlos pero con cada giro que daban al árbol eran menos. La explicación era sencilla. Sharra estaba furiosa enfrentándose ella sola con toda la partida frente al árbol.
Otro giro y otra cuota de suerte para seguir despachando enemigos distraídos. Pronto la docena que parecían ser terminó en tres o cuatro de ellos. Oscar ya estaba junto a Sharra blandiendo su espada y protegiendo a su hermana que luchaba con demasiada rapidez y vigor pese a tener una armadura pesada. Parecía usar una túnica y no el equipamiento que solo hombres vigorosos utilizaban. Dos de ellos fueron tras el par pero uno vio a Vallekano y fue tras él. Alzó su lanza amenazante y gritó con fiereza mientras dirigía su montura contra el arquero. Vallekano se sintió como aquella vez con el dragón a punto de escupirle fuego. Sus dedos no temblaron ni dudó de su tiro, apuntó a la frente sabiendo que el tiro podía caer más abajo. A último momento apuntó por encima de la cabeza del voyana y dejó ir la flecha que se enterró profundo en un ojo. Todavía avanzó un poco más antes de caer dando la impresión de que el tiro no le había hecho daño pero fue solo el envión del ataque cortado de improviso. Se acercó a él buscando señales de vida para rematar pero ya era un charco enorme de sangre el que había alrededor de él.
Sharra se acercó a él trayendo la chaqueta de piel humana del líder. Se la puso en los hombros y se alejó a decapitar el resto de los cuerpos. Los voyanas no entraban a la morada de las almas incompletos así que ella se llevaría sus cabezas para negarles el viaje. Al menos eso la consolaba entre tanta rabia masticada ese día. Se tomó un instante para girarse hacia el arquero que miraba horrorizado las caras humanas que estaban prolijamente cosidas en la chaqueta.

─Si quieres entender, si quieres conocer a los hombres mira esa prenda y entenderás Vallekano...

El camino de regreso fue el más silencioso y triste que podía imaginarse. Llegaron bien entrada la noche y se cruzaron con Parabel que estaba de guardia. Vio los semblantes y no se atrevió a preguntar. Sharra llevaba un saco del que asomaban cabellos. Goteaba sangre. No necesitaba demasiadas señas más de lo acontecido. Oscar lo saludo apenas con la mano mientras Vallekano cerraba la fila en silencio y cabizbajo. Apenas vio al juglar desmontó y se acercó con la chaqueta de piel humana. La dejó junto a la hoguera y se fue. El juglar la contempló por un rato y se preguntó quienes serían aquellas personas que estaban con sus caras hechas lienzo. Se preguntó por qué los voyanas hacian cosas como esas, por qué le daban valor a esas prácticas, pero no tenía demasiadas respuestas. Tampoco supo que hacer con la chaqueta y la lanzó al fuego. Ardió intensamente borrando esos rostros atrapados allí. Aquellos infelices congelados en una mueca eterna de dolor. Ojalá les sirviera de descanso. 














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