viernes, 26 de abril de 2019
El largo camino del hombre
Hiperión y Vallekano salieron apenas al trote de caballo pasado el mediodía. No había prisas. La hermandad partió al alba y no sería sino hasta el otro día que llegarían a Lurzt por el camino real desde el sur. Vestían incómodas armaduras sureñas, dignas de hombres que nunca habían entrado en batalla.
El arquero siempre había guardado sus reservas sobre el mercenario. Demasiadas historias se contaban sobre él. Sanguinario. Impiadoso. El azote del este. La daga de los reyes.
¿Por qué sería ahora confiable justo ahora, para dictar los destinos de una de las pocas defensas del valle del dragón?. ¿Por qué sus hermanos habían confiado en él justo en el peor momento, cuando más débiles se encontraban? ¿Acaso no era posible que los guiara a todos a una muerte segura llevándolos a la ciudad donde no eran queridos para que el príncipe disponga de ellos?
--Te noto pensativo, demasiado pensativo esta mañana Vallekano, escúpelo de una vez por los dioses!
--Ya sabes como pienso, este plan no me gusta.
--¿El plan...o quién lo ejecuta?
--Misma cosa Hiperión.
--Jamás te pediría que confíes en mí.
--Esas cosas no se piden
--Entonces... ¿por qué aceptaste venir conmigo?
--A cada uno le toca su parte supongo. --dijo y montó su arco de pronto. La liebre nunca supo del peligro. Pronto colgó de su montura, lista para ser despellejada cuando llegaran a la aldea vecina.
La charla se había interrumpido abruptamente y apenas vio el movimiento, Hiperión atinó a sacar la espada corta. Era un viejo reflejo, hijo de las épocas cuando dormía con ojo abierto. Vallekano sonreía. Había sido a propósito obviamente.
--Una vez, cuando era joven --comenzó a decir Hiperión --y todavía no sabía bien de que se trataba todo esto de vender la espada, acepté la propuesta de un hombre para defender su castillo en el norte. Recuerdo que era un noble del este. Un hombre harto de la guerra. Uno que solo volvería a desenvainar por su hogar. Me sentó en un amplio salón y me preguntó lo mismo que yo a tí.
--"¿Que estás haciendo aquí muchacho?" y debo decir que lo preguntó muy en serio --dijo mientras afirmaba las riendas de su montura que buscaba desviarse del camino. --al principio le respondí cosas como "necesito tu oro anciano" o "debo llenar la tripa y no sirvo para criar cerdos" pero al final se hizo un silencio mientras el anciano caballero me miraba fijo.
--"Para mañana necesitaré una respuesta convincente muchacho o te echaré del forro del culo de aquí.
No necesito el llanto de un mocoso gritando por su madre o maldiciéndome cuando el infierno se desate."
--Recuerdo que no pude dormir esa noche. Era un muchacho rico, hambriento de aventuras..bah hambriento en toda línea escapado de mi hogar y de un padre déspota. Robé una espada de mi casa y un par de piedras preciosas para hacerme una armadura. Me habían educado para la lucha pero jamás había tenido una causa que defender. No lo entendía así. Así que no tenía respuesta para la pregunta que me salvó la vida...
--Supongo que esa pregunta te hizo examinar tu vida y tus decisiones futuras Hiperión. ¿Así fue como te salvó?...
--Nah, fue mucho más simple. Si no hubiera estado desvelado no hubiera escuchado cuando esos cinco se levantaron de noche para intentar matarme y robar mi espada. Maté a su líder y el resto pidió clemencia, decidieron seguirme y no me negué. De hecho peleaba mejor que cualquiera en esa barraca. Se dieron cuenta rápido.
Les hice la pregunta del viejo a ellos para ver si me daban alguna pista. Hambre fue toda la respuesta. Yo casi no había comido así que les repartí mi ración. Esa fue mi primer banda.
--¿Y que le contestaste al viejo esa mañana?
--Bueno, yo había leído palabras de muchos sabios cuando fuí educado. Había un mago oscuro que decía que la medida del hombre es pararse frente a frente con las cosas que no tienen medida. Que hay situaciones que nos vuelven insignificantes. Yo no le podía decir al viejo eso de que era insignificante. Le iba a decir que me iba a parar frente a la muerte para saber que tipo de hombre era. O algo así, supongo.
--Yo te hubiera sacado del forro del culo del castillo si me vienes con eso --dijo Vallekano entre risas
--Lo se, lo se...la cosa es que esa mañana busqué al viejo por todo el castillo. Quería terminar con eso pronto y si no era bienvenido tenía que irme antes de que el enemigo llegara a asediar el castillo. Se decía que un señor norteño estaba dispuesto a decapitar a todos los que encontrara cerca de allí. Los del norte se toman muy en serio eso del territorio. Cuando lo encontré estaba fortificando las afueras. Montando empalizadas en el camino. Le dije que quería hablar pero estaba demasiado ocupado y no me prestó atención. Para esa noche ya eran dos señores los que marchaban contra él y los rumores empezaron. Eran dos ejércitos, no muy numerosos pero decididos a quemarlo todo. Muchos se pusieron ansiosos por desertar pero una avanzadilla se había apostado en el camino. Para escapar habia que abrirse paso luchando así que desistieron. Entonces decidieron tomar el castillo y entregar al viejo a sus enemigos para librar la vida. Caí con mi banda sobre ellos en las barracas cuando discutían detalles de su plan. Eran treinta los reunidos así que maté a los cabecillas y a algunos más. Me quedé con diez que sabían luchar. Me interesaba sobre todo un norteño que parecía bastante asustado.
--Siempre te ha gustado la gente con habilidades.
--Recursos Vallekano, recursos, con eso ganas batallas, y si ganas suficientes te llevas la guerra.
Vallekano tenía sus dudas con eso. El imperio del este había ganado muchas batallas en su campaña pero estaba cada vez más lejos de ganar la guerra
--La cosa es que los norteños les temen a los bóreos. Esos locos que se creen lobos y se comen a sus enemigos. Dicen que algunos se convierten en animales. Empecé a hablar de la gran loba con ellos y en un momento le dije a todos que dejen escapar al cobarde, que no me servía ni siquiera para comerlo, que nunca sería realmente un lobo. Fue muy gracioso verlo correr hacia las puertas. Al resto le dije que esa noche seríamos bóreos, que nos cubriríamos de pieles y nos pintaríamos de negro la cara. Y así fue Vallekano, esa noche caímos sobre la avanzadilla del camino.
--Pudieron vencerlos por lo que veo.
--Nos los comimos de hecho. Eso cuentan en el norte.
Vallekano lo miró extrañado.
--No hizo falta --dijo Hiperión entre risas --sólo tuve que arrancarle el corazón a uno y morderlo ahí mismo. Los que quedaban dejaron sus espadas ahí mismo y solo corrieron. Lo había inmovilizado con un par de tajos. Lo que me llamó la atención es que ese tipo no me mostró miedo. Se dió cuenta de que todo era una farsa. Por eso debía morir. Los que escaparon contaron extrañas historias a los que venían marchando, un poco por miedo y otro poco para que no los mataran por cobardes. Otro tanto hizo ese miedoso que solté primero. No dejó de ir de aldea en aldea contando sobre que los bóreos ahora tenían castillos. Al final los ejércitos nunca llegaron a sitiar aquel lugar. Solo le impusieron al viejo caballero un impuesto que rara vez fueron a cobrar, en eso quedó todo.
--Imagino que siempre alimentas esas historias Hiperión
--Me hubiera gustado haber hecho la mitad de las cosas que se cuentan de mí Vallekano. De hecho le dije a ese señor que dijera que me había pagado el triple por contratar a mi banda. Luego me requerían muchos nobles dispuestos a pagar fortunas por asuntos de poca monta...además que me gané mi mote..."pecho rojo" que luego cambió a "coraza roja"
--No entiendo Hiperión... ¿como es que te nombraron así?
--Imagina que sostienes un corazón caliente y palpitante. Que lo muestras en alto para que todos lo vean y que luego le das un buen mordisco...¿adónde piensas que va a parar la sangre?
domingo, 21 de abril de 2019
El comodín de Davan
Solot cenaba en el salón central de templo cuando de pronto tuvo que dejar de comer. Fue el olor. Ese aroma que despedía uno de sus enemigos más acérrimos. Olor a magia vieja. A ungüento y grasa. A piel quemada, normal en un piromante.
─¿A que debo el honor de tu visita dedo negro?
─Siempre has tenido buen olfato, lo reconozco.
Davan se sentó pesadamente. El viaje había sido agotador cabalgando sin freno apenas acabó su reunión con Hiperión. Tenía que ver como iba su otro plan, el que dependía de la vigilancia del alto sacerdote. Había intereses en común por el que ambos debían velar.
─Viajará al norte pronto. Encontró demasiada resistencia más alla del valle negro. Va a extender la linea de fortalezas. Y sabemos que antes de que vuelva el innombrable atacará. No hay demasiado por lo que preocuparse. Un príncipe nuevo en Lurzt será un detalle del que se ocupará recién cuando logre estabilizar los frentes. Y eso no es fácil de lograr.
Davan se sirvió un poco de vino. Ese vino que había viajado leguas marinas desde recónditos lugares para llegar a las bodegas de Solot. Ese que tomaba solo cuando estaba solo. Ese vino que Davan despreciaba porque valía demasiado.
─Que no venga no significa que no mande alguien a que se ocupe. Eso lo sabes bien.
─Zorros Negros, Paño Morado...algún rastreador y arqueros, lo usual.
─No me gusta que me mientas ─dijo mirándolo fijamente mientras empujaba la jarra de vino hasta el borde de la mesa.
La mirada de ansiedad del sacerdote divirtió a Davan. Quería más a sus vinos que a cualquier persona en ese templo. No soportaba la idea de que se desperdiciara.
─Hubo un rumor...
─Estoy escuchando.
─Prekass...dicen que bajó hace unos días del norte. No me imagino para que. La campaña está más dura que nunca y necesitan sostener el frente.
─He visto a un leopardo huir de un lobo en un sueño Solot. Quizás tengas ganas de interpretarlo.
─Ese hombre no es de los que huyen. ─dijo Solot, negando con la cabeza.
─Pensemos un rato entonces...supongo que ha sido obligado.Le han dado la orden. Una orden semejante después de todo lo que atravesó suena a castigo. Lo han humillado. Es astuto Turbarión al despojarlo de todo mérito y enviarlo aquí. El viejo problema del sur. Tendrá que resolverlo para recuperar la confianza.
─¿Un comandante a la baja te preocupa?
─Me preocupa uno demasiado motivado.
Prekass era uno de los mas ambiciosos comandantes de guarnición de los que Turbarión disponía. Se había destacado en el inicio de la campaña del norte. Había ganado mucho terreno y se había instalado muy profundo en el traicionero norte. Pronto estuvo rodeado y aislado. Nadie sabe a ciencia cierta como rompió el asedio. Por la cantidad de soldados que pudo salvar se piensa que tuvo que ofrendar a la loba la mayoría de sus hombres. Pero sus fuertes se sostuvieron y desde allí se montaran las siguientes ofensivas. En cierta manera había logrado su cometido.
─Lo que me preocupa es que el general anticipó lo que la hermandad va a hacer en estos días. ¿Acaso tuviste algo que ver Solot?
─Mi único trato es contigo. No estoy obligado a controlar todo lo que se rumorea. Siempre se sospechó que la hermandad tenía un espía...eso hasta tú lo sabes.
─Lo se, pero hasta los espías saben cuando deben callar.
─Parece que ya no. ─dijo con un dejo de impotencia el alto sacerdote. ─una hermandad destruida no es lo que Turbarión pretendía, al menos, no todavía.
─Pero un rival debilitado al que imponer condiciones si es algo tentador para él. Todavía no nos han doblegado Solot.
El alto sacerdote sabía que sin la hermandad él también perdía. Era en parte el garante de la estabilidad que se sostenía en el sur. Siempre hubo rumores de que los señores del sur algún día se levantarían desoyendo el consejo de la puerta de los dioses. El concilio había dicho que el destino del sur era preservarse de la guerra. La estricta neutralidad era la única protección a la que podían aspirar. Los nobles sureños no pensaban igual. No habían dejado de pagar mercenarios y disponerlos en la frontera, cosa que solo sirvió para dolores de cabeza ya que sin control se dedicaron al pillaje y a atacar los pocos mercaderes que aún se aventuraban cerca de Lurzt.
─Nunca debiste hacer tratos con él dedo negro. Si tus hermanos se enteran te colgaran sin juicio.
─No me preocupa mi cuello, sólo saber cuando me traicionará.
─¿Aún crees que sacarás algo de todo esto? Nunca cumplirá su palabra Davan
─Fue una tregua, no un trato. No tergiverses las cosas. Tengo un trato contigo sin embargo, si él me gana la espalda tendré tiempo de venir por tí.
─No sería una charla agradable si no me amenazaras de muerte amigo mío. Yo tampoco puedo confiar en él asi que tendremos que seguir juntos un poco más...y quién sabe, quizás entiendas que puedo serte más útil de lo que piensas.
─Cada vez que un enemigo se muestra débil ante tí es porque ya tiene confianza en sus fuerzas escribió un sabio Solot, lo leí en tu biblioteca.
─Conozco la cita Davan, y conozco la suerte que corrió ese sabio, a veces escribimos mejor de lo que obramos...
─Pues que tus obras sean mejores que tus escritos Solot. ─dijo alzando su copa.
─Pues la tengo fácil Davan. No he escrito nada en mi perra vida.
Dedo negro le hizo un gesto con la cabeza y salió del salón justo antes de que entrara un criado a traerle un poco más de vino pero Solot tapó la copa con su mano. No era tiempo de beber, aún tenía cosas por hacer esa noche. Sobre todo era tiempo de enviar emisarios a Turbarión contándole las novedades del reino. Al menos aquellas que le convenían.
domingo, 14 de abril de 2019
La as de Hiperión
El mercenario no quedó conforme con la reunión. Davan no era confiable según su criterio. Hacía falta muy poco para que su plan fracasara y la vida de sus hombres se viera comprometida. Debía acelerar los tiempos y lanzar la ofensiva sobre el palacio ahora que todavía tenía la iniciativa. Parabel ya estaba en las mazmorras. José ya había acomodado a los leales en el turno matutino y Kurz había logrado acceder a la misma guardia de la torre. Era tiempo de poner en marcha el secuestro del príncipe. Obligarlo a abdicar en favor del muchacho Oren o matarlo. Ya no importaba.
La hermandad lo estaba esperando en el camino cuando volvió al campamento. Tenían un carromato preparado donde viajarían los falsos artistas mientras el resto oficiaría de custodia. Hizo una señal y Vallekano lanzó su flecha negra. La caravana partió de inmediato sin siquiera esperar su presencia. Debían dar un largo rodeo para aparentar venir desde el sur. Acamparían en el bosque cerca de alguna aldea para dar la idea de que llegaban luego de un largo viaje. No podían dejar ningún asunto librado a la suerte. Al despuntar el alba tendrían que dirigirse a palacio. Tenían todo ese día y la noche para simular su viaje. Las agotadoras jornadas le darían al grupo el semblante justo de cansancio para completar el timo.
Mientras tanto en Lurzt el juglar no había perdido el tiempo. Había pasado las horas cantando y maldiciendo a los guardias. El resto de los cautivos empezó a vivarlo cuando entonó conocidas canciones en contra del príncipe y su casa. El alboroto pronto hizo reaccionar a los carceleros. No era conveniente un disturbio de ese tipo cuando llegaba la época en la que el príncipe abandonaba la torre y bajaba a la plaza principal. Podían acabar el día colgados de alguna torre. La golpiza fue feroz y para coronarla le pusieron la capucha negra que usaban con los reos más revoltosos. La total oscuridad solía ser un buen apaciguador de ánimos. El juglar se volvió a estirar sobre la paja maloliente buscando algo de confort. Todavía le dolía la paliza anterior así que de la nueva no tenía registro exacto. Suspiró y se dispuso a dormir un poco. Al menos sus manos estaban bien, las necesitaría luego. La próxima vez que viera la luz tendría sabor a libertad. Ese era su único alivio.
Kurz y José se reunieron en un salón desierto mirando un tosco dibujo del castillo y sus pasajes.
─¿Quién te enseñó a dibujar José?
─Tu madre ─contestó con fastidio ante la sonrisa socarrona del guerrero de la flor.
─Sabemos como llegar a la torre. Tomaremos por sorpresa a la guardia. Allí es cuando tú deberás dirigirlos hacia el salón de los visitantes. Los encerraremos allí...
─Soy nuevo para ellos, ¿que pasa si no me siguen cuando los alerte del peligro?
─Supongo que deberás sonar convincente mi amigo, o el plan fracasará y todos seremos colgados.
Kurz suspiró y la sonrisa se le escapó del rostro. Todavía no sabía si podría lograr aquello. Estaba decidido que la compañía de la estrella del sur ganara el premio máximo y se presentaran ante el príncipe. Habían sumado a los mayordomos que hacían el recuento a la causa. Odiaban a José los escoltaría y los perdería en los pasillos mientras Parabel y los demás tomaban su lugar y se dirigían a la torre. Para ese momento, más hermanos deberían haber llegado a las mazmorras para completar el número de la compañía de artistas. Era sabido que que nunca superaban la decena. La guardia no permitía demasiados extraños cerca de la torre. Las entradas estaban vigiladas con mucho recelo. El único lugar donde la hermandad podía ocultarse era en las mazmorras. El camino desde ellas hasta la torre del principe era largo pero no había mucha opción. Demasiado podía salir mal pero era el único momento en que la guardia de la torre, los mejores de todo Lurzt, estaban más preocupados en el itinerario del principe que en controlar el resto del castillo.
La causa había ganado aliados insólitos. De alguna manera se sabía que algo pasaría esas fiestas y todos querían participar. El odio era especialmente intenso hacia los Astrim en el palacio. Hacia la casa del príncipe y hacia los protegidos por ellos. Amadir, jefe de los mayordomos era uno de los que más pasiones despertaba. Había más de un mayordomo que no sabía nada de los planes de la hermandad pero que apenas oyó rumores de cambio se ofreció a cortar las cabezas de cuanto noble le pusieran delante. Y la de su jefe.
El juglar, a pesar de la capucha, escuchó como seguían llegando revoltosos al calabozo. Algunos en especial le hicieron gracia. La gitana que timaba a los aldeanos en la plaza con sus adivinaciones sonaba demasiado parecida a Jenny. La arrojaron a una celda cercana sin siquiera dirigirle la palabra aunque ella los maldecía por generaciones. Luego llegaron un par de borrachos que peleaban por una mujer y creyó distinguir las voces de Emithan y Asi mientras de fondo se oía el llanto de...¿Silvia? tratando de explicarles a los guardias que todo era un error. Los tres compartirían celda y seguirían discutiendo mientras los guardias se alejaban. Parabel sonrió a medias ya que el costado le dolía horrores. Parece que el plan había sido adelantado. Debían ir llegando con el correr de los días y ahora estaban todos allí en el transcurso de una mañana. Algo había cambiado y parecía necesario quemar etapas. Eso siempre le había parecido peligroso, porque lo era.
La caravana había llegado al valle de la conjura. Era lo más al sur que podían llegar antes de emprender el retorno. Valkiria miró con algo de melancolía el camino real perdiéndose entre las colinas. Algunos días de camino más la hubieran depositado en los enormes arcos de piedra que daban la bienvenida a la tierras sin guerra. Verbogón. La puerta de los dioses. Y en lo alto de una colina el templo de la luna. Sus hermanas, su camino trastocado por la maldad de los hombres. La luz de la guardiana que se opacó hasta que solo quedó el brillo de su acero. Todos los pensamientos atropellándose en su cabeza por un instante. No era tiempo aún. Su corazón no brillaba todavía. Le habían robado la luz pensó mientras acariciaba las dagas que tenía en el cinto.
─Todavía no puedo hermanas. Todavía no...
La caravana dio un tortuoso rodeo y emprendió el regreso. Nadie los había seguido. Ahora eran una caravana de artistas. La compañía de espectáculos espectaculares, venidos desde las lejanas tierras de Mediamar a Meridia para satisfacer los caprichos de un príncipe ignoto.
Todos cambiaron sus atuendos y guardaron en los cofres de vestuario sus armaduras y espadas. Sólo la escolta se mantuvo tal como estaba. Alex, Brian, Sharra, Valkiria, Raluk y Wonder. Seis serían suficientes para imponer respeto. No había reportes de bandas demasiado cerca del valle del dragón pero estos caminos estaban alejados de sus dominios. Todos se mantuvieron alertas mientras lentamente emprendían el regreso. Todos deseaban que terminara siendo una marcha triunfal. Sobre todo Hiperión que acechaba Lurzt desde los bosques a la espera de ellos. Esta era su carta de triunfo, aunque había muchas más en la baraja.
Mientras tanto en Lurzt el juglar no había perdido el tiempo. Había pasado las horas cantando y maldiciendo a los guardias. El resto de los cautivos empezó a vivarlo cuando entonó conocidas canciones en contra del príncipe y su casa. El alboroto pronto hizo reaccionar a los carceleros. No era conveniente un disturbio de ese tipo cuando llegaba la época en la que el príncipe abandonaba la torre y bajaba a la plaza principal. Podían acabar el día colgados de alguna torre. La golpiza fue feroz y para coronarla le pusieron la capucha negra que usaban con los reos más revoltosos. La total oscuridad solía ser un buen apaciguador de ánimos. El juglar se volvió a estirar sobre la paja maloliente buscando algo de confort. Todavía le dolía la paliza anterior así que de la nueva no tenía registro exacto. Suspiró y se dispuso a dormir un poco. Al menos sus manos estaban bien, las necesitaría luego. La próxima vez que viera la luz tendría sabor a libertad. Ese era su único alivio.
Kurz y José se reunieron en un salón desierto mirando un tosco dibujo del castillo y sus pasajes.
─¿Quién te enseñó a dibujar José?
─Tu madre ─contestó con fastidio ante la sonrisa socarrona del guerrero de la flor.
─Sabemos como llegar a la torre. Tomaremos por sorpresa a la guardia. Allí es cuando tú deberás dirigirlos hacia el salón de los visitantes. Los encerraremos allí...
─Soy nuevo para ellos, ¿que pasa si no me siguen cuando los alerte del peligro?
─Supongo que deberás sonar convincente mi amigo, o el plan fracasará y todos seremos colgados.
Kurz suspiró y la sonrisa se le escapó del rostro. Todavía no sabía si podría lograr aquello. Estaba decidido que la compañía de la estrella del sur ganara el premio máximo y se presentaran ante el príncipe. Habían sumado a los mayordomos que hacían el recuento a la causa. Odiaban a José los escoltaría y los perdería en los pasillos mientras Parabel y los demás tomaban su lugar y se dirigían a la torre. Para ese momento, más hermanos deberían haber llegado a las mazmorras para completar el número de la compañía de artistas. Era sabido que que nunca superaban la decena. La guardia no permitía demasiados extraños cerca de la torre. Las entradas estaban vigiladas con mucho recelo. El único lugar donde la hermandad podía ocultarse era en las mazmorras. El camino desde ellas hasta la torre del principe era largo pero no había mucha opción. Demasiado podía salir mal pero era el único momento en que la guardia de la torre, los mejores de todo Lurzt, estaban más preocupados en el itinerario del principe que en controlar el resto del castillo.
La causa había ganado aliados insólitos. De alguna manera se sabía que algo pasaría esas fiestas y todos querían participar. El odio era especialmente intenso hacia los Astrim en el palacio. Hacia la casa del príncipe y hacia los protegidos por ellos. Amadir, jefe de los mayordomos era uno de los que más pasiones despertaba. Había más de un mayordomo que no sabía nada de los planes de la hermandad pero que apenas oyó rumores de cambio se ofreció a cortar las cabezas de cuanto noble le pusieran delante. Y la de su jefe.
El juglar, a pesar de la capucha, escuchó como seguían llegando revoltosos al calabozo. Algunos en especial le hicieron gracia. La gitana que timaba a los aldeanos en la plaza con sus adivinaciones sonaba demasiado parecida a Jenny. La arrojaron a una celda cercana sin siquiera dirigirle la palabra aunque ella los maldecía por generaciones. Luego llegaron un par de borrachos que peleaban por una mujer y creyó distinguir las voces de Emithan y Asi mientras de fondo se oía el llanto de...¿Silvia? tratando de explicarles a los guardias que todo era un error. Los tres compartirían celda y seguirían discutiendo mientras los guardias se alejaban. Parabel sonrió a medias ya que el costado le dolía horrores. Parece que el plan había sido adelantado. Debían ir llegando con el correr de los días y ahora estaban todos allí en el transcurso de una mañana. Algo había cambiado y parecía necesario quemar etapas. Eso siempre le había parecido peligroso, porque lo era.
La caravana había llegado al valle de la conjura. Era lo más al sur que podían llegar antes de emprender el retorno. Valkiria miró con algo de melancolía el camino real perdiéndose entre las colinas. Algunos días de camino más la hubieran depositado en los enormes arcos de piedra que daban la bienvenida a la tierras sin guerra. Verbogón. La puerta de los dioses. Y en lo alto de una colina el templo de la luna. Sus hermanas, su camino trastocado por la maldad de los hombres. La luz de la guardiana que se opacó hasta que solo quedó el brillo de su acero. Todos los pensamientos atropellándose en su cabeza por un instante. No era tiempo aún. Su corazón no brillaba todavía. Le habían robado la luz pensó mientras acariciaba las dagas que tenía en el cinto.
─Todavía no puedo hermanas. Todavía no...
La caravana dio un tortuoso rodeo y emprendió el regreso. Nadie los había seguido. Ahora eran una caravana de artistas. La compañía de espectáculos espectaculares, venidos desde las lejanas tierras de Mediamar a Meridia para satisfacer los caprichos de un príncipe ignoto.
Todos cambiaron sus atuendos y guardaron en los cofres de vestuario sus armaduras y espadas. Sólo la escolta se mantuvo tal como estaba. Alex, Brian, Sharra, Valkiria, Raluk y Wonder. Seis serían suficientes para imponer respeto. No había reportes de bandas demasiado cerca del valle del dragón pero estos caminos estaban alejados de sus dominios. Todos se mantuvieron alertas mientras lentamente emprendían el regreso. Todos deseaban que terminara siendo una marcha triunfal. Sobre todo Hiperión que acechaba Lurzt desde los bosques a la espera de ellos. Esta era su carta de triunfo, aunque había muchas más en la baraja.
jueves, 11 de abril de 2019
Cartas nuevas, baraja gastada
Hiperion odiaba tener que atravesar los húmedos pasadizos en el interior de la montaña para llegar hasta el infame balcón de piedra donde Davan se refugiaba. Nunca había compartido la idea de que el anciano misterioso se mantuviera aislado del resto, pero era un pacto antiguo con la hermandad. Con los antiguos líderes, y no tenía potestad para romperlo.
Había pospuesto la charla lo más posible pero llegaba el momento de tenerla. Era el único escollo en su plan. Y el único con suficiente poder para frustrarlo.
Davan ya tenía bastante información del asunto pero mantuvo las apariencias apenas vio aparecer a coraza roja. Cambiar el balance de poder en el reino echaba sombras sobre sus propios planes. Ahora mismo sabía que esperar de cada uno de los que tomaban decisiones. Sería un error perder esa certeza. Lurzt era adversa pero inofensiva. Muy temerosa como para llamar la atención del general Turbarión. El imperio no temía por su retaguardia. ¿Por qué llamar a las fuerzas del este al valle?
─¿Debo sorprenderme de tu visita?
─Para nada mago, ya sabes que nos debemos esta charla. Pero podrías haberte acercado al campamento.
─Demasiados oídos mercenario. Aquí tendremos algo de privacidad.
Hiperión miró en dirección a Barbeta que aplastaba hierbajos en un mortero de piedra pero supuso que esa sería toda la privacidad que se podía encontrar allí.
El mercenario sacó un paño de seda con un emblema bordado de su chaqueta de cuero endurecido. Era un escudo. De una casa muy famosa y antigua. Desenvolvió lo que resultó ser una daga ornamentada. Davan se puso a examinarla con detenimiento. Empuñadura con incrustaciones de piedras preciosas y la hoja grabada con runas negras que contrastaban con el acero bruñido.
─¿Hace cuanto que la tienes?
─Lo suficiente como para saber que llegó el momento de usarla.
─¿Sábes lo que dice aquí?
─Mi antiguo meridio está un poco oxidado pero entiendo lo suficiente,
─¿Que te hace pensar que es verdadera?
─He saqueado ciudades sureñas y conozco sus emblemas. Quién hubiera querido falsificar la daga hubiera optado por su escudo de armas más conocido. El dragón sobre la montaña, pero si conoces la historia de los Oren sabes que al principio era un escudo cruzado por un hacha. La marca de los defensores se perdió cuando empezó a correr esa profecía de que el dragón vivía en la montaña y velaba por el valle. Y pocos conocen el lema original...
─Debería contratarte como escriba Hiperión ─dijo con un dejo irónico Davan mientras giraba la daga entre sus dedos.
─Todos repiten sin saber "el nacido del dragón viene" Davan ─continuó explicando el mercenario sin prestar atención a las burlas. ─Lo han traducido mal o lo han cambiado por conveniencia, tú sabes que originalmente decía "el que ha vencido al dragón viene" ya que esperaban que Vikan descienda del fuerte para expulsar a los corruptos del trono
─Supongamos que tienes a un heredero de la casa Oren Hiperión. Y que tu gran plan es sentarlo en el trono de Lurzt... ¿Y luego que? ─preguntó mirándolo fijamente...¿que piensas que hará Turbarión cuando peligre su retaguardia, cuando el valle se vuelva una amenaza? ¿crees que seguirá jugando a la guerra con nosotros, que seguirá usando voyanas y mercenarios para mantenernos ocupados?
Porque la imagen más real será la de muchas más compañias bajando por el camino alto dispuestas a convertir todo esto en un yermo.
─¿Yo soy el ingenuo? estoy tratando que una de las ciudades con más ejército de todo el sur se proponga defender el valle. Estoy hablando de sostener una línea de frontera ya que el terreno nos favorece. Hacer al enemigo dudar y que deba negociar con nosotros en igualdad. Pero tú dices que confiemos en el enemigo. Que no estamos en sus planes cuando ya han muerto tantos de nosotros que no sabemos si estaremos aquí el próximo invierno.
¿Seguir a merced de los caprichos de un tirano que espera que sus hermanos mueran en el oeste para tomar el poder?
─Cuarenta y cuatro Hiperión. cuarenta y cuatro.
─¿Que significa eso?
─El número de compañías destacadas del otro lado del Espinazo. Al final del camino alto.
─Muchas están en el norte Davan, nadie tiene el número exacto. Además de que en la retaguardia no todas son campañías guerreras. Hay rastreadores, porteadores. Hasta los que cocinan tienen la suya.
─Cierto. Nadie lo tiene. Y puede que no todas sean tan diestras como los zorros negros o los tortuga pero ponte un momento en su lugar. Tiene la fuerza del número. ¿Por qué desperdiciar esa ventaja?
─¿Si tuviera en mente invadir el sur Davan...como piensas detenerlo?
─No detienes a un enemigo así Hiperión. Lo infiltras, los carcomes, lo disminuyes día a día...conviertes su tamaño en su debilidad.
─¿Eso no es acaso lo que hemos estado haciendo hasta ahora, mientras morimos aquí?
Las últimas palabras hicieron eco en la montaña. Ambos habían alzado la voz. Barbeta se levantó. Pacientemente dejó el mortero a un lado mientras hacia ese gesto tan característico en él de cansancio y tomó la palabra.
─Señores míos, ambas estrategias son maravillosas...pero incompletas. Uno busca engordar la resistencia, el número, mientras el otro pretende seguir sin llamar la atención. Perseguir a los que entren al valle pero no mucho más. De alguna manera ambas han funcionado juntas hasta ahora. Hemos reclutado y hemos mantenido en tinieblas al enemigo. Hemos estado ensayando en base a lo que creemos que el enemigo hará. La guerra sigue en el oeste y si empeora para ellos Turbarión deberá responder y movilizar el grueso en apoyo. La respuesta no está en Lurzt, aunque un cambio de mando podría quitar presión sobre toda la región. Estar a merced de un millar de compañías tampoco se ve demasiado apetecible. Debemos intentar acercarnos a ese poder que se cierne sobre todos y viene del portal.
─¿Estás borracho Barbeta? ¿quieres reclutar dragones?
─No solo son bestias sin mente las que cruzan. Imagina que son distintas razas escapando de un gran peligro. Si un incendio se desatara en el valle ahora mismo verías animales correr, antes de divisar nuestras carretas por el camino. Todo lo demás es válido, asaltar el trono mientras mantenemos en secreto nuestra fuerza. Pero la diferencia estará en conseguir un aliado que verdaderamente pese en la balanza.
Por un instante Davan contempló a Barbeta como algo más que un ayudante. A veces olvidaba que era uno de los más importantes sabios del portal. Desterrado del mismo templo del ocaso por tener demasiada cercanía con las criaturas que habían cruzado a los llanos. Por algo había arriesgado la vida para sacarlo de una oscura mazmorra meridia.
─¿Que has descubierto en la biblioteca del templo Barbeta?...¿y por qué te has guardado todo esto? ─preguntó Davan sintiéndose traicionado.
─Porque no estaba seguro de que fuera realmente posible. Sólo puedo decir que es una idea que he llevado por años en mi cabeza pero...finalmente dí con ellos. Hay ciertos escritos que han permanecido ocultos. Pergaminos antiguos que hablan de un pacto. Y nombran a uno que venció al dragón.
─¿Vikan Oren? ─preguntó Hiperión. Barbeta asintió.
─Estos escritos estaban disimulados entre miles de pergaminos sin traducir, las llamaron "crónicas del alba" y hablan del hombre que pudo vencer a una poderosa bestia para luego sentarse de igual a igual con sus amos y negociar un pacto. Este pacto permitía cruzar a ciertas bestias pero no a toda la manada. Sería un proceso lento que aseguraría la supervivencia de ellos y de nosotros. Equilibrio era la clave del pacto. Equilibrio que el este rompió al invadir los llanos meridios. Cuando el portal peligró los magos oscuros decidieron quitar toda barrera mágica y ya sabemos que pasó. Nadie sabía lo que vendría del otro lado.
─¿Quienes son esos amos? ¿dónde podemos encontrarlos?...ya hemos vencido a suficientes bestias como para que nos presten atención. ─Reclamó Hiperión con intensidad.
─No es tan fácil. Esas criaturas aún permanecen del otro lado. Y allí no somos bienvenidos. Además sólo hemos vencido a una criatura realmente poderosa. No son los dragones ni nada parecido. Hay algo en los pergaminos que pude traducir como el poder incontestable. solo nos hemos topado con una criatura de ese tipo. Yo participé de esa misión, y me traje su cabeza. Con ella podremos sentarnos a negociar me parece.
─¿Hablas de la gorgona? ¿acaso no matamos muchas como ella?
─Esa era especial. Podía encantar a hombres y bestias por igual. La encontramos antes de que se vuelva demasiado poderosa. Pero hay muchos otros seres con igual o mayor poder que todavía no han cruzado. Esperan que las bestias sin mente les allanen el camino. Luego vendrán. Esa será la noche que se come el mundo. La profecía de la magia oscura.
Por un momento Hiperión y Davan sintieron que sus planes eran vanos. Demasiados frentes de guerra atentaban contra sus planes. Quizás Turbarión no era la principal amenaza que se cernía sobre ellos, aunque si era la más real y palpable. El anciano misterioso tomó la palabra finalmente.
─Has lo que tengas que hacer en Lurzt. Yo no interferiré. Debemos unir fuerzas si pensamos inclinar la balanza. Todavía no estoy seguro de que podamos negociar con las criaturas del abismo. Nunca fueron muy confiables.
─Yo tampoco quiero tratos con ellos Davan. Pero en un futuro quizás sean lo único que nos quede. Dile a tu ayudante que siga investigando.
Se despidieron fríamente. Cada uno tenía sus propios planes y las revelaciones de Barbeta sólo habían traído cartas nuevas a una baraja gastada. Cada uno seguiría con la mano que le había tocado jugando su propio juego. Ninguno se caracterizaba por trazar alianzas duraderas pero estaban allí. Atrapados entre las alturas y el valle buscando ganar la partida, tratando de aparentar que la fortuna les había sonreído. Y los dos sabían que estaban mintiendo.
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