sábado, 31 de agosto de 2019

La tierra yerma




Palash entró con pasos pesados en la tienda alfombrada. Su hermano estaba sentado en su sillón habitual al que todos llamaban por lo bajo "el trono"
Topor era el general supremo de las fuerzas del imperio. Y actuaba desde siempre como un emperador. Aunque el propio código imperial prohibiese que un general estuviera por encima de los otros dos. Era un gobierno de tres. Y una competencia por el poder entre Topor y Turbarión que dejaba a Palash en incómoda posición. Oscilaba entre la ambición de uno y la soberbia del otro. Pero sabía que era más peligroso uno que lo quería todo que aquel que ya lo tenía. Porque Topor era el guardián del código imperial. La letra decía que el guardián era el primer servidor. Pero la letra puede tener muchas interpretaciones y recibir poco servicio, sobre todo si crees que para proteger algo debes estar por encima de el. Turbarión, en cambio, quería ser el guardián para acabar con el código para siempre. Y eso era demasiado para Palash, un hombre que necesitaba que ciertas cosas siguieran siendo como eran. Aunque estuvieran mal.

─Bienvenido hermano...¿que noticias me traes del frente?.

─Nada bueno Topor. La campaña de invierno no es mejor que la pasada. El pantano no se ha congelado. Ahora es barro helado que no deja transitar ni pasar los carros.

─¿Y que pasó con los puentes que mandé construir?

─Esos nunca fueron puentes sino pasarelas, y son de madera. Fáciles de incendiar. El nuevo entretenimiento de los hombres del fuego. Ya sabes que tienen afición por esas cosas.

─Necesitamos establecer la linea de fuertes pronto. La nieve cubrirá todo en unos días.

─Ya nieva copiosamente en el Valle Muerto Topor. ─dijo sacándose con dificultad las botas.

Sus pies estaban ennegrecidos. En parte congelados y en parte por el unguento que debía ponerse para no perder los dedos. Topor hizo un gesto de asco y apartó la vista.

─¿No te agrada el espectáculo hermano? Y eso que no has visto nada aún, pero claro, para eso deberías visitar el frente alguna vez. No está tan lejos de aquí.

Habían montado campamento en Gorod. Que era un montón de ruinas después que el imperio llegó a ella. De nada sirvieron los intentos de negociar. Las declaraciones de lealtad. Supo ser una majestuosa ciudad en otro tiempo. Y fue pasto de las llamas. Ahora yacía abandonada, perdida en los llanos.
Después hubo que lidiar con los titanes y demás bestias que por allí vagaban. Pero no dejaban de ser animales que necesitaban comer y siempre iban donde había comida. Gorod era una tumba. Les atraían más los poblados y aldeas que los destacamentos llenos de soldados armados. La comida fácil siempre era más sabrosa.
Hubo que construir un extenso muro para que no volvieran. En eso se uso la cantidad de piedra que quedó de la ciudad. Porque algún día los poblados y aldeas se acabarían. Sea porque los destruían las bestias y los salvajes voyanas, o porque migraban al sur a montar campamentos del otro lado de las montañas. El imperio, sin embargo, no perdía el sueño por los pueblos de los llanos. Eran algo que simplemente debía desaparecer. Con ellos se iba la oportunidad de la traición.

─Hermano, te ha sentado mal el viaje. Descansa un poco. Ya encontraremos la forma de flanquear sus defensas. Es cuestión de tiempo.

─No hay tiempo para más inviernos en el frente. Perdimos un quinto de los hombres por muerte o deserción...

─La ley dice que si un hombre le da la espada al código su compañía debe pagar por él.

─Topor..─dijo Palash con un suspiro ─Si mato a los fieles, sobre todo en tal cantidad, pronto no tendré números ni para atacar una aldea.

─El código es todo lo que une esta gran fuerza Palash. Debemos honrarla. Ser dignos de ella...

─Déjame reclutar en los llanos. Muchos vendrán por un par de comidas al día. Gente que está habituada al clima...

─En el este también nieva Palash, no seas ridículo.

─Pero la nieve cae sobre la piedra. No se transforma en pantanales infranqueables.

─La gente de los llanos debe morir aquí. Han vivido como reyes por siglos mientras el hambre era nuestra. Es hora de que paguen ─dijo con súbita furia Topor.

─Ya los venciste Topor. Los reyes de la moneda son un recuerdo. La dinastía se perdió. Sus ciudades. Sus templos. Su oro. Todo está enterrado. Muerto.

─No he vencido una mierda si mañana aquellos que vine a vencer son parte de mis filas. ─dijo ya de pie. No los necesito. No los quiero. Vine a terminar con ellos...

─Vinimos ─dijo Palash haciendo una pausa para recordarle que no estaba solo en la campaña. ─Vinimos para acabar con la casa Valyuta. Y lo hemos hecho.

─Ya suenas como Turbarión hermano. No debes hablar en contra del código.

─Vivo por el código del hierro, y muero por el ─dijo con mirada endurecida Palash.

Pero su hermano ya se había calmado. Le acercó una copa de vino a su hermano de armas mientras buscaba algo de comer de una fuente llena de frutas en la mesa de la tienda.

─Hermano mío. No fue prudente levantar la voz. Tampoco cuestionar tu lealtad, lo siento, a veces me dejo llevar por la pasión, así soy porque así debe ser un guardián...sólo te pediré una cosa y te dejaré descansar. Dime una lista de nuestros enemigos conocidos.

Palash se tomó un momento para pensar. Topor también ya que sabía que lo que evitaba un ascenso mayor de Turbarión era el apoyo que le había dado Palash en las desiciones de campaña.
Palash comenzó su enumeración.

─Los señores del fuego, en el oeste, nos mantienen en la frontera. En el norte los señores han capitulado pero los salvajes, los bóreos, aún resisten y asedian nuestra línea de fuertes. Del sur siempre vienen rumores pero nada de lo que tengamos noticias claras...

─¿Te das cuenta hermano? Hay un lugar que no has nombrado.

─Aquí vencimos tempranamente. Aquí vinimos con todas nuestras fuerzas. Y todavía no pudimos dar con ese que llaman el innombrable, pero porque nunca nos ha presentado batalla abiertamente.

─El código hermano dice que ante todo está la tierra ─dijo con vehemencia y comenzó a recitar ..."No has de tomar botín ni guardarás vino. Tomarás en cambio la fuente de todo. Porque el hierro y el oro duermen bajo ella y la vid crece por estar a ella unida"...

Palash lo escrutó en silencio. Conocía el pasaje.

─Tomamos la tierra para no compartirla con nuestros enemigos. El único enemigo que hoy no contamos Palash es aquel a quien le arrebatamos la tierra. Por eso no lo reclutaremos. Los obligaremos a irse de aquí. Si mueren es por su culpa. Que vayan al sur. Al oeste. O que los coman los lobos, no me importa. No pondré una espada en la mano de mi enemigo jamás.

Palash guardó silencio. Si hubiera cerrado la boca podría estar en su tienda descansando. Siempre olvidaba que había que evitar darle al guardián del código la oportunidad de dar sermones y montar ceremonias.
No había descendientes de los Valyuta vivos que se supiera. Y la gente común, como pasa siempre, vive su vida sin prestar mucha atención a quienes dirigen el reino. Eran simples reclutas y no seres ávidos de vengar la muerte de unos reyes que no habían conocido jamás. 

─Me bastaba con un no ─fue todo lo que dijo y se retiró mientras su hermano volvía a sentarse en el trono satisfecho de su elocuencia.

Palash volvía a tener esa vieja sensación como cuando hablaba con Turbarión. Infinitas ansias de perder la guerra y librar a toda Meridia del azote del este. No había encontrado en ninguno de los dos suficiente visión como para manejar las cosas cuando la guerra acabase. Pero tenía que ser justo  y reconocerle algo a Turbarión. Le interesaba respetar otros legados. Quería cierta continuidad en las cosas, mantener la costumbre de cada lugar y con ello ganar adeptos más fácilmente. Cierta negociación lógica para evitar la destrucción total del legado Valyuta.
 

Porque el imperio no podía esperar más que resistencias si todo lo que ofrecía era tierra yerma.





   



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