Crow alistó su caballo y partió rumbo al camino alto. Los observadores que reclutaron en la aldea habían dado aviso de movimientos en la curva del ciervo, ese recodo lejano donde se avistaban los primeros indicios de actividad enemiga. Algo venía y el Ojo gustaba de ver las cosas en persona para dar su opinión. Vallekano se ofreció a acompañarlo pero el cuervo estaba con prisas y no lo esperó.
─Alcánzame arriba, iré ganado tiempo...
La actividad en el campamento era frenética. Esperaban "el grande". Un ataque a gran escala desde hace días. Sabían que el general estuvo en el templo del Ocaso en dos ocasiones y que había enviado observadores por mucho tiempo. Ahora contaba con voyanas que se habían apostado en el camino alto por un par de jornadas. Todo parecía indicar que se tomaba su tiempo y tramaba algo. Los aldeanos no paraban de venir hasta el camino para dejar mensajes o esperar a alguno de los hermanos. Hablaban de hombres haciendo preguntas en tal taberna, bandoleros golpeando granjeros y amenazando para que los delaten. Hasta un mago verde que andaba por las cabañas ofreciendo curas a diversos males que no hacían más que enfermar peor a las personas. Había noticias por demás extrañas como un tigre que habían soltado cerca del mercado de Lurzt y que había obligado a huir a todos antes de que la guardia de palacio llegara. Davan había definido la situación con simpleza. Sembrar caos siempre da buena cosecha.
La situación de los hermanos había cambiado por completo. Sin Leo a cargo Crow había tomado algunas decisiones pero nada significativo. Sharra había sido terminante con la postulación de los demás.
─Los líderes hablan, yo no...
Los ojos de todos iban y venían, era sabido que la responsabilidad que acarreaba estar al frente era importante. El único que seguía dando órdenes a los suyos y actuando con aparente normalidad era Hiperion, más acostumbrado a esas lides.
─¿Quién le preguntará? ─dijo Brian especulando con la reacción de los demás
─Yo podría ser el líder aquí ─se postuló Alex pero nadie respondió ─puedo ser un gran líder...
Brian le puso la mano en el hombro y le hizo un gesto a su hermano de armas
─Nosotros no sabemos mucho de dar órdenes Alex...además...¿podrías sentarte en un promontorio a vernos pelear mientras consultas un mapa?
El gesto de Alex cambió por completo, no se imaginaba mirar una batalla sin desenvainar ni meterse en el fango de la lucha. Les pasaba a todos, no podían imaginar un escenario donde en una orden de ellos se jugara la vida de los demás. Que alguno cayera por una mala decisión era terrible de imaginar, en realidad nadie quería estar en ese rol.
─¿Haru? ¿tu no eras princesa de tu tribu? ─preguntó Vallekano
─¿Que crees que estoy haciendo aquí? es mi hermano el que toma las decisiones en casa. Yo solo tuve que hacerlo en un par de ocasiones y no es lo mío
─¿Parabel? tu luchas bien y nos pones de buen ánimo...
─Creo que justamente ese es mi papel aquí, y está bien así ─respondió el juglar dejando el tema zanjado.
Hiperion hablaba con Carlos y le indicaba donde quería poner trampas para evitar que flanquearan el camino real si decidían cruzar por alguno de los pasos exteriores. Hacía eso y miraba el mapa maldiciendo a Crow por salir con tanto apuro cuando él quería darle algunas directivas. Los hermanos habían aprendido a confiar en él, Leo confiaba en él y siempre le había encomendado los trabajos difíciles. Pero aún nadie se atrevía a decirlo en voz alta.
─Bueno, tomen una decisión de una vez y vengan a ayudarnos ─dijo Valkiria con signos de fatiga después de preparar varias monturas para salir de allí rumbo al bosque. Todos se pusieron de pie como para ir en busca de coraza roja pero al ponerse en camino se encontraron con él viniendo hacia ellos.
─Acepto, pero deberán obedecerme, esto no es un juego. ─les dijo Hiperion a la pasada mientras llevaba su montura al hombro.
─Pero todavía no te hemos dicho nada! ─retrucó Brian.
─Como si hiciera falta ─contestó entre risas ─ahora muevan el culo antes de que ese hijo de su perra madre venga a sitiarnos. Acamparemos en el bosque para resguardar este lugar.
Todos obedecieron y se pusieron en marcha mientras Hiperion le hablaba a Carlos y Wonder alertándolos sobre los senderos de montaña que podía usar el enemigo. Luego mandó a Garlick y a Daniel que fueran en busca de Crow, lo necesitaba allí más que nunca. Hacía mucho tiempo que buscaba recuperar a su maestro de mapas, ahora no había excusas.
El plan era casi el mismo de siempre. Llevarlos a un terreno donde les fuera difícil maniobrar. Donde no tuvieran un llano abierto o alturas de cobertura, allí por muchos que fueran serían emboscados en tandas. Desgastados hasta rendir la espada o perecer. No hay mucha defensa contra un enemigo que usa el terreno a su favor más que conocerlo, y en esa faceta la hermandad conocía hasta la última piedra.
Garlick tomó un sendero empinado hasta el mirador. Le gustaba demostrar que era el mejor trepando hasta las alturas donde se apostaban los observadores. Daniel bufaba y resoplaba por el esfuerzo pero no se quejaba. Sería el blanco de las burlas si demostraba cansancio. Ya estaban próximos a la saliente desde la que se dominaba parte del portezuelo y la entrada al camino alto cuando notaron huellas y rastros que no eran usuales. Como si un grupo numeroso hubiera pasado por ese lugar que solo utilizaban ellos. Mala señal. Luego vieron un rastro de sangre. Daniel le hizo señas de regresar y dar aviso pero su hermano tenía la vista fija en el sendero. Quería saber si todavía había chances de ayudar a los suyos ahí arriba. Garlick siguió subiendo con cautela y a su compañero no le quedó más remedio que acompañarlo. Escucharon voces en un acento extraño, forcejeos y algunos jadeos. Prepararon sus espadas para entrar en lucha, no había más remedio que aparecer en el claro y encontrarse frente a frente con lo que fuera que allí se había instalado. Garlick irrumpió primero y se quedó parado justo allí. Daniel estaba cerca y esperaba un nuevo movimiento de su compañero para entrar pero este permanecía inmóvil. Luego de un instante demasiado largo se acercó cauteloso para notar que su hermano estaba de pie gracias a la lanza que le había atravesado el pecho. Su cara mostraba sorpresa como última expresión. Daniel espió y vio a Crow arrodillado y maniatado que lo miraba fijo con ojos que avisaban, que decían algo que su boca amordazada no podía.
Daniel retrocedió y estuvo a punto de escapar pero tres hombres le cortaban la retirada. Lo habían rodeado. Pronto estuvo de rodillas junto a Crow que ahora tenía un gesto de resignación para el que no necesitaba hablar. Los enemigos charlaban en una lengua extraña que jamás había oído. Los señalaron a ambos y deliberaban. Era claro que no se habían podido poner de acuerdo cuando se acercaron a ellos. Uno intentó desenvainar su espada y otro se lo impidió posando su mano en la empuñadura de su compañero. Parecía que uno quería matarlos y el otro se lo impedía. Daniel miró con ojos de esperanza a Crow que lo miró fijo y negó con la cabeza, pero a él le parecía que quizás quisieran negociarlos. Después de todo eran de la hermandad fantasma y valían mucho.
Se acercó finalmente el que parecía no querer ejecutarlos. Había ganado la pulseada con el otro que abandonó el sendero y se perdió de vista. Finalmente se acercó a Daniel y le habló en lengua sureña aunque con un marcado acento.
─Estás de suerte muchacho. Mi compañero quería matarte sin más, pero yo necesito que des un mensaje.
Daniel asintió con ganas. No veía la hora de salir de allí e ir e busca de sus hermanos, sabía que intentarían seguirlo pero él también podía ser rápido y despistarlos. El hombre se puso detrás de él. Daniel extendió sus brazos para que el hombre cortara sus ligaduras, pero el hombre lo tomó por sus cabellos y tiró su cabeza violentamente hacia atrás.
─No se necesita que hables para dar un mensaje muchacho ─dijo con una sonrisa y lo degolló en un instante.
Daniel no había acabado de moverse todavía cuando su cabeza estaba ya en manos del hombre al que llamaban Benoth que también cortó la cabeza de Garlick y las clavó en lanzas que puso en el camino. Luego hizo una seña y cargaron a Crow en la grupa de un caballo.
─Hay planes para tí ─dijo simplemente el líder y partieron por el camino alto.
A los hermanos no les costó mucho dar con el mensaje. Allí junto al camino fueron desfilando uno a uno con Hiperion contemplando la escena desde un costado. Peinaron la ladera pero no había señas de Crow. No encontrarlo suponía cierto alivio. Pronto dieron con el rastro de los caballos marchándose y uno que extrañamente dejaba huellas más profundas que el resto. O era un guerrero muy obeso o había una montura con dos jinetes. O un jinete llevando a un prisionero. Todos sabían que los habían vigilado y que los conocían de batallas anteriores. El guerrero cuervo hacía rato que estaba identificado. Y ahora se lo habían llevado. Hiperion maldijo su suerte. Mala manera de comenzar a liderar le había deparado el destino.
La situación era compleja por donde se la mire. Si habían llegado al mirador del camino ya no odía saberse cuanto movimiento hubo mientras estuvieron allí. No había lugares seguros y sin embargo no habían atacado las cuevas donde tenían el campamento. Podía ser una buena señal entre tanta incertidumbre. Si para algo lo habían designado era para tomar decisiones y coraza roja pensaba tomarse el trabajo en serio.
─Hermanos, tenemos que afrontar esto lo mejor que podamos. Han invadido el valle. Y ahora quieren cazarnos. Están en el bosque, y seguramente en el camino alto. Además se han llevado a Crow y han matado a dos de los nuestros. No podemos ganar la batalla pero si podemos negarles la victoria. Vamos a movernos por el bosque tratando de que nos sigan hacia el río, quiero que piensen que vamos a Lurzt, que piensen que nos vamos a refugiar al castillo, pero primero hay que pelear o no morderan el cebo...
Era extraño para todos que se hablara en términos de perder y a la vez ganar. No estaban acostumbrados a las ambiguedades, tan afectas para un hombre como Hiperion. El pensaba en términos parciales, en posibilidades concretas. En sacar tajada. La vida de un soldado de la fortuna era simple. Sobrevive y cobra por tus servicios. El único que matizaba su sabida postura ante las adversidades era el cuervo, su estratega, y de alguna manera Turbarión lo sabía, por eso se lo había quitado. También logró sacar del medio a Leo porque pensaba de manera peligrosa para sus planes. Hiperión recordó la promesa que le hizo a su hermana y el consejo que ella le dio. Debía hacer las cosas de manera distinta o todo sucumbiría. Y no tenía a quién pedirle consejo sobre como ser otro tipo de líder.
La hermandad se movió ligero por el bosque evitando los pasos obvios que pudieran estar vigilados. Pronto se toparon con una partida de mercenarios que iba rumbo a una aldea cercana. Podían evitar el enfrentamiento y seguir hacia el río pero los hermanos no estaban dispuestos a abandonar a sus amigos así porque sí. Esa fue la primera prueba de liderazgo en la hermandad después de las pérdidas. Todos veían a la partida consultar un mapa y señalar en dirección a la villa cercana. Querían atacarlos en ese momento pero Hiperión quería ver si tenían órdenes o simplemente buscaban algo que dañar. Se puso cara a cara con Brían que lo trató de cobarde y ambos pusieron sus manos en las empuñaduras pero de alguna manera Parabel logró calmar los ánimos.
─Señores, se puede lograr ambos cometidos con un poco de astucia y paciencia, dividamos al enemigo. Y por sobre todo, consigamos ese mapa, para saber quién le provee información a los mercenarios.
Valkiria se sacó la coraza y se dejó simplemente la túnica y se dispuso a recoger hierbas cerca de allí. Su porte era llamativo y tenía buen aspecto. Sabía que no la ignorarían e irían tras ella.
─Vaya vaya ─dijo el líder de la partida apenas la vio. ─no solo crecen cardos en este miserable bosque. ¿Cómo te llamas bella flor?
Valkiria lo miró atemorizada y se quedó quieta en el lugar, justo en el claro, justo donde debía retenerlos.
─¿Por qué no contestas? ¿me tienes miedo? deberías temer a la guerra que está llegando, yo puedo cuidar de tí muy bien, al menos por un rato...
Una daga se clavó en su cuello apenas se acercó lo suficiente. Otra se incrustó en su pecho para terminar el asunto. Valkiria vio el último resto de vida abandonar al hombre y no olvidó darle su respuesta.
─Dicen mis hermanas que no...
El resto de la partida desenvainó pero ya era tarde. No hubo flecha ni cuchillo volador que errara su blanco, ni siquiera el mazo de Arlorg que voló para hundir el cráneo de un jinete que intentó escapar.
La amenaza era historia.
Pronto Hiperión tuvo el mapa en sus manos. Barbeta confirmó lo que todos temían. Era un mapa con el sello de la orden de la magia oscura, venido directamente desde el templo del ocaso. Esas fueron las visitas del general. Buscaba información. Y el mapa que le entregaron era suficientemente completo como para que supieran de la ubicación de todas las aldeas y de los lugares donde se creía que la hermandad acampaba. Las cuevas de las montañas no estaban marcadas pero si el camino real, justo donde se hicieron las emboscadas anteriores. Todo estaba marcado, lo que sabían los magos, lo que sabía el enemigo, lo que habían rastreado los voyanas. Sabían demasiado pero a Hiperión no le preocupó demasiado. Ahora sabía lo que ellos sabían y podía jugar con eso.
La meta era el río, llegar en cercanías del puente y luego volver por el agua a internarse en el bosque, dejando suficientes rastros como para que las partidas fueran tras la ciudad real. La cuestión era por donde ir, que camino tomar.
─Tenemos dos opciones Hiperión, o tomar la curva amplia del camino real tratando de esquivar el grueso de los enemigos o cortar por el bosque y prepararnos para lo que haya en el.
─Lo se Juglar, esa es mi duda, en el camino somos presa fácil y en el bosque hombres muertos, no paro de pensar en por qué acepté este trabajo.
─Quizás porque estabas aburrido ─deslizó el juglar con gracia.
Coraza roja levantó un brazo e hizo un gesto con la mano apuntando hacia el bosque. Había elegido el camino corto y riesgoso. La batalla estaba perdida desde un principio pero se podía caer derrotado con estilo. De alguna manera llegarían al río. Pronto llegaron los avisos de los demás miradores. Pese a que fueron tras la mayoría de ellos, otros hermanos tuvieron más suerte y escaparon sigilosamente del cerco de los voyanas.
─Muchos mercenarios. Los dirigen voyanas, conté al menos 50 lanzas. La mayoría con varias caras en sus casacas. Arlorg dice que son los cuchillos azules. Dominan buena parte de los llanos meridios y están enemistados con el innombrable así que pelean lejos de Margón, por eso están aquí.
El parte de Haru era bastante completo. Demasiados para enfrentar, demasiados para huir. Habían venido a cazarlos uno a uno. Lo único contra lo que no podría el enemigo sería las murallas de un castillo. Había que jugar con eso. Hacerles creer eso.
─Ellos van a caballo y son imbatibles con sus arcos cortos. Cabalgar por el bosque es darles lo que necesitan para acabar con nosotros. Pero si vamos a pie seremos blanco fácil. ─Comenzó a decir Hiperión.
─Hay otras maneras ─interrumpió Davan, que casi nunca hablaba en los encuentros.
─Te escucho ─contestó coraza roja, interesado en sus ideas.
─Puede que no sea el indicado en hablar de lealtades. Mi relación con ustedes ha sido difícil a veces, pero me atrevo a hacerles un pedido. Si hoy caemos, caera todo el valle...y quizás el sur. No pueden eliminar esta hermandad. No ahora, nunca...¿lo entienden? nunca!
Davan estaba exaltado como nunca se había mostrado. En parte se entendía que su plan se caía a pedazos si perdían ese día. No habría mañana. Lurzt rendiría la espada que nunca había desenvainado con facilidad. A menos que le llevaran la guerra hasta sus puertas. Esa era la idea de Hiperión. Dirigir a los voyanas contra la ciudad real. Pero había un largo camino y mil cosas que se podían torcer. Davan le hizo una seña a Javensen para que se acercara. Era hora de usar algunos trucos aprendidos en las mazmorras del oeste. El único lugar donde alguien podía aprender la piromancia.
Carlos podía aportar materiales para su plan pero los que quedaran atrás dificilmente se salvarían. Podían crear distracciones para la mayoría y sin embargo perder a más hermanos.
─Si alguno debe caer para que otros vivan así será ─afirmó con fuerza el anciano misterioso. El mago renegado que nunca había querido liderar pero ocupaba en parte el alma del liderazgo, aliviando la carga de Hiperión.
Pronto estaban desplegados en el bosque al acecho de las partidas a caballo que iban y venían buscándolos. Dedo Negro le pidió a Carlos que acumulara pequeños montículos de salitre y sulfuro por el camino. Les agregó un polvo oscuro que nadie reconoció. También pidió leña húmeda para comenzar la distracción. Los arqueron subieron a los árboles por pedido del mago ya que sería difícil luchar en tierra. Luego dividió a los hermanos en columnas para el avance. Los que correrían por el bosque debían evitar en lo posible entrar en combate. Cosa que pocos estaban dispuestos a cumplir.
─Donde aprendiste todo esto anciano ─preguntó Hiperión. Extrañado de su pericia en ese campo.
─Los voyanas han sufrido pocas derrotas categóricas. Me tocó combatirlos en los llanos meridios. Puedo jactarme de que esa vez pocos escaparon. Ellos reconocerán mis tácticas. Las aprendí de un fiero guerrero. Uno que ya es leyenda...
─Sólo conozco a uno que los ha derrotado con claridad, el rey sin nombre...
Davan sonrió como toda respuesta y se encaminó hacía la leña mojada.
─Cuando esto empiece muevanse rápido y en silencio. Tendremos poco tiempo. Arqueros, deben atacar por las sendas que los montículos les marcaran, ningún hermano irá por allí así que no escatimen flechas aunque no logren ver demasiado, cuando vacíen su carcaj deberán abandonar sus posiciones y seguir al resto.
Todos asintieron concientes de lo importante que sería hacer blanco. Valkiria había preparado sus flechas especiales, traspasaban cualquier armadura y eran casi imposibles de remover una vez que perforaban. Vallekano había puesto más flechas de la cuenta, podría fallar aquella tarde pero lo compensaría con un mayor número de ataques. Raluk y Wonder prepararon sus cuchillos voladores. Podían lanzarlos mientras se movían con absoluta facilidad. El resto usó espadas cortas. Había demasiadas cosas que quedaron en las cuevas del campamento en la montaña. Escapaban con lo puesto, y esperaban que alcance.
─Hiperión...me quedó atrás, juré nunca escapar de una batalla otra vez hace mucho. Todavía no puedo negar ese voto
─Quedate conmigo entonces Espinal. Habrá trabajo por demás en la retaguardia.
Davan hizo una seña y miró a cada uno para asegurarse que estaban listos. Los ojos de todos brillaban exultantes. Estaban más listos para entrar en batalla que para escapar, no estaba en la naturaleza de ninguno huir en esos momentos. Hace rato que se habían olvidado del miedo. EL anciano se levantó y fue hacia un extremo del bosque mientras sus manos empezaban a iluminarse un en destello rojizo. Javensen iba detrás de él encendiendo también las suyas. Pronto la leña comenzó a humear y un par de gritos se oyeron en el bosque. Alguien había visto el humo. La primer partida cabalgó hacia Davan a toda velocidad con las espadas en alto. Eran mercenarios pero servían para ir entrando en calor. Carlos se había unido con su arco a Valkiria y Vallekano. Sus flechas también eran especiales y ardían con facilidad.
La densa humareda de la leña mojada empezó a cubrir el bosque. Pero aunque era una buena cubierta no era todo lo que el mago tenía para ofrecer. Apenas tuvo a mano a los jinetes lanzó calor desde sus manos hacia los montículos preparados. Carlos esperaba verlos arder en una explosión fulgurante pero la realidad fue que sólo hicieron un poco más de humo. Decepcionado cargó su arco y tensó derribando al primero de ellos. Algo es algo pensó para sí.
Davan siguió encendiendo los montículos que humeaban tranquilamente entre la cubierta de bruma que seguía aportando la madera mojada. Pronto no se vio nada por debajo de los arqueros que adivinaban donde apuntar por las sombras que se movían en la humareda.
Los voyanas no tardaron en llegar. Desconfiaban de la bruma y mandaron a los mercenarios primero. Se escuchaban gritos ahogados y algún caballo que volvía enardecido pero sin jinete. No les gustaban los trucos, les parecían indignos de un campo de batalla aunque ellos fueran de los guerreros más desleales que existían. Quizás les molestaba que les quitaran la iniciativa.
Las partidas de mercenarios fueron una tras otra limpiadas del campo con asombrosa facilidad. Sus monturas, quizás confundidas por el humo se negaban a obedecerlos y se quedaban allí inmóviles dejándolos indefensos. Los hermanos vaciaron sus carcajs de flechas y sus dedos se ampollaron de tanto tensar sus arcos.
─Guardemos algunas para los hombres con camisa de piel ─dijo Valkiria satisfecha de no haber fallado ningún ataque. Vallekano tuvo suficientes aciertos como para recordar su epoca en que una flecha suya equivalía a un dragón. Carlos fue el que más midió sus ataques tratando siempre de divisar primero al lider de la partida. Había que matar al que daba las órdenes. Eso facilitaba siempre el trabajo.
Pronto aparecieron los voyanas con sus lanzas y comenzó la verdadera batalla. Esquivaban las flechas como si tuvieran un sentido oculto que les permitiera saber de donde venían los ataques. LOs caballos también se quedaban estáticos y a los hermanos no les quedó más remedio que acabar con ellos para dejarlos a pie. Pero eso igualaba las cosas. Cuando estaban en tierra eran practicamente invisibles. Valkiria desenvainó y bajó al suelo. Vio que Hiperión y Espinal se adentraban en el humo y fue hacia ellos. Pronto se toparon con los primeros y se dieron cuenta de que no sería una batalla justa. Vallekano vio que el grueso de los hermanos se mantenía a raya del humo y desaparecía por la espesura. La hermandad tenía esperanzas de salvarse si llegaban al río. Carlos preparó flechas incendiarias y las lanzó donde divisaba un voyana. Eso fue todo un alivio ya que exponía a los que se escondían para atacar. Sin embargo era muy difícil. Parecían no sentir los golpes y las heridas no los detenían. Parecían tener más de una vida.
Davan apareció de golpe en un claro golpeando a uno en la cabeza y poniendole una mano en la frente lo mató con el calor de la piromancia. Otra ya estaba sobre él cuando un cuchillo volador se le clavó en la garganta, pero igual atacó tres veces antes de caer.
─Gracias Raluk ─dijo Davan sabiendo que ella estaba allí, aunque no pudiera verla.
Javensen la llevaba un poco peor. Cada vez que usaba la piromancia se tambaleaba y debía usar la espada hasta recuperarse. Sus antebrazos despedían vapor y dolían como si los hubiera puesto a hervir en un caldero.
Un voyana saltó desde un árbol y atacó a Hiperión que reaccionó sin pensar y puso su antebrazo cubierto con muñequeras de metal bloqueando el acero antes de que se incruste en su pecho. Atravesó al voyana por el costado de su coraza que parecía querer seguir la lucha aunque estuviera herido de muerte. Lo abrazó a la espera de que otro de los suyos llegara y lograra finalmente vencerlo así que le dio un cabezazo y se desembarazó de él lo más rápido que pudo pero era tarde. Otros dos llegaron para abalanzarse sobre él. Una sombra saltó y derribó a uno de ellos mientras lo atacaba con su puñal. Espinal había leído el momento y había emparejado los números dándole a Hiperión el margen para acabar con el otro.
Pronto estaban espalda con espalda y se vieron las caras. De a poco los habían ido rodeando y cercando a base de ataques certeros. Era un pequeño círculo de voluntades, rodeados por numerosos enemigos. Raluk tenía sangre que le brotaba del hombro pero su mirada mantenía la frialdad de siempre, Wonder era una tapiz de heridas pero sostenía su espada a la espera de otro ataque, sostenida en la espalda de Valkiria que aunque estaba herida en la pierna no daba muestras de dolor. Davan despojado de su habitual túnica y capucha mostraba una extraña pechera de cuero endurecido grabada con runas antiguas. Sus cabellos largos y canos flotaban con la brisa mientras su espada se hundía en un voyana. Su mano terminaba la faena lanzando calor contra su rostro con ojos enrojecidos y cegados. No era en realidad un anciano cuando estaba sin su túnica sino un recio guerrero que ahora se erguía desafiante. Los cabellos canos podían confundir pero de alguna manera cuando se quitaba el disfraz mostraba su verdadero porte, y era intimidante.
Espinal estaba doblado sobre su costado. una herida le había hecho perder mucha sangre pero seguía insultando y desafiando al enemigo. Hiperión todavía mantenía las esperanzas de durar un poco más para dar tiempo a escapar a los demás. Pero les quedaban momentos simplemente. Estaba vencidos.
Un jinete se adelantó. Extrañamente estaba montado. Su caballo tenía algún tipo de cobertura en su hocico y parecía no responder al humo. Alzó su mano y los ataques se detuvieron al instante. Parecía alguien de rango ya que nadie desafió la orden.
─Dedo Negro, por fín volvemos a vernos. Te dije una vez que sería cuestión de tiempo.
─La última vez no te fue muy bien Cara de Guerra. Estás lejos de los llanos, quizás alguien te ha echado finalmente de allí ─contestó Davan, desafiante.
─La guerra es larga mago, hoy estamos aquí y mañana en los salones de algún rey. Hay que durar lo suficiente para verlo. Ese es mi secreto.
El líder voyana tenía varias caras en su chaqueta. Que parecía más que nada una capa de piel humana. Un tapiz de muerte con rostros que ya habían caido por su mano. Le señaló un espacio vacio en el hombro derecho.
─Aquí vas tú Dedo Negro, cerca de mi oido, para darme consejos . Guardé lugar para tí ─sonrió Cara de Guerra que disfrutaba su momento de venganza.
─No pierdas tiempo, te diré mi consejo ahora...muérete ─contestó el mago escupiendo frente a él.
Cara de Guerra alzó su mano para poner final a los hermanos. Una flecha silbó desafiante pero el se protegió con el antebrazo desviándola, sin embargo, las flechas de Carlos siempre traían sorpresa y esta explotó en el suelo lanzando un fogonazo que hizo corcovear al caballo del líder voyana. Fragmentos de grasa y salitre salieron encendidos en todas direcciones incendiando la capa de piel humana de Cara de Guerra que tuvo que quitársela y arrojarla a un lado maldiciendo en idioma desconocido.
Los hermanos aprovecharon la confusión y salieron disparados en todas direcciones buscando el abrigo del humo atropellando a los voyanas que estaban preocupados por la suerte de su líder. Se vieron sorprendidos y superados. Pero adonde iban había más voyanas y no tenían escapatoria. Se agruparon y esperaron que vinieran por ellos mientras tratabn sus heridas como podían.
Ruidos de galope sonaron desde lo profundo del bosque. Si eran caballeros negros tenían el paso bloqueado por ambos frentes pero pronto las voces voyanas desaparecieron entre gritos y órdenes. Algo más pasaba. Los voyanas en vez de ir por ellos se alejaban vociferando al galope. Pronto hubo silencio y más silencio. Davan llamó a Carlos que contestó desde un árbol. Estaba más lejos de lo que pensaba.
─¿Puedes ver algo? ¿hacia donde se dirigen?
─Van hacia los pasos de Nuria, por el río, en dirección a los llanos, no se muy bien que pasa pero parece que escapan mago. Vinieron jinetes desde el río...Lurzt Davan, creo que Lurzt vino por fín a la cita.
Davan sonrió. Finalmente sus esfuerzos estaban dando frutos. Entonces estaba hecho, habían logrado reclutar hombres de la guardia real. Lurzt todavía tenía algo de honor entre sus filas.
Pronto los jinetes llegaron y con ellos los hermanos que venían intentando saber que esperar de aquella situación. Los hermanos se fundieron en abrazos sentidos. Haru se abrazó a Valkiria y Wonder que apenas podían estar en pie. Barbeta se acercó respetuosamente a Dedo Negro y le brindó un poco de hidromiel para que olvidara su cansancio. Baraqz se acercó a su hermano que se hallaba agotado pero ileso. Sharra se acecó a javensen que estaba de rodillas sin aliento después de usar su piromancia como nunca lo había intentado.
─Nada mal traidor, nada mal ─dijo y le dedico un gesto que el iscario entendió como respeto.
El líder de la guardia de Lurzt desmontó y se acercó a Davan presentando sus respetos.
─No imaginé a nadie resistir a tantos voyanas, tenían suficientes mercenarios como para acabar con todos ustedes y quizás con nosotros. Mi nombre es José, capitán de la guardia real y vine en su apoyo, claro que en desobediencia directa a mi señor, el príncipe por lo que me esperan las mazmorras caundo regrese, pero el precio es pequeño si pudimos mantener el valle.
─Gracias capitán, esperaba que finalmente su príncipe recapacitara pero veo que al menos aún queda valor entre sus filas ─contestó Davan que volvió a ponerse su túnica y capucha mientras recogía los restos de la capa de piel.
Cara de Guerra había dejado atrás todo su honor y sus logros. No estaría contento esa noche. Había perdido una batalla ganada. Eso era imperdonable. Quién sabe si seguiría al mando de los cuchillos azules. Quizás hasta perdiera su cabeza si le juzgaba su tribu.
Uno de los guardias reales se acercó a Espinal que era atendido por Jenny ya que su herida era profunda. Sin sacarse el yelmo le hizo una venia y sacó algo envuelto en un trozo de paño para entregárselo. El señor de la muerte descubrió su contenido. La daga ornamentada de Kurz brilló ante el resplandor de los últimos rayos de la tarde. Espinal alzó la vista pero el guardia ya se había ido, aunque algo en él le resultó familiar. Al caer la tarde la partida del castillo regresó aunque José se quedó un rato más con ellos y los ayudó a regresar al campamento de las cuevas. Tampoc había sido un paseo la escapada hasta el río. Una fila de voyanas guardaba el sendero al río y hubo una cruenta batalla donde Sharra, Alex y Brian brillaron rompiendo la línea enemiga y permitiendo que el resto escapara. La noche caía cuando los primeros fuegos se encendieron. Increiblemente seguían vivos.
y beberían hasta olvidar que casi habían muerto.
El general Turbarión había hecho todo por quebrarlos. Había puesto a su servicio a los mejores guerreros de las antiguas tribus. Y sin embargo no pudo quebrar lo que había doblado al extremo.
Hiperión miraba la hoguera mientras tomaba un sorbo de vino y reflexionaba. Parabel, aún con marcas en el rostro de la batalla del río se acercó al nuevo líder para hacer la pregunta que todos tenían en la punta de la lengua.
─¿Cuando iremos a buscarlo?...
─Al amanecer iremos por mi estratega, no bebas demasiado juglar.
El balcón de piedra donde Davan meditaba todavía recibía algo de claridad cuando el mago llegó allí a descansar. Barbeta preparaba la cena para él y su maestro cuando una figura emergió de la grieta de la entrada. El guardia real hizo una reverencia y se sentó con ellos. Kurz se quitó el casco y suspiró aliviado. Era increiblemente molesto para luchar pero debía mantenerse en el papel por ahora.
─Has reclutado bien, pronto tendremos de nuestro lado a toda la guardia y el príncipe no tendrá más remedio que negociar conmigo.
─Eso espero mago, No tengo disciplina para la vida del soldado. Necesito algo de vino...
Bebió un largo sorbo y suspiró nuevamente. Barbeta le ofreció algo de cordero ahumado que el caballero florido devoró con prisa. Debía volver con José que no bebía estando de guardia, así que pronto partirían al castillo. Acaso lo más mortificante que podía imaginar como destino pero necesario ya que sin el apoyo de la guardia estaban más que comprometidos por la presión de Turbarión. Davan había tardado en convencerlo. Kurz tenía experiencia en la vida palaciega e indudable encanto tanto para influir en los hombres como para seducir mujeres. Era el mejor prospecto para ganar influencia en el castillo.
─Es suficiente Kurz, vuelve con el capitán, no quiero que desconfíe.
El guerrero florido hizo un gesto de fastidio y se retiró masticando aún un poco de cordero. Davan se sentó nuevamente y miró a Barbeta que terminaba de cortar las lonjas de cordero.
Kurz pronto estuvo con su yelmo y su coraza reluciente haciendo guardia en la entrada de la cueva, esperando por su capitán, el único que sabía que no era un nuevo recluta enviado desde la puerta de los dioses. Espinal se acercó a él y le ofreció vino pero estaba de guardia así que negó con la cabeza. Sin embargo el señor de la muerte sabía lo suficiente como para no necesitar decir mucho. Sonrió socarronamente mientras tomaba otro sorbo de vino y se alejó unos pasos...
─Lo hiciste bien hoy Kurz, te la has ganado ─dijo y le lanzó su daga. Luego se fue a festejar por estar vivos, ya habría tiempo de apostar por ella nuevamente.
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