Se retiraron sin confrontar con los voyanas. Los números eran similares, pero les preocupaba lo descuidado de los movimientos del enemigo. Demasiado despreocupados por ser vistos. Parecían estar de paseo. Eso era algo que no era común para ellos. Habían descubierto movimientos más elaborados en la frontera y era dificil que se escapara algo para quienes sabían qué y donde vigilar, pero ellos no estaban escondiéndose de nadie. Estaban haciendo gala de su legendaria arrogancia.
─No me gusta ─dijo Crow. ─Escuché demasiadas historias acerca de ellos como para tragarme la carnada. Deberíamos volver al camino alto y ver para que nos distraen con ellos.
Leo estaba de acuerdo e hizo una seña para retirarse en silencio. Pronto hubo ruidos en la maleza que hicieron que todos se escondieran y prepararan sus aceros. Vallekano apareció con cara sorprendida esperando otro recibimiento...
─Hice la llamada del búho antes de llegar...
─Creo que te equivocaste de pájaro...otra vez ─dijo Parabel con una sonrisa.
─Están bajando dos compañías por el camino alto. Escudos pesados, armadura completa, espero equivocarme pero creo que son tortugas.
─¿Barcas está con ellos? ─preguntó Leo con el gesto adusto
─No lo he visto, a menos que haya adelgazado 20 libras y ahora mida una vara menos. Parecen jóvenes y esbeltos. No los recordaba tan elegantes ─agregó el arquero.
─Nos atrajeron al bosque, o nos creen escondidos en el, mientras ellos blindan el camino real con suficientes tropas como para que los voyanas hagan el trabajo sucio, estamos entre dos frentes...
─Aún no Crow, no si nos movemos rápido ─Contestó Leo y ordenó volver rápido al camino
La idea era simple. La única debilidad del Paño Morado era la marcha, debían adelantarlos antes de que fijaran posición. Y todo dependía de donde lo hicieran. Demasiado alto en el camino habían vencido a otras compañías con facilidad. Pero era una opción lógica para alguien como Barcas. El punto es que si él no estaba al frente podían esperar que siguieran bajando y confiando en los voyanas como distracción. Todo se aclararía en cercanías del camino.
─Busquen la flecha negra ─ordenó Leo.
Enseguida encontraron una en el tronco de un árbol. Hubo que trepar y fue Crow el que se encargó de ello. Apenas alcanzó la flecha se dio cuenta del porqué de lanzarla justo allí. Entre el denso follaje se abría un claro que mostraba buena parte del camino. La información era acotada pero clara, dos compañias, una de caballeros negros y una de tortugas en apoyo. Vio las dos columnas a la distancia avanzando a paso ligero por el camino. Practicamente trotaban lo que denotaba que buscaban alcanzar una posición ya en pleno camino real por el perpetuo temor de que las tropas de Lurzt brindaran apoyo.
Desde allí Crow mandó la flecha negra de nuevo hacia el campamento con las órdenes de preparación para quienes estaban allí guardando el puesto. Pero el estratega sabía que ya estaban listos.
Pronto se habían dispuesto a ambos lados del camino. Esperando por ellos. Eran más, muchos más y bien armados pero estaban en la única situación donde podían verse vulnerables.Toda armadura tenía una rendija, solo había que saber buscarla.
Carlos, que siempre tenía sus artilugios preparados esparció un polvo púrpura en el camino. Les dijo a todos que esperaran a que los fuegos ardieran antes de montarse en el camino. Eran preferibles los arcos en primera instancia. Dejaron una pequeña guarnición detrás vigilando a los voyanas que se movían a ritmo cansino tal como seguramente les habían pedido.
Carlos se sentó en medio del camino y se quedó allí esperando mientras escribía algunos signos en el suelo con una delgada vara. No parecía una gran amenaza pero era seguro que las columnas se detendrían a prudente distancia, lo cual sucedió apenas lo vieron. El capitan a cargo temió lo peor e hizo lo único que sabía hacer, envió al grueso de las tropas a los márgenes del camino mientras enviaba una partida reducida a reconocer al extraño que parecía actuar como un lunático. Escribía en la tierra y cada tanto señalaba al cielo con la vara en aparente diálogo con alguna deidad. Un caballero negro cubierto por arqueros se adelantó para interrogarlo.
─Dime tu nombre o perece...─gritó imperativamente el caballero, visiblemente nervioso.
─No hay que molestar a los fantasmas...no no no, no hay que molestar a los fantasmas de la montaña...─repetía Carlos con la mirada perdida.
El caballero se acercó una poco más con la mano en la empuñadura en un gesto amenazante y repitió la pregunta.
─¿Quién eres? habla o morirás...
─No hay que molestar a los fantasmas, no no no...no hay que molestar a los fantasmas...porque los fantasmas no pueden morir ─contestó mirándolo fijamente con una sonrisa perturbadora.
El caballero desenvainó mientras daba la señal a los arqueros de que ataquen pero Carlos ya había lanzado una chispa de pedernal al suelo y desaparecido en la espesura. Un chispazo dio lugar a otro y este a un tercero. La tierra pareció encenderse y lanzar abundante humo. Pronto el caballero y los arqueros quedaron envueltos en la cortina grisácea y ya no los vieron más. El humo parecía crecer rapidamente así que el capitán ordenó que se internen en el bosque y lo rodeen. Directo a donde los querían. Las trampas no se veían pero se podía escuchar los gritos a medida de que estas iban siendo accionadas. Zanjas con estacas, troncos suspendidos de cuerdas en las alturas, rejillas de púas que se alzaban cuando las pisabas. Todo lo que pudiera servir para herir estaba allí dispuesto. Era el trabajo de semanas y sin embargo aún quedaban suficientes enemigos para una buena batalla. Los voyanas tarde o temprano vendrían a enfrentarlos así que debían terminar con la amenaza del camino. La batalla en el bosque se volvió cruenta. Los tortugas habían sido llevados a terreno desfavorable pero los caballeros se reordenaron rapidamente. La hermandad plantó un frente con sus guerreros pesados, escudos cercanos y defensa cerrada, pero solo era una manera de que el enemigo se orientara hacia ellos. Las espaldas pronto quedaron descubiertas. Lanzas y flechas hicieron mella en ellos que no podían luchar en el bosque con el humo invadiéndolo todo. Finalmente los tortugas se agruparon en formación con sus escudos cubriendo los flancos y cerrando la cobertura con ellos sobre sus cabezas. Allí los hermanos usaron las vasijas del incendiario y el fuego llovió sobre ellos terminando de cerrar la trampa. No por nada les decían los fantasmas. Poco era lo que pudieron ver los caballeros negros a su enemigo y este los había barrido con terrible eficacia. Tenían suficientes batallas contra ellos como para saber al dedillo de que manera luchaba cada compañía. Ese bosque maldito se había transformado en un suplicio que los guerreros del este querían evitar. Pronto las filas se rompieron y los guerreros empezaron a correr escapando por el bosque tratando de llegar al camino. Una flecha de Vallekano dio cuenta del capitán. Por más que escaparan no había todavía quien diera las órdenes, vieron a un sargento de los tortugas gritando y ordenando en el caos y fueron tras él. Raluk lo calló para siempre.
Para cuando los voyanas llegaron el bosque era un tapiz sangriento, cubierto de corazas negras y humo grisáceo. El líder se adelantó con su caballo y partió una flecha en alto, la vieja manera de pedir audiencia. Estaba solicitando parlamento.
─Suelta tus armas y desmonta ─grito la voz de Crow a través de la bruma.
─¿Me crees idiota fantasma? acabas de emboscar a sesenta hombres y matarlos sin siquiera mostrar tu rostro...hablemos a través de la niebla. A mi no me molesta.
─No los matamos a todos, algunos se fueron corriendo...¿que es lo que quieres? has venido a mis tierras a asesinar pero pretendes modales, tú también me tomas por idiota. ─contestó Leo con desprecio.
─Supongo que tu eres el líder, ...¿o me equivoco? ─interrogó el voyana
─Los fantasmas no tienen rango.
El voyana rió sonoramente. Miró hacia sus espaldas y dijo algo en su idioma. Hubo más risas entre la bruma. Javensen se acercó a Leo y le tradujo.
─Les está diciendo que estamos locos al creernos fantasmas, les pregunta que seremos cuando terminen con nosotros, si puede haber fantasmas de fantasmas...
El voyana volvió a hablar sureño lo mejor que pudo, era raro que parlamentaran, debían estar encomendados. Mucho oro debían haber puesto en esas bolsas para que trajeran un mensaje.
─Vine a hablar con los rebeldes del sur, esos a los que el pueblo llama salvadores...a traerles malas noticias. Pueden seguir cuidando el paso, que nosotros nos encargaremos de ir por sus hogares. Pagan muy bien por las orejas de sus esposas y los ojos de sus hijos, aunque los corazones de sus madres son el mejor precio que pudimos negociar...
─Crees que vamos a rendir las armas por un par de amenazas. ─contestó Leo. ─solo eres un perro amaestrado de los generales del este. Esos que pisotearon sus tierras y violaron a sus mujeres.
─En eso te equivocas fantasma...también las mataron. Pero bueno, lo importante es que salvamos los caballos...
Leo no contestó a eso, sería inútil continuar. No había mucho sentimentalismo en un voyana. Solo una provocación barata que les hacía perder el tiempo. Además de que estaban interesados en saber quien era el lider.
─Bueno, nadie de aquí manda entonces, una pena porque el mensaje era para esa persona, los demás me tienen sin cuidado, pero...
─Yo soy el líder ─gritó Crow ─di lo que tengas que decir
─Se que tú no lo eres. Sabemos que el lider viene del este y que tiene a su pueblo en la montaña. Es un Hindrata. Dile que ya ubicamos a los suyos. Que le conviene ir haciendo su nido aquí porque el original será historia dentro de poco. Y todos ustedes, sepan que iremos por los suyos también, sea aldea, fortaleza o templo. Vamos a cazarlos uno por uno, a todos ─terminó de decir con palabras que sonaban como golpes
Crow no vio cuando Leo desapareció, lo tenía a su lado hace un momento. Luego se perdió de vista aunque una sombra que se movió entre la bruma lo delató. Lo vieron correr hacia el líder de los voyanas y saltar sobre el caballo. Los dos cayeron trenzados en lucha mientras ambos bandos se mantenían expectantes. La orden era mantener posiciones, algo lógico dada la poca visión en el bosque. Se escuchaban los quejidos y los ruidos de la lucha. Ambos estaban trabados con sus dagas prestas.
─¿Que pasa Aguilucha? ¿un bárbaro te ha hecho enojar?
─Vamos a ver si eres tan legendario cuando te hunda mi acero perro voyana. ─contestó Leo con la voz entrecortada por el esfuerzo.
─Me haré una linda camisa con los tuyos, con sus caras en mi pecho, te lo puedo asegurar ─lo provocaba el voyana para minar sus fuerzas pero Leo seguía siendo un guerrero capaz y disciplinado. Finalmente el voyana cometió un error y aunque tomó el antebrazo de Leo sintió como la daga comenzaba a pinchar en su costado.
─No lo entiendes aún Hindrata, estás tan condenado como los tuyos aunque logres matarme.
─Eso lo sabré por mi cuenta, pero no creo que tú llegues a verlo ─le contestó mientras presionaba por clavar la daga que el voyana aún no permitía hundir
─No lo entiendes, puedes clavarme tu acero, o cortarme un brazo, pero jamás podrás tocarme...
─Me conformo con eso ─dijo finalmente Leo venciendo la resistencia de su oponente y enterrando su daga hasta la empuñadura en un diálogo que no tendría más lineas.
Los demás llegaron junto a Leo que aún sostenía la daga contra un oponente inerte.
─Leo...déjalo, ya está muerto.
Los hermanos rodearon a su líder. Estaba con el rostro desencajado mirando hacia las montañas. Pensando seguramente en los suyos. Nadie sabía si tenía esposa o hijos, madre o padre, hermanos...solo sabían que los voyanas iban tras ellos.
─Perdónenme...por favor perdónenme ─alcanzó a decir mientras tomaba el caballo del voyana y partía al galope. Seguramente hacia una trampa voyana hábilmente preparada. Los hermanos se miraron entre sí sin atinar a decir algo.
─¿Que vamos a hacer? ─preguntó Oscar sin obtener respuesta. Todos se seguían mirando mientras nadie atinaba a decir nada. Parecía que quien dijera algo sería tomado como referente y extrañamente nadie quería ese rol. Sharra llegó desde la bruma tirando delante de ellos el cuerpo de un voyana y empezó a limpiar su espada.
─Se fueron, dejaron a este de vigía por si su lider tenía éxito con Leo, volvamos al campamento...
Todos la miraban fijo. Ella los miró extrañada mientras buscaba a Leo con la mirada. El semblante de los hermanos fue suficiente explicación. El lider voyana seguía allí pero ni Leo ni su daga estaban a la vista. Tampoco el caballo del bárbaro.
─¿Es una broma? ─llegó a decir Sharra mientras el resto la miraba como una manada de cachorros sin madre. ─¿que están mirando?
La bruma empezaba a despejarse. Todos volvieron en silencio y los semblantes siguieron hablando y contestando las preguntas que nadie podía hacer. Las tretas de Turbarión parecían infinitas. Y las espadas, cada vez más escasas. La fuerza de la hermandad seguía menguando en una sangría interminable. Más de uno recordó su hogar y el peligro que significaba que bandas de mercenarios fueran en su búsqueda. Valkiria estuvo largo rato sobre el camino viendo como se alejaba por el valle en dirección al sur. Recordó lo poco que hizo falta para que perdiera a sus hermanas y lo mucho que significaban para ella las almas que cuidaban el templo de la guardiana. Las últimas que velaban por mantener la noche a raya. Tuvo el impulso de tomar un caballo y galopar con destino al mar pero se contuvo a último momento. Dos lealtades no hacen una pensó con tristeza mientras el sol caía sobre el valle que estaba sereno y hermoso bañado por los reflejos rojizos del atardecer.
Vallekano se acercó a Crow que miraba hacia el camino alto, quizás con la loca esperanza de que su líder regresara o que viniera al menos a pedirles ayuda. Pero eso era lo último que haría Leo. Él como todos, conocía la importancia de ese paso y todo lo que dependía de la voluntad de unos pocos.
─¿Estás bien cuervo?
Crow no supo que responder así que se encogió de hombros y le mostró el pulgar hacia abajo. Vallekano le palmeó el hombro y regresó al campamento. No hacía falta explicar demasiado.
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