sábado, 27 de octubre de 2018

En la noche no se ven los cuervos




─Camina hijo de perra o te matamos aquí mismo.

─Quisiera verte intentarlo...

El puñetazo se hundió profundo en su estómago. El voyana que llevaba sus cadenas tenía poca paciencia. Crow lo provocaba cada tanto ganándose unos buenos golpes. La capucha en su cabeza se agitaba con la golpiza. Cada tanto lograba que se corra un poco dejándole ver el paisaje. Escupió sangre y rió desafiante. Todavía no identificaba el camino pero no lo llevaban hacia el templo del ocaso. El general, presumiblemente, no estaba esperandolo al final de esa jornada. Si su cabeza tenía precio todavía no pensaban cobrarlo. No recordaba problemas personales con ellos. De hecho tenían el mismo oficio. Todos vivían de la espada. No entendía que podían querer de él.
Pronto el sendero se transformó en camino de cabras y empezó un tortuoso ascenso. Estaban cruzando montañas a buen ritmo. No iban al este sino al contrario. Suponía que los llanos meridios. Lugar donde perdían la batalla con el Innombrable. Quizás lo llevaban a su escondite los que se suponían exterminados hace tiempo. Hora de provocar un poco más a su captor.

─¿Sabes lo que hacemos con un voyana cuando lo encontramos? le levantamos la falda para ver que es...

El golpe no se hizo esperar y volvió a escupir sangre. El voyana era diestro y adelantaba exageradamente el pie izquierdo para golpear. Bajaba la otra mano mientras golpeaba. Toda información en ese momento resultaba útil. Todavía no le había acomodado la capucha cuando logró que los golpes empezaran a dar en su codo. Lo movía sutilmente para cubrirse. Pronto vio que el puño del voyana chocó estrepitosamente con el y escuchó un quejido disimulado. Con suerte se habría roto algún hueso de la mano. Pronto vio que ya no sostenía la cadena con la diestra. Estaba menguando sus fuerzas de a poco. La noche empezaba a caer y sus ropas negras se volvían aliadas aunque todavía no había margen para un escape. Era una docena de enemigos contra un cautivo encadenado. No había muchas garantias de poder torcer semejante número pero estaba oscureciendo. La noche era amiga de un cuervo.
Se dio cuenta de que iban a pie porque los caballos eran fáciles de rastrear, además de que el terreno elevado y pedregoso era una complicación extra. Si sus hermanos iban por él seguro irían tras la ruta del camino alto ya que lo más obvio era creer que el general Turbarión estaba detrás del secuestro. 
Lo único que se le había ocurrido era dejar plumas de su capa negra. Algunas en el mirador del valle. Y el resto en los lugares donde el voyana impaciente lo había golpeado. Sólo necesitaba un par de ellas allí sueltas, y la suficiente suerte para que fueran vistas.
El líder hizo un gesto y todos se dispersaron. Aún con la capucha puesta Crow había logrado que le dieran un golpe en el rostro que había dañado la cubierta. Ahora podía ver algo más. Sin embargo sus oídos eran su aliado más poderoso en ese momento. Escucho pasos ir en todas direcciones y el silbido del metal rozando el cuero, común cuando las espadas abandonan su funda. No sabía si buscaban a alguien o eran precauciones para establecer campamento. Era lo último. Estaban tensos y expectantes, si no fuera por la extendida fama de los voyanas hubiera creído que tenían miedo. Tenían que estar en tierras de su mayor enemigo, el rey sin nombre.

Hiperion había conformado una partida reducida con los hermanos más livianos y ágiles. Espinal y Raúl rastreaban en el camino alto. Wonder y Raluk descubrieron algunos rastros dispersos que luego se esfumaban como si los hombres aprendieran a volar. Pero creían que era raro que no hubiera siquiera huellas de animales. Las cabras iban y venían por los senderos pequeños dado que siempre pastaban allí. Alguien había limpiado las sendas tan bien que lo había ocultado todo. No había llovido y las nevadas habían acabado hace unas semanas. Esa fue la primer pista que les hizo pensar en abandonar el sendero alto de la montaña. Parabel y Haru tomaron los senderos que iban a la cima mientras los demás tomaban los que descendían infinitamente para ir a los llanos. Se encontrarían en la pequeña aldea de Sharra, donde sabían que no deberían explicar demasiado para conseguir ayuda,
Era difícil buscar cuando el enemigo sabía ocultar sus rastros y cualquier pastor de montaña era más hábil que ellos. La tarea se volvió infructuosa y lenta. La desesperación de coraza roja iba en aumento. Mientras ellos iban en círculos el enemigo avanzaba ligero seguramente. Habían evitado el camino alto, el templo de los magos oscuros, Turbarión parecía no ser la fuente de la amenaza por una vez en la guerra, lo cual podía parecer un alivio hasta que recordaban que había un enemigo nuevo con el que lidiar.

La partida de voyanas había esperado la noche para acampar. No habían hecho fuego y se cubrieron con pieles de osos en improvisados hoyos cavados apenas en la tierra. Había dos de ellos al acecho haciendo guardia. Crow esperaba que el líder tomara la suya para intentar hablarle. Le habían cambiado el guardián desde que en su impaciencia se había lastimado la mano golpeándolo.
Faltaba todavía un poco para el alba cuando el jefe se puso a cargo.

─¿Y desde cuando los voyanas son mandaderos de Turbarión?

Al principio no hubo respuesta, solo una mirada torcida y una sonrisa de desprecio. Pero sus palabras generaban alguna especie de efecto así que continuó.

─Supongo que no les queda más que ser los perros del este. Por eso han dejado de regir...

─Tienes la lengua muy larga para la cadena tan corta que llevas fantasma

Al menos sabía que sabían a quien llevaban, el cuervo temía que lo hubieran confundido con otro pero era claro que lo habían venido a buscar. Y a juzgar por el trabajo que se tomaban con él podía deducir que creían que era uno de los líderes.

─Demasiado trabajo te tomas por un mercenario igual que tú. ¿Cuanto pueden pagarte por mis huesos? dijo el cuervo escupiendo los restos de sangre que le quedaban en la boca.

─Me crees un bárbaro ignorante fantasma, pero no puedes ocultar quién eres y para quién luchas...

─¿Desde cuando es secreto que luchamos contra el imperio, mi querido voyana?

─¿Desde cuando es secreto que pelean por el malnacido de Dedo Negro?

Crow se tomó un momento para responder. No esperaba esa afirmación del voyana que parecía tener asuntos pendientes con Davan. Asuntos que, como acostumbraba el mago renegado, se mantenían fuera del conocimiento del resto. Pero se podía usar la información disponible. No sabía que estaba pasando en el valle y le urgía saberlo para saber si debía seguirle el juego a la partida o apresurar el intento de escape.

─¿En serio crees que Davan es el líder de los fantasmas? él es uno de muchos que sirven al líder supremo, nosotros no servimos a ningún mago, nosotros tenemos al rey...

El gesto del voyana cambió por completo. Nada les cambiaba más el humor que las referencias al innombrable.

─¿Que pasa voyana? ¿no reconoces al vedadero rey? Todos vamos a volver a los llanos floridos de Margón para ver al rey sentarse sobre el trono de cráneos de sus enemigos. Quería que te hicieras la idea de que nadie escapará de la furia del hombre que camina por el fuego...

Crow no tenía demasiadas referencias sobre el rey sin nombre pero recordaba algunas habladurías de un bárbaro con el que compartió filas en su vida de soldado.
Tan suficiente se sentía por lograr perturbar al líder voyana que olvidó su situación. El puñetazo en el ojo lo tumbó de espaldas y lo dejó casi inconciente. Al principio iba a girarse y tratar de revisar su ojo pero luego cambió de opinión. Decidió quedarse tendido tratando de ver si lograba encontrar alguna información más. Su oído era privilegiado y quizás lograra sacarle algo más a sus enemigos.
EL líder despertó a todos y hablo algunas palabras con cada uno tratando de aparentar normalidad. Partian. Algo le urgía y sólo se lo expresó a su segundo con el que habló un poco más. Se puso de perfil en un momento señalándolo y mirando hacia el oeste. Estaba alejado y hablaba bajo pero sus labios se formó una palabra que echaba luz sobre el asunto que los había llevado a cruzar territorio hostil arrastrándolo. El cuervo se relajó y se permitió descansar un momento. Empezaba a entenderlo todo.

Hiperión mantuvo el ritmo de marcha por horas, descendían buscando en los senderos de pastoreo, Faltaban un buen trecho para alcanzar la aldea de Sharra y aún no tenían una mínima huella. Fue Parabel el que se acercó a él en un momento y le sonrió. Puso ante sus ojos una pluma negra, una muy familiar, una pequeña pluma cubierta de polvo pero innegable y certera. Estaban sobre el rastro casi por casualidad. Pero estaban sobre el. Revisaron el lugar del hallazgo. Encontraron bajo el polvo un escupitajo de sangre. Coraza roja conocía lo insidioso que podía ser el cuervo para provocar y sacar de sus cabales a cualquiera. Sabía que se estaba ocupando de dejar huellas a costa de su propia salud. Pero todo el lugar estaba cubierta de un fino polvo. Estaban peinando el rastro con algún tipo de piel. Seguramente el último de ellos llevaba una atada a su cintura y sólo bastaba con que marcharan en una fila ordenada para quedar cubiertos. Hizo un gesto y redoblaron la marcha. Ahora iban a paso forzado tratando de darles alcance.

La partida había esquivado los últimos poblados antes de descender a los llanos. Todavía estaba oscuro y costaba avanzar en los últimos trechos pedregosos. El líder insistió en partir apresuradamente y sus hombres se mostraban molestos. Se turnaban para llevar la delantera y estaban bastante nerviosos por la cercanía del lugar donde el innombrable mandaba. En un momento Crow comenzó a cantar y tres de ellos se abalanzaron sobre él para callarlo. Otra vez los golpes. Las plumas desparramandose y su conocido escupitajo de sangre. En el horizonte cerrado por la noche se vieron un par de refucilos lejanos. El aire ahora empezaba a oler a humedad. Crow sabía que no todo podía ser simple pero si llovía su rastro se perdería para siempre. Esa si podía ser una complicación.
Había que retrasar la marcha. Era hora de buscar a su guardián impaciente...

─Hey amigo...¿te duele la mano? ─dijo girando exageradamente la cabeza en todas direcciones, la capucha ya era restos deshilachados pero estaban demasiado apurados para reparar en detalles. Por un agujero en ella lo úbicó al final de la línea. ─Te pido disculpas, la próxima trataré de relajarme así no te lastimas golpeándome ─terminó de decir entre risas.

El líder le dijo algunas palabras en su lengua. Quizás para evitar que reaccione. Pero Crow conocía a su guardián, Era cuestión de tiempo...

─A tí no tengo que levantarte la falda para reconocerte, tu eres la princesa de tu pueblo. O quizás eres un bujarrón de feria...si, creo que eres eso...una princesa sería sangre real y tú no pareces de la realeza jajaja!

Los pasos pesados de una carrera se oyeron a sus espaldas. Aflojó el cuerpo y esperó. Apenas un instante antes de que lo alcance realizó una finta y dejó su pie extendido. El voyana pasó de largo y tropezó yendo a dar su cara contra el duro suelo. Se levantó de un salto con el rostro cubierto de sangre. Los gritos del líder no lo detuvieron pero el cuervo podía luchar con las manos atadas, era un juego que hacía de muchacho y no se le daba mal. Utilizó sus hombros para cubrirse un lado de la cara mientras preparaba sus codos para golpear. Cada vez que el guardian fallaba se enfurecía más y era más fácil contrarrestar sus ataques. Pronto estaba demasiado golpeado para pensar con claridad. El cuervo aprovechó para terminar de quebrar su mano herida y darle una buena tunda. El resto de la partida que había presenciado el espectáculo en silencio, se lanzaron sobre él arrojándolo al suelo y cubriéndolo de patadas. Espero pacientemente que se cansen mientras se cubría como mejor podía. Se acercó arrastrándose a su guardián e intentó extrangularlo pero lo detuvieron, después no recordó más nada. Despertó en una especie de camilla. Lo arrastraban con dificultad, su guardián iba en otra similar. Se alegró de haberlo lastimado lo suficiente. Ahora la partida viajaría más lento. Sintió en su puño cerrado aquello que había tomado del cuello de su guardián cuando lo quiso ahorcar. Un colgante de acero que llevaba en una gruesa cadena. Ese dije era justo lo que necesitaba para trabajar en sus cadenas. Necesitaba abrir sus grilletes para poder escapar, si es que aún tenía fuerzas para lograrlo.
La claridad del alba se adivinaba en un horizonte cerrado por las nubes de tormenta que se amontonaban. No tenía mucho tiempo más. El primer grillete se abrió con un ruido metálico sordo que amortiguó como pudo. Sólo uno más. Sentía que una costilla empezaba a quitarle el aliento, punzando agudamente cada vez que respiraba. Seguramente estaba rota y le impediría moverse con normalidad. Decidió abandonar la paciencia y forzó el último grillete aunque hiciera ruido por demás. El voyana que cerraba la marcha advirtió sus movimientos y se acercó con la mano en la empuñadura. Se le había acabado el tiempo.

Hiperión vio la tormenta en el horizonte y pensó en los rastros que habían hallado. Poco quedaría si los encontraba la tormenta. Saber que estaban sobre la pista no significaba la certeza de encontrar a su estratega. Si los voyanas descubrían que los seguían darían cuenta del cuervo sin la menor de las dudas. Cómo rastrear en campo abierto sin ser advertidos era una proeza improbable, aún para ellos. La sola idea de que se le escapara el grupo lo enfermaba. Le habían matado a dos hermanos en sus narices. Y no era un hombre misericordioso, nunca lo había sido.

La tormenta se desencadenó violentamente enpantanando el terreno. La cadena siguió girando y alcanzó a un segundo voyana en pleno rostro. A este pudo por fín quitarle la espada y rematarlo. Ahora podía luchar con algo de dignidad. El cuervo no era alguien que esperara sentado su destino. Prefería ir a buscar la muerte que esperarla..."a dos pasos la muerte, mi paso yo doy"... era su parte favorita de la canción. Pronto intentaron rodearlo pero la lluvia estaba de su lado y uno resbaló en el barro. Hacia allí fue con todo su ímpetu dejándole un buen tajo en el cuello mientras escapaba.
La tormenta había devuelto la oscuridad que necesitaba en ese amanecer que se habia vuelto noche por un rato. Ya se adivinaban los primeros arbustos tipicos de los llanos. Excelentes para ocultarse pero bastante obvios. Dejó su capa negra en uno y se ocultó a cierta distancia. Seguramente se separaran para buscarlo pero no irían sólos. Seguramente irían en parejas. Un número bastante justo ya que habiéndolos contado y habiendo matado a dos solo quedaban siete contando a su líder Benioth. Tuvo suerte una vez más, vinieron dos acercándose despacio. Uno, para su sorpresa era el guardián impaciente, que volvía al ruedo con un grueso vendaje tapándole un ojo y una mano que colgaba, sostenida  con el cinturón. El mote de fantasmas nunca había sido exagerado. El primero cayó sin siquiera verlo pero con el guardián impaciente la historia fue distinta. EL voyana tenía la espada en la siniestra cuando lo atacó, y aunque creyó tener la ventaja, este rechazó sus ataques con sorprendente facilidad.

─¿Sorprendido fantasma? no encontrarás ningún voyana que no sepa usar ambas manos para la batalla ─le dijo atacándolo con todas sus fuerzas. A Crow le costó evadirlo. El costado le dolía horrores y no lo dejaba respirar con normalidad. Si la lucha se extendía estaría en problemas. Solo le quedaba atacar por el lado del ojo malo y la mano herida. Cabía esperar que eso le diera alguna ventaja y solo allí pudo realmente herirlo. Optó por un amago a la cabeza y un golpe a la pierna que lo hizo trastabillar, pero era increíblemente resistente y seguía luchando con furia, ambos estaban agotados cuando se oyeron voces de los otros gritándole. Allí fue cuando Crow abandonó la pelea y corrió sabiendo que su rival no podría seguirle

─Adiós princesa.

Se cuidó de tomar su capa y escapar en la oscuridad mientras la lluvia cubría sus pasos. Al menos ahora era libre. Debería estar amaneciendo cuando la lluvía comenzó a menguar pero no había rastros de luz en el firmamento. El líder voyana encontró al guardián impaciente allí caido pero vivo, le señaló hacia donde había escapado el fantasma y luego se desmayó a causa de sus heridas. El prisionero corría de vuelta a las montañas, iba hacia el lugar del que trataban de escapar desde hace más de un día. Sería demasiada suerte no encontrar enemigos si volvían y ahora tenían un herido. Adonde miraba era negrura y viento lanzándole agua a la cara.

─Fantasmas de mierda...

Reunió a los suyos y deliberó acerca de lo que harían. Cara de Guerra no perdonaba esos errores pero nunca le había dicho que tipo de guerrero eran los fantasmas. Ahora sabía que eran de los que no se dejan llevar prisioneros. Deberían haberlo matado pese a las órdenes. Ahora lo sabía.Se levantó y señaló a las montañas.

─No tenemos opción, vamos a buscarlo.

Espinal y Raúl bajaban de las cumbres por terreno resbaladizo. Hacia rato que la lluvia los había hecho perderse y no estaban seguros de si estaban yendo a la aldea de Sharra. Escucharon algunos gritos en medio de la tormenta. Quizás era Hiperión y el resto impacientes por la espera. Decidieron guiarse por el sonido mientras llegaban a terreno llano. Los gritos no parecían amigables, eran signos de lucha, algo pasaba y se lo estaban perdiendo. Espinal se lanzó a la carrera con Raúl tratando de seguirle el paso. Si estaban sobre ellos sus hermanos no podían renunciar a la lucha, mucho menos él que juró no volver a faltar a una batalla. Y por los dioses que no había lluvia ni viento que le hiciera faltar a esa promesa. Pronto se toparon frente a frente con los voyanas, Raúl venía rezagado cuando vio que dos bárbaros se lanzaron encima de Espinal que terminó aprisionado en el suelo. Raúl se paralizó, todavía no lo habían visto. Sólo vio que el señor de la muerte se giró mientras forcejeaba y le lanzó una mirada. Pero no lo delató y siguió luchando solo. Raúl tuvo tiempo de retroceder y esconderse pensando en que hacer y por donde escapar. Avanzó gateando buscando alguna roca grande desde la cuál asomarse. Esos eran voyanas y él sería presa fácil si lo encontraban. Espinal había sido imprudente, era su culpa, él debía regresar y dar aviso. Cuando fueran suficientes irían por ellos. A Raúl esto le sonaba mejor que intentar luchar con esos demonios. Prefería que lo tilden de cobarde o peor, que lo expulsaran si querían pero no lo podían obligar a hacerse matar estúpidamente.
Llegó a un recodo del camino y vió luces a la distancia, no estaban lejos. Creyó ver el arco de la entrada a la aldea. Sharra les dijo que había uno con un cráneo de cabra allí, A la distancia parecía serlo, igualmente estaba perdido. Se acercó despacio. Sacó su espada por primera vez pero decidió esperar un poco. Tenía miedo de que Espinal apareciera. Debía contar una historia convincente. Una que lo dejara a salvo de sospechas si contaba algo distinto. Decidió esperar un rato más mientras terminaba de organizar la excusa y luego se acercó al caserío. En la plaza había personas reunidas. Reconoció una armadura roja. Sesintió primero aliviado y luego aterrado. Había abandonado a uno de los suyos. Sacó su cuchillo y se hizo algunas marcas en el rostro y los brazos. Algo de sangre para librarse de las sospechas. Seguramente Espinal estaba bien muerto y el respiraba. Ya habría más peleas en las cuales participar. Se acercó cojeando y pidió ayuda. En seguida se le acercaron. Parabel lo sostuvo de un lado y Raluk del otro. Lo llevaron con Hiperión que miraba al suelo pensativo. Parecía que no habían encontrado a Crow todavía, eso también era bueno. No había tiempo de hacer demasiadas averiguaciones. Lo ayudaron a sentarse y algunos se pusieron detrás de él para ver que tenía para contar.

─Nos asaltaron...voyanas...nos perdimos en las cumbres y no encontrabamos la senda de la aldea. Llovía mucho y estaba muy resbaladizo. Espinal escuchó algo, no se, no me dijo pero me ordenó que corrieramos, no sabía si estabamos escapando o que, solo lo seguí hasta que escuché un ruido de lucha y supe que nos habían caído encima. Después no lo vi más coraza roja, juro que no se que más pasó pero eran voyanas. Era su lengua la que oí en la oscuridad, como a tres horas de aquí...─mintió sumando tiempo suficiente como para que no salieran corriendo tras él.

─Ya veo, esos malditos ahora tienen a dos de los nuestros. Van hacia los llanos y todavía nos llevan demasiada ventaja. ─Contestó pensativo mientras se rascaba la barbilla. Tenemos que trazar una ruta...hay algo que no me queda claro...¿en serio creíste que Espinal estaba escapando de una pelea?

Raúl sintió que algo no andaba bien. Había olvidado el estúpido juramento de ese loco. Pero no importaba ya que era un cadáver tendido en la gramilla. Al menos eso sabía hasta ahora.


─Así que ahora ni siquiera guardo los juramentos que hago, que verguenza Espinal...¿como pudiste? podías haberme tratado de estúpido por lanzarme a la pelea sin pensar...te lo habría perdonado, pero ...¿tratarme de cobarde? eso no se ve bien. Podría estar muerto ahora mismo y esa sería la imagen que quedaría de mí...que en mi último momento decidí romper mi palabra y huir para ser asesinado vil y merecidamente.

Espinal estaba apoyado en el marco de una puerta. Se notaba que había llegado hace rato ya que le habían tratado unos cortes en el rostro. Tenía un ojo negro pero estaba peligrosamente entero. Raúl quiso pararse pero alguien lo retuvo de los hombros y lo obligó a permanecer sentado. 

─Quiero un combate contigo Raúl, uno para demostrar si merezco ser llamado cobarde ─dijo Espinal caminando hacia él.

Raúl de pronto se vio sólo y con una espada en la mano. Frente a él estaba su destino, también con acero afilado y presto. Raúl intentó un ataque pero no encontró a su oponente allí que robó el cuerpo hacia un lado y asestó un golpe en el costado con su puño. Ni siquiera le hizo falta la espada para ponerlo de rodillas. Raúl alzó una mano para intentar defenderse y balbuceó alguna palabra pero el tajo fue limpio y certero y su cabeza rodó un par de palmos hacia adelante. La tarea había terminado para él.

Crow por fín vio luz en el horizonte. Todavía la lluvia se empecinaba en molestar pero se veían en las montañas algunos claros donde la luz de la mañana se empezaba a mostrar. Ya había cubierto un largo trecho y asegurado de que no lo seguían. Podía decir que el viaje le había salido menos costoso de lo que pensaba. Esas travesías son de las que nadie cuenta el regreso. Porque no suele haberlo. Respiró lo mejor que pudo con el costado punzándole. Hasta se atrevió a mirar por un momento el paisaje. Siempre le habían gustado las montañas pero hoy, hoy era distinto, hoy la vista le sabía a vida y fue el mejor paisaje que sus ojos hubieran contemplado alguna vez. Y eso que a él le quedaba más cómoda la noche, esa eterna aliada que esta vez le había parecido demasiado larga, y demasiado corta. Por esta vez elegiría el día, aunque estuviera a la vista. Hoy valía la pena que lo vieran pensó mientras caminaba hacia un poblado que recordaba cerca de allí. La aldea de Sharra, ese rincón de casas entre  los llanos y a las montañas. Con suerte lo recibirían allí y podría intentar conseguir algún vendaje para su costado. Atrás quedó la larga noche de su escape donde sólo tuvo su abrigo, porque si tocaba pelear había que convocarla, la que siempre llega. La que ampara a los cuervos, negros como ella.


 
 







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