viernes, 19 de octubre de 2018
La última mazmorra (próximamente)
─Lo tenemos Aldrich.
El guerrero de armadura pesada se sacó con dificultad el yelmo. Se lo notaba extenuado. Por entre las juntas de su coraza asomaban salpicones de sangre seca, restos de carne y cabello. Testimonios de una batalla cruenta.
─¿Cuantos perdieron?
─¿Nosotros o él? quedamos un puñado, mi guardia, un par de arqueros. Demasiados por un hombre, demasiados...
Aldrich, el guardián de la mazmorra prefirió no seguir indagando. El capitán de los caballeros negros lucía bastante mal pero pronto olvidaría el cansancio. Lo llenarían de honores y lo llevarían en un carro ornamentado hasta el campamento de los generales. Habían dado caza a uno de los lugartenientes del innombrable. Uno especialmente odiado. El llamado Dedo Negro.
─¿Por qué no me permitieron matarlo Aldrich?
─¿Estás loco? ¿con todo lo que sabe? no capitán, lo pedí especialmente, yo puedo quebrarlo
─Claramente no estamos hablando del mismo hombre. Entiendo que te motive el desafío pero has cometido un error. Los generales han cometido un error. Uno de esos demasiado caros. ─dijo el capitán y volvió a calzarse el yelmo ─Vuelvo al campamento.
El capitán se retiró apurado sin siquiera tomar un poco de vino de la despensa, quería salir de allí antes que sucediera algo. Un caballero negro no podía tener miedo, menos de un cautivo, pero estos casos no eran comunes. Habían perseguido a la partida de Dedo Negro por meses. Siempre se les esfumaba. Y de pronto acampó con un puñado de hombres a campo abierto y esperó sentado allí a que ellos llegaran. Se había calzado su armadura de dragón cuando siempre se lo veía con su túnica y su capucha calada. Pero no había sido fácil. Cuando se levantó y sus hombres se prepararon se desató la matanza. Lo triplicaban en número pero bastó un rato de lucha para que el mago renegado emparejara la cuenta.
Finalmente Davan se quedó sólo. Hizo escapar al resto de los suyos y se quedó luchando hasta que pareció cansarse o simplemente le pareció suficiente tiempo para que los otros escaparan, quién sabe. Clavó la espada en el suelo y se entregó. Aunque el primero de los caballeros que lo alcanzó intentó rematarlo y Dedo Negro pareció enojarse. Lo hizo arder dentro de su propia armadura con una mano y volvió a sentarse, no hizo mucho más. El capitán se acercó para aprenderlo dictándole los cargos por los que era perseguido. No dejó que nadie se acercara. Lo encadenó el mismo, mantuvo a todos alejados de él. Se lo subió a un caballo y se lo llevó directo a las mazmorras de Margón. Una de las pocas cosas que el imperio había preservado en aquella ciudad maldita.
Aldrich estaba emocionado. Tenía una larga trayectoria quebrando prisioneros. que torció la opinión de uno de los genrales, del que importaba. Tenía el permiso de Topor, aunque Palash hubiera intentado hasta último momento lograr que lo ejecuten. Las malas lenguas dicen que a Topor le interesaba solo la cabeza del innombrable. El resto era un problema con el que ahora lidiaba Turbarión. Ya habían estabilizado el frente del oeste. No mirarían atrás ni se preocuparían de lo que quedaba a sus espaldas. El verdadero enemigo estaba frente a ellos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario