jueves, 9 de agosto de 2018

Batallas hermanas, tercera parte


Marión, líder de los Zorros Negros no atinaba a dar un pronóstico de la situación. Sus exploradores habían vigilado el sendero alto por días. La noticia de que la resistencia en las montañas había cesado fue el impulso para empezar a marchar. También sabían que el principe de Lurtz se había desentendido de ellos hace tiempo dejando la vía libre a sus hombres para que avancen por el valle y los ataquen, de ser necesario. Era demasiado cobarde para salir de su fortaleza y pronto tomarían su castillo sin demasiada dificultad. El general Turbarión sólo les había advertido que no dejaran de vigilar a los que peleaban en la montaña, esa hermandad sin nombre ni líderes de renombre que sembraba corazas de caballeros muertos por el camino alto a manera de advertencia. La que plantaba trampas y había emboscado a los que habían sido demasiado incautos. Ellos no serían problema ya que escaparon dejando todo atrás y llevándose lo puesto. Había mandado una segunda partida para asegurarse de que esto fuera así. No hay nada como un buen desfile del ejército imperial para llenar los corazones enemigos de miedo. Había otro hombre junto a él, uno con una armadura diferente, hecha de varias placas superpuestas, el casco también era distinto. Mas voluminoso y elaborado, con un cuerno en la frente, le decían tortugas los que nunca habían visto un rinoceronte pero nunca se había aclarado el punto, además de que solían marchar al frente con los escudos en la cabeza a manera de caparazón. Su nombre era Barcas, y estaba visiblemente molesto de no estar al mando.

─Puedes explicarme eso zorro? dijiste que teníamos la vía liberada...

─no hubo ningún informe de que el ejército de Lurzt haya salido del castillo, mis exploradores tienen órdenes de capturar algunos locales para saber que está pasando.

─Y donde están esos hombres tuyos ahora? ─dijo Barcas que era enérgico y decidido. Creía que perdían tiempo allí detenidos cuando podrían estar armando campamento en las alturas. A él todo le sabía a emboscada.

─no vamos a refugiarnos tras una empalizada capitán ─contestó secamente Marión. ─Tenemos el castillo a unas horas y sabemos que es lo único importante, no me interesa una chusma organizada intentando resistirnos.

─tu no sábes que es lo que hay allí abajo y pretendes cargar contra ellos a ciegas. Después querrás que saque tu culo acomodado del fango zorro.

─le recuerdo que quién me comisionó a cargo fue el general, y que debe referirse a mí en los términos de mi rango capitán...

Ambos quedaron frente a frente por un momento. Marión era delgado y atlético y a pesar de su edad madura mantenía una prestancia que imponía respeto. Barcas era robusto, de hombros anchos y mayor talla. Aún sin su casco le llevaba una cabeza. La oportuna llegada de un soldado rompió la tensión entre ambos.

─Mayor!...ha vuelto un explorador, trajo a alguien.

Marión cruzó las filas dando grandes zancadas. Las líneas de soldados detenidas por horas empezaban a desorganizarse. No les habían permitido encender fuego ni beber vino, oficialmente seguían marchando. se crearon pequeñas rondas donde todos opinaban sobre lo que los había detenido.

─te digo que son ellos..la hermandad fantasma...─dijo un lancero de las tierras de Atros

─que sabes tu provinciano?...todos son cuentos de viejas ─contestó otro del reino de Paten

─demasiadas corazas negras vimos por el camino, esos hombres no murieron solos. ─contestó un tercero con algo de inquietud.

─a mí denme un poco de vino y díganme a quién matar, me estoy congelando ─agregó otro que se restregaba las manos mientras daba pasitos para mantenerse en calor.

Marión se encontró con el prisionero atado a un poste y terriblemente golpeado. Los tortugas se habían divertido un rato con él.

─dije que no tocaran a los prisioneros, marchaos o yo mismo los ejecuto ─dijo llevando la mano a la espada, los hombres de Barcas hicieron una venia socarronamente y se retiraron disimulando las risas.

Pronto uno de los hombres de Marion se acercó a su líder disculpándose...

─perdón mayor, mandé buscarlo pero ellos llegaron a provocarnos, si desenvainábamos teníamos una batalla aquí mismo. Exploré la zona hasta un camino que baja desde las alturas por detrás de la montaña, dí con un grupo de guerreros que se escapaban apurados.

─identificaste estandartes? alguna señal de si eran tropas sureñas? Marion estaba ávido de información sobre quienes eran los que se agrupaban.

─nada señor, corazas distintas, acentos distintos, ni siquiera parecían seguros de lo que estaban haciendo, creo que eran la resistencia de las montañas, pero muy desorganizados.

─gracias cabo, retírese ─dijo mientras tomaba un cuenco y lo llenaba de agua. Se acercó al prisionero, a simple vista un aldeano miserable. Estaba con la ropa hecha jirones, se le notaba el olor a estiércol y estaba sangrando por su boca.

─dime tu nombre ─le dijo ofreciéndole el agua, que el otro tomó con desesperación...

─Barbeta, mi señor.─dijo entre borbotones.

─ ¿De donde eres...Barbeta?

─Era...mi aldea fue destruida hace un tiempo y traté de ir al castillo pero me echaron como un perro, ahora soy un vagabundo señor...hasta que usted me rescató.

─¿que sábes de la hermandad de las montañas?...

─malditos, malditos sean ─dijo Barbeta golpeando el poste. ─robaron nuestros animales, quemaron nuestras granjas, todo por no querer unirnos a ellos, malditos!

─hay muchos cuentos de que nadie puede vencerlos, cuéntame todo, dime la verdad Barbeta ─insistió el mayor ofreciéndole más agua.

─el reino los detesta, el castillo no los apoya ya que han hecho más daño que bien, sólo los hicieron enojar a ustedes pero siempre atacan como bandoleros que son...malditos...─tomó aire, bebió otro trago y continuó ─se llevaron mi cerda señor, era todo lo que tenía, se la llevaron para hacer un banquete, viven como animales durmiendo al aire libre, nunca hacen campamento, por eso nadie puede encontrarlos.

─que es todo ese tumulto ahí abajo ─preguntó mirándolo fijamente.

─no quiero mentirle general, no lo sé, vinieron desde el río, yo corrí, eran muchos y si me encontraban me obligarían a pelear contra usted señor.

─tropas del palacio?

─vi muchos con lanzas, y antorchas, muchos con fuego, y detrás brillaba algo, creo que era metal...si, corazas, señor, vi muchas corazas pero tuve miedo...perdón, yo corrí señor, sólo corrí...

Marion lo observaba callado, notaba sus lágrimas, la voz quebrada, le pareció demasiado elaborado para ser un espía. Además nadie sabía que eran ellos quienes venían, ningún montañés podía distinguir sus estandartes, quizás las tropas del castillo.

El mayor lo tomó firmemente de la barbilla y lo hizo mirarlo de frente.

─¿sábes lo que pasará si mientes verdad?

Barbeta asintió con insistencia y no dejaba de mirarlo con miedo.

─sólo déjeme quedarme aquí señor...le serviré, vaciaré su letrina, lo que usted me pida pero déjeme quedarme ─rogó juntando sus manos en señal de súplica.

Marion lo miró con repulsión pero no contestó y apartó la vista. La duda es de donde había conseguido pelotas el príncipe para salir a enfrentarlos. ¿Había conseguido refuerzos del sur? Ese hombre no tenía pasta de héroe, era sólo una alimaña de palacio.  Lo peor es que ahora no sabía si tendría el apoyo de Barcas para avanzar. Las tropas estaban inquietas, tenían que ponerse en movimiento pronto o sería el caos. Barcas lo esperaba, el gesto seguía siendo desafiante. era hora de trazar un plan y de retazearle información.

─Vamos a iniciar el avance capitán, no dejaremos que...

─¿pretende engañarme capitán mayor?...¿creyó que no interrogaría a ese hombre antes que usted?

─no se que le habrá dicho él a sus hombres, que sólo se dedicaron a golpearlo

─no está prohibido tener conversación con los locales, además estaba ansioso por hablar ─dijo con un sonrisa de dientes ennegrecidoss Barcas.

─le ordeno que marche conmigo capitán ─empezó a decir Marion pero luego bajó el tono...─necesito que salgamos de aquí, ya sabemos que no habrá ataques desde la montaña, la resistencia se ha dispersado. No tendremos ventaja si no bajamos a terreno plano...

─yo no tendré ventaja luchando allí abajo sin poder fortificarme capitán mayor, aquí puedo hacerme fuerte y esperar las armas de asedio, los arqueros y mis escuderos.

─pues bajaré sin las tortugas si es necesario, y créame capitán que esto llegará a oídos del general.

─pues vete a morir allí si eso ansías zorro, pero no me moveré a ciegas sólo porque has sido inservible para esta tarea. No has dado la talla...permiso...mi capitán mayor ─le escupió con desprecio Barcas y se retiró.

Marion tuvo el impulso de sacar su espada, pero eso sería el final de todo, así que se contuvo. Ahora debía iniciar una marcha forzada sin la pesada protección del Paño Morado. Sólo lo motivaba la idea de vencer en soledad y arrojar la tortuga de hierro a la mayor de las verguenzas. De ese pensamiento se aferró, no tenía mucho mas, sabía que era un error pero su honor había sido puesto en cuestión y pretendía defenderlo, aunque eso fuera su ruina...











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