Hubo un tiempo en que fue necesario un edicto real prohibiendo un perfume en el reino. Todo funcionario real o persona de renombre quitó una flor de su jardín, nadie sabía como era ella, sólo conocían su perfume, y si sentías el aroma de jazmines, ya era tarde...
Sólo una niña huérfana como ella, criada en los callejones más oscuros y viviendo de limosnas podía valorar la hogaza de pan que todos los días le dejaba el perfumero. Como todo niño que crece en las calles no confiaba en nadie pero si había aprendido a esperar ese pan que el anciano dejaba bajo una planta de jazmín cuando cerraba su puesto en el mercado del pueblo. Ese pan que se llevaba a lo alto de una buhardilla para cenar siempre tendría aroma a recién hecho y el olor de una flor blanca.
La tarde que no encontró el pan corrió al mercado. Algo debía haber pasado. Y así fue como encontró al anciano en un callejón, siendo golpeado por tres maleantes.
─tienen algo de pan?...─dijo con mirada inocente.
─vete niña, no ves que estamos ocupados?
─es que tengo mucha hambre ─contestó.
─dale el pan que tiene el viejo, debo terminar con esto e ir a la taberna. ─dijo el que parecía estar a cargo.
Cuando el hombre se acercó a ella su mirada inocente y el gesto perdido pudieron conmoverlo, pero en realidad despertaron otros instintos.
─no deberías andar sola por la noche, eres una linda niña...─dijo sonriéndole
─y tu eres un hombre muerto ─dijo y le clavó su pequeño y afilado cuchillo en la garganta.
Ella desapareció en las sombras mientras el hombre tambaleaba...
─que te pasa? ayúdame a terminar ─le ordenó el líder, pero no hubo respuesta. Cuando se volteó vio a su compañero con la camisa roja de sangre caer de bruces, inerte.
Los dos que quedaban sacaron sus dagas pero no había rastro de la niña. El anciano seguía en el suelo retorciéndose del dolor. Fue el único que vio la sombra pasar por detrás de ellos, y esa sombra cortó por detrás de la rodilla de uno que cayó dando alaridos. El otro se giró y solo habia sombras rodeándolo. Intentó levantar al otro pero solo gritaba y se tomaba la pierna. La sombra volvió a tomar forma fugazmente y cortó la muñeca del que quedaba en pie. Su daga cayó al piso al perder fuerza en la mano. La siguiente pasada dio cuenta del caído, ya no gritaría. Desde las sombras se empezó a escuchar una voz infantil y dulce hablándole...
─eres un hombre malo...
─y a los hombres malos les pasan las cosas que ellos hacen...
─ven por mi perra ─contestó cansado de los juegos.
─no me digas así ─contestaron a su espalda y se giró lanzando un golpe, la niña apenas se agachó, era un golpe para un mayor y fue fácil evadirlo. El cuchillo se clavó profundo en el ojo de la cara de un hombre sorprendido, y muerto.
Una mano pequeña se le tendió al anciano que tardó un rato en incorporarse. Ella lo ayudó a llegar a su casa donde se recostó en la cama, su mujer le agradeció a la niña que nada contó del episodio más que el hecho de que lo había encontrado en el callejón. Cuando se fué a prepararle sopa el anciano se incorporó y tomó un papel y pluma...
─sabes leer? ─preguntó, la niña negó con la cabeza.
─Lleva este papel mañana al primer piso de la taberna, sólo díles que te manda el perfumero, ellos darán buen uso de...bueno, de tus habilidades.
Desde ese día, aunque todavía no lo supiera, fue admitida en el gremio de asesinos de la Orden Negra. Donde le sumaría entrenamiento a sus habilidades, tendría comida caliente y una cama distinta al suelo de una buhardilla por primera vez. Llegó a ser la segunda a cargo y la amante de su histórico líder y sucesor del perfumero. Vivió, amó y mató con la misma intensidad. Y conoció un dolor nuevo cuando emboscaron a su gran amor, en una trampa que le tendió el comandante de la guardia real, quién muchas veces se había servido de sus servicios, simplemente porque la orden había tomado demasiada fama y hacía lucir mal su trabajo. Los persiguieron y mataron uno a uno gracias a un delator dentro de la misma orden. Ella juró venganza, y no se defraudó. Fueron años de terror para el reino. No dejó casi a ninguno de los responsables con vida, y un día, como un perfume distante se desvaneció en el aire. Hoy algunas personas han vuelto a usar el aroma de jazmín y las flores volvieron a destilar su aroma en los jardines. Pero en el palacio de Lurtz sigue estando prohibido, algunos todavía no la olvidan y a veces sueñan con su aroma...
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