Memorias del escriba
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- Hiperión "coraza roja" la daga de los reyes
- La marca del olvido
- La espiga de acero
- La senda del innombrable
- El más infame reino
- Los ojos de la oscuridad
- No hay lugares sin tumbas
- Batallas hermanas, parte cinco, la larga noche
- Batallas hermanas cuarta parte
- Crow "hechizado" pluma de cuervo
- Haru "domadora" reina de los tigres
- Sharra, "silenciosa" los ojos llenos de muerte
- Batallas hermanas, tercera parte
- Batallas hermanas, segunda parte
- Las batallas hermanas
- La canción de la taberna...
- Raluk "llama negra", el perfume más temido
- La mujer de la túnica roja
- Kurz "afortunado", el guerrero florido
- Carlos "incendiario", el elegido del fuego
sábado, 18 de agosto de 2018
No hay lugares sin tumbas
La fiesta en la Trucha Dorada fue un desahogo para todos. Los aldeanos podían olvidar por un rato que la guerra estaba golpeándoles la puerta y la hermandad se tomaría un respiro en el asunto de mantener a los visitantes lejos de los poblados. Aunque fuera difícil decir cuanto éxito estaban teniendo muchos habían comprendido que esta manera se había convertido en la manera. Las últimas batallas habían absorbido las fuerzas y la iniciativa de los hermanos. Había mucho que ignoraban de las tierras que protegían.
La noche se había caldeado con el generoso hidromiel que circulaba por tripas vacías y el hecho de que el jabalí que asaban fuera de la taberna se demoraba. Había llevado un poco más de fuego de lo habitual. Sin embargo estaban extenuados como para empezar alguna riña sin sentido. Mientras el juglar tocaba las canciones más alegres que se le habían escuchado nunca, las historias empezaron a circular entre los concurrentes. Las primeras fueron de guerra, de campos de batallas imposibles en donde dudosos conocidos de conocidos habían realizado proezas o sobrevivido milagrosamente.
─Te digo que el amigo de mi primo estuvo en la batalla de los Tres Arroyos, se trajo una hermosa herida en la barriga...
─Deja de mentir Olaf, tu ni siquiera tienes primos en el norte.
─Cómo que no si tengo a...este...¿como se llamaba?...
─Estás borracho simplemente...en cambio yo sí estuve en una batalla, cuando los bandoleros de Pico de Plata se alzaron contra el reino y fueron varias partidas a cercarlos. ─alardeó Tibus ─Yo estuve ahí, lo vi todo...
─Escondido en un arbusto seguramente...─retrucó Olaf y todos desataron carcajadas.
Los hermanos miraban la escena divertidos. No se atrevían a desmerecer a nadie. Estos fanfarrones ni siquiera mencionaban que hace unas horas habían desafiado a soldados imperiales. Todavía no entendían la magnitud de sus actos. Sin embargo no todo eran vítores y exageraciones alcohólicas. Había algunos que desentonaban con la escena. Gente de Mesón de la Viuda, una aldea camino a las montañas que había sido castigada repetidamente por titanes. Lucían preocupados a pesar de la victoria. Kurz se acercó a ellos con algo de bebida para animarlos.
─¿Que pasa muchachos? esta fiesta es también para ustedes.
─Perdónanos hermano pero sentimos que solo alargamos nuestra agonía. ─comenzó a decir el más anciano ─Aún antes de esta batalla ya llorábamos a los nuestros. Tenemos a ese viejo demonio de las cuevas llevándose a nuestras muchachos. Hace años que está allí, desde que vinieron las bestias y nunca pudimos echarlo.
─¿A quién te refieres anciano? ─preguntó el guerrero florido que no sabía que hubieran bestias tan antiguas en la zona.
─Dicen que toma forma de mujer, que te vuelve loco allí dentro, que si la miras a los ojos pierdes la cabeza y ya nunca sales de las cuevas.
Espinal se acercó cuando vio que Kurz estaba entretenido con los aldeanos, no quería perderse nada.
Pronto eran varios hermanos los que hicieron ronda alrededor de la gente de Mesón de la Viuda. Como era una bestia pequeña que atacaba sólo a ese poblado se les había pasado por alto. Parabel conocía la historia, había escuchado relatos en otras tabernas y visto la aflicción que causaba en los pobladores. Estaba dispuesto a hacer una visita al engendro. Los moradores se negaron de lleno. La misión más importante de la hermandad estaba en la frontera. Haru ofreció sus gatitos para la expedición en ciernes pero el anciano que llevaba la voz cantante la frenó.
─Llevamos perros entrenados una vez, buenos animales. Pero no la atacaron. Ella los sometió con la mirada, temo por sus bestias señorita. ─advirtió.
Crow se acercó a Leo para hablar. No necesitarían una partida demasiado numerosa. Sólo los más experimentados. El líder estuvo de acuerdo, siempre y cuando lograran llevar algún mago. Eso que moraba allí no se oía muy terrenal y necesitarían alguna protección. Muchos pidieron ir a buscar a Davan pero Barbeta negó con la cabeza...
─El maestro tuvo que hacer y no estará por unos días, venía a decírselos.
─¿Y tu?...¿que experiencia tienes con la magia? ─interrogó Raluk
─Poca mi señora, jamás he cazado una gorgóna...
─Si sabes como se llama ya sabes más que cualquiera de aquí. Eres voluntario desde este momento. ─sentenció la Llama Negra.
Barbeta tragó saliva pero no pudo negarse. Raluk podía ser muy persuasiva, sobre todo con sus dagas.
Leo se acercó a Crow que se había sumado a la partida. Habló un rato y le explicó detenidamente quién sabe que cosa. Crow se levantó e hizo un anuncio frente a todos.
─Señores, iremos de caza, sólo un pequeño grupo, misión de tres días...Barbeta, Raluk, Wonder, Parabel, Chaban, Arlorg, Kurz, Espinal, Javensen y quién les habla. Para los nuevos será una prueba, para el resto un poco más de trabajo. Ahora bebamos, ya podremos dormir en los caballos.
Todos vivaron al hechizado y alzaron sus jarras de hidromiel.
─Abran paso ─gritó la mesonera...─¡Ha llegado la comida!
La noche terminó temprano para los voluntarios. Estaban ansiosos de enfrentar un enemigo nuevo. así que moderaron los festejos. Para el resto la velada se extendió hasta que los sorprendió el día. Casi nadie perdió oportunidad de encontrar calor en el seno de alguna pareja ocasional. El pacto de amistad se había sellado de múltiples maneras.
La fila de los diez ya cabalgaba hacia el albor desde temprano, los seguían los moradores de Mesón de la Viuda. El camino era largo y perderían un día en la marcha pero llevaban comida y algo de ese hidromiel que tanto gustaba en la hermandad. El anciano de la aldea venía delante con Crow que lideraba. Buscaban la opción más rápida sin confiarse demasiado. El camino alto seguía siendo peligroso después de tantas tropas yendo y viniendo por él. La alternativa era el viejo camino de las caravanas hacia el oeste. Allí donde se encontraban las tierras muertas. La región donde no hubo quién detenga a los titanes y estos moraban a sus anchas. El regalo de los magos no había dejado indiferente a nadie en las tierras de Mediamar.
─¿Hubo noticias del oeste desde que se desataron las bestias anciano?
─ Pocas. No había grandes fortificaciones. Todo era un gran mercado, ya sabes que eran las tierras de los reyes de la moneda. Tampoco ejércitos de calidad. Todo se resolvía contratando mercenarios pero ninguno se atrevió a ir allí, temían más a la represalias del este que a los titanes. Fue tarde para esa pobre gente. Todo es un gran cementerio. Tanto oro y tan inútil les resultó. ─relataba el anciano con lágrimas en sus ojos ─El imperio no permitió siquiera que esa gente escapara de sus fronteras. Nunca entenderé tanto odio.Yo se que no hay lugares sin tumbas pero allí... dejaron morir la tierra. Las ciudadelas están intactas, los tesoros siguen en las cámaras pero el imperio mantiene el lugar como el primer día. Quieren que el mundo olvide que alguna vez existieron. Enterrado junto a su oro.
─¿Tú eras del oeste verdad? ─preguntó Crow. El anciano asintió con la cabeza.
─Vine de joven al sur siguiendo una caravana, era apenas un muchacho aprendiendo a comerciar. Traje mi carreta cargada de pieles para vender aquí y juntar la dote. Iba a pedir la mano de una muchacha. ─el anciano suspiró e hizo silencio por un instante ─No puedo recordar su nombre. Una pena, era muy hermosa. Una noche en las montañas todos vimos las luces violáceas y rojas en el cielo. Fue la noche que lograron abrir el portal. Recuerdo que vi muchos aprendices de la magia correr por el camino, y recuerdo los rugidos. Primero cruzaron los pequeños y se escondieron entre las piedras o se internaron en las cuevas pero luego...luego vinieron los grandes.
─Los magos siempre dijeron que fue un accidente ─replicó Crow y el anciano rió por lo bajo.
─Pues nunca vi intentar tanto equivocarse a nadie. Querían que esas bestias los protegieran. Pero la magia no fue suficiente para contenerlos. Lo único que desee del imperio fue que hiciera arder el Templo del Ocaso, pero ya ves, sigue allí.
─No han destruido el templo de ninguna fe. Guardianes de la llama, magos oscuros, verdes, hermanas de la luz, el ojo del cuervo, todas siguieron sus rutinas como si la guerra les fuera ajena. Te quitan la tierra pero lo demás te lo dejan anciano. Sólo quieren ver ondear su estandarte en cada palacio y ciudad. No se que ganan con eso. La gente no los aceptará jamás.
─Si solo eso te quitan están tomando todo muchacho. Ellos quieren la tierra porque en definitiva todo viene con ella. Y en algo más te equivocas, la gente tiende a acostumbrarse a todo. Si logran sobrevivir, si hay una mínima posibilidad de mantener cierto tipo de vida, de alguna manera se amoldaran. Ustedes son los únicos que se han levantado, no son parte de una resistencia mayor, siempre han sido la excepción, solo están ustedes, al menos por ahora.
─Debería ser lo contrario anciano, pero si de nosotros depende le enseñaremos a otros a hacer lo que hacemos. ─dijo Crow con vehemencia. El había sido desplazado de su tierra y reclutado a la fuerza por su credo, pero no duró demasiado y desertó en cuanto pudo. Su destino era combatirlos, al menos eso había creído siempre.
Ese día transcurrió con calma. Algunas charlas con los aldeanos que por primera vez mostraban sonrisas aliviadas. Demasiado tiempo abandonados a su suerte parecía haberlos cambiado. Un marcado fatalismo los embargaba. Miraban a los hermanos con extrañeza. Tanto optimismo y determinación los maravillaba. Estaban aprendiendo a creer, de nuevo.
Al anochecer habían encontrado la aldea, que parecía un lugar abandonado si no fuera por los innumerables ojos temerosos que se adivinaban en las ventanas. Realmente algo muy malo había pasado allí. Había sido un error dejar tantas vidas libradas a su suerte pero eran demasiado pocos para cubrir tanto terreno. Sólo se habían dedicado a matar a los grandes pero nada sabían de los pequeños seres que habían cruzado. Habría que interrogar a Barbeta sobre el asunto y preparar un plan para matar a la bestia. Crow tenía una idea para inspirar a los aldeanos. Alguna especie de orden a la cual sumarlos, o al menos mostrarles que no eran tan diferentes a los que peleaban en Valle Dragón. Demasiados sueños pasaban por la cabeza de Pluma de Cuervo, pero no había que olvidar lo importante, para cumplirlos debían ocuparse primero de ella. Debían acabar con la pesadilla.
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