Haru apareció en el claro arrastrando a Wonder mientras Valkiria cerraba el grupo con el arco preparado a pesar de que arrastraba la pierna derecha. La Batalla había sido un completo desastre. No enfrentaron una compañia demasiado poderosa, aunque si muy ordenada. Además de que contrarrestaron sus ataques con sorprendente efectividad. Parecían leer sus movimientos demasiado sencillo aunque usaran tácticas aleatorias. Algo no cuadraba en la escena. O se habían vuelto predecibles, o tenían un espía entre ellos. Y todavía tenián dudas sobre el súbito retorno de Javensen luego de ser llevado por caballeros negros. Los hermanos tenían las rutas de escape preparadas pero sólo un puñado conocía los caminos. Sólo los antiguos eran confiables para la tarea.
Brian y Alex llegaron trayendo a Garlick y Oscar con ellos. Raluk de alguna manera llegó por su cuenta aunque sangraba de un brazo, apenas cubierto con un trozo de género para hacer presión.
El semblante de los hermanos era de preocupación luego de una derrota que no estaba en los planes de nadie. Habían logrado importantes victorias frente a compañias de renombre. Así que resultaba inexplicable lo acontecido. Se había planeado todo de acuerdo a las directivas de Leo y Crow con ayuda de Davan. Enfrentaron a una compañía mixta. Sin especialidad. Tenían lanceros, arqueros, infantería liviana y algunos caballeros pesados. Un poco de todo y mucho de nada.
Hicieron fuego fuera del campamento, junto al camino. Una gran hoguera ardió gracias a la pericia de Carlos. Todos hicieron una gran ronda. Jenny junto a Silvia, la dama de rojo, iban y venían tratando a los heridos más graves. La recién llagada no solo era hábil con un sable en la mano. También traia la sabiduría del fuego para cauterizar heridas, y no dudó en poner en práctica sus saberes. La tarea era ardua ya que todos quisieron estar presentes y aún postrados participaban de la reunión.
─Tenemos que tomar una desición. ─dijo Leo y se paró en medio del grupo. Y lanzó una mirada desafiante hacia todos. Hubo alguien que entendió en mensaje y se puso de pie acercándose al fuego.
Javensen se sacó la camisa y mostró sus tatuajes. Llevaba las marcas de varias mazmorras del este. Cada lugar, cada mazmorra donde alguien era encerrado, se ocupaba de tatuar al recluso para que la falta nunca fuera olvidada aunque escapara. La colección de Javensen era impresionante.
─Yo soy el espía, no necesitan buscar más.
Arlorg se levantó con su mazo y quiso acercarse al fuego pero Leo alzó su mano deteniéndelo. Masculló un insulto y dudó pero ya Alex y Brian estaban de pie también y no tuvo más remedio que sentarse.
─Puedes hablar antes de que decidamos Javensen.
Chabanito se levantó e hizo una reverencia a Leo tratando de mediar por el confesor pero tampoco le fue permitido.
─Gracias Leo. No hay mucho que decir. Combatí al imperio junto a mi tribu desde que llegaron, soy Iscario como ya saben. Y nuestro pequeño reino fue asediado varias veces por ellos pero no podían doblegarnos. Si tengo que decir algo de ellos es que tienen más que acero para pelear. También esparcen el miedo. Contaminaron la mente de nuestro rey convenciéndolo de firmar un tratado.
─Pues tú te vendiste para sobrevivir!...─gritó Baraqz, indignado de que le hubieran dado la palabra al traidor. No entraba en su razonamiento que alguien pudiera vivir en el deshonor.
Javensen asintió con la cabeza y se acercó a Leo mostrándole uno de los tatuajes en particular.
─Podrías describir este Leo, quizás esto ahorre algunas palabras. ─pidió calmadamente mientras Leo se acercaba a su espalda.
─Un puñal atravesando una moneda, encima del puñal una corona.
─¿Alguien aquí sabe que significa? ─preguntó.
─La muerte de la moneda reina...─dijo Davan con seguridad.
La marca de los reyes era conocida para él de cuando estuvo en las mazmorras del templo. Allí conoció a varios marcados. Llevarla era una sentencia de muerte si te encontraban. Sólo podías ser esclavo en el este y si un soldado esteño la descubría era tu fin.
─Yo no tengo salvación. Mi única motivación fue salvar a un viejo estúpido que no quiso escucharme. Mi gente estaba sitiada y el rey cautivo desde el dia que se reunió con ellos para firmar un tratado.
─Todos tenemos la soga al cuello. Eso no te exculpa. ─rebatió Sharra que tampoco estaba conmovida por el relato.
─Estaba como esclavo en el campamento grande del valle. Allí donde ahora rige Turbarión. Por allí pasó la pitonisa un día. La guía espiritual de muchos, sobre todo de las hermanas de la luz. El imperio tiene prohibido atacar a ninguna fe así que le franquearon el paso. El general le ofreció una escolta para que la protejan en los despiadados terrenos del sur pero ella se negó, dijo que si quería en verdad ayudarla le permitiera escoger a un hombre. El general aceptó y le presentó a sus mejores guardias...pero ella buscaba otra cosa...
Vallekano y Xamu bostezaron y miraron hacia el bosque. La cosa venía lenta, ellos querían comer y dormir un rato.
─¿Crees que lo ejecuten?
─No lo se Vallekano, pero dormiría más tranquilo si así fuera.
Las caras de los hermanos estaban lejos de ser amistosas con el relato. Habían perdido demasiado en la guerra como para confiar en un espía, por arrepentido que estuviera.
─No se por qué me eligió hermanos. Estaba limpiando letrinas y ella se apareció. El general puso cara de asco por mi aspecto pero no tuvo más opción que mandar que me aseen un poco y me presentó a ella.
─Quieres convencernos de que habiendo soldados de todo el imperio y aún mercenarios de renombre te eligió a ti. ─preguntó Haru.
─Supongo que sería más fácil para ella viajar por el sur si la acompañaba alguien que no estuviera identificado con ningún bando. Oficialmente no estamos en guerra con el imperio, aunque todos sabemos que nos han vencido sin mover un dedo. Sólo necesitaron algunas intrigas y un príncipe títere para lograrlo.
─¿Y cómo llegas a ser su espía después de todo esto entonces? Hiperión estaba confundido con el relato.
─El general no iba a perder la oportunidad de contratar un nuevo espía, sólo debía amenazar a los míos, sobre todo al rey. Dijo que un chasquido de sus dedos y mi pueblo sería solo un recuerdo. El pedido era simple, debía reportar sobre las tropas de Lurzt. El no sabía que ustedes existían. Hasta que me llevaron cautivo no tuve que hablar de ustedes. Gentes sin campamento fijo. Feroces y desalmados que habitan en las montañas, cosas como esas...también les dije que eran pocos y que nada tenían que ver con las tropas del reino...
─¡Maldito, nos vendiste, al menos hubieras mentido!...─gritó Oscar.
─Él contaba con eso, sabía que le mentía, por eso opté por decirle la verdad...para que la descarte...
─Te creyó Javensen, sino no estarías aquí nuevamente...─dijo Leo secamente.
─El general no me envió de nuevo. Yo escapé antes de que me ejecuten. ─dijo finalmente y volvió a ponerse la camisa.
Allí era cuando la historia se terminaba. Creerle o no era lo que decidían esa noche. Los hermanos empezaron a discutir entre ellos. Muchos pedían su cabeza aunque otros no estaban tan seguros. Algunos tenían condenas sobre sus cabezas y eran buscados. La traición había sido el pan de varios.
─No pediré clemencia hermanos. Ya decidí morir aquí, al menos eso puedo elegir. No regalarle mi cabeza a Turbarión. Estoy seguro de que ya han dado cuenta del rey, mi padre. Lo condené cuando me fuí. Pero en el fondo ya estaba condenado desde el día en que decidió pactar. Mi padre era un necio.Y yo también.
Las voces enconadas elevaron el tono mientras Javensen se sentó tranquilo a esperar su sentencia. Se sentía en calma. Se había quitado un peso de encima. Su pueblo no merecía cargar con el estigma que había elegido. Prefería la muerte y el olvido a traer un juicio contra los suyos.
Davan se acercó a Barbeta y le comentó algo por lo bajo. Su segundo palideció y miró de nuevo al condenado. El anciano misterioso había visto algo que nadie más, como era su especialidad.
Leo se acercó a decirle algo al acusado y tuvieron una breve charla mientras le hacía gestos a Brian Y Alex que empezaron a moverse entre los presentes. Se ubicaron estrategicamente para dominar la escena. Silvia estaba con su túnica roja mirando la situación expectante y advirtió los preparativos. Lanzó la túnica hacia atrás y descubrió sus armas. No sabía tras quién iban pero era cerca de ella, o quizás ella misma. Una daga se le apoyó en la garganta antes de que pudiera descubrir que pasaba.
─Tranquila preciosa, parece que necesitamos irnos de aquí ─la sorprendió la voz de Chaban tras ella.
Todos los hermanos olvidaron la discusión en cuanto vieron lo que pasaba. Echaron mano de sus aceros y rodearon al embajador que parecía no ser tal.
─Vamos a calmarnos muchachos ─advirtió Chaban ─no quiero nada de ustedes, me lo llevo a él y les devuelvo a la dama ─dijo señalando a Javensen con la cabeza.
Desarmó a Silvia y arrojó su sable lejos, también la daga que llevaba en su espalda, tenía una fina cuerda en su cinturón con la que ató las manos de la dama roja, se movía como alguien que sabía lo que hacía, luego desechó el pequeño cuchillo que la dama tenía en la capucha...
─Una mujer llena de sorpresas...me gusta ─dijo lascivamente Chaban.
─Y aún no has visto nada ─contestó ella con desprecio.
─Lo quiero a él atado a un caballo y me iré, sólo tengo eso por misión, y no tendré que aburrirlos con la triste historia de mi aldea...─dijo irónicamente.
Las credenciales que presentó el dia que llegó eran auténticas así que se podía asumir que el embajador venido del techo del mundo era historia, seguramente al costado de algún camino.
─No tengo todo el día señores, debo entregarlo en el primer puesto de guardia que encuentre y me perderé para siempre. Es peligroso estar en el sur con lo que viene. Yo no lo pensaría demasiado...ahora muévanse ─dijo apretando la daga contra el cuello de Silvia, que lanzó un quejido.
Javensen se puso de pie. Estaba desarmado y abatido, no estaba en sus planes volver a las mazmorras del este. Extendió sus manos hacia Alex que las ató firmemente. Luego fue hacia Chaban que vigilaba los movimientos de todos frenéticamente. Una fina gota de sangre se deslizaba por el fino cuello de Silvia que buscaba alguna mirada aliada que la sacara del embrollo.
Los hermanos miraban a Leo que se mantenía cerca de la hoguera. Chaban había obligado a todos a retroceder diez pasos y ya no estaban a tiro para alguna acción rápida. Raluk y Wonder tenían sus dagas voladoras a mano, Carlos había preparado su arco también. Hasta Vallekano estaba dispueso a probar suerte. Pero Chaban se cubría bien detrás de Silvia. Movía su cabeza a un lado y otro de ella mientras observaba a todos...A Leo la cuenta no le cerraba. No había tiro limpio y era más seguro de que la matara antes de que alguien lograra herirlo. Había puesto distancia de todos y se puso de espaldas a la hoguera. No era nadie improvisado. Demasiados heridos de por medio que pretendían luchar y sólo estorbaría podían convertir esto en un desastre.
─No debiste delatarme Javensen. Podríamos haber escapado durante la noche. No se como me descubriste ni me interesa... Aléjese capitán, no haga nada estúpido...─le dijo a Leo que ahora también era apartado de la escena cuando estaba haciendo los cálculos para embestirlo. Sólo quedaba el espía, la dama de rojo y el acusado en el centro del campamento.
─Discúlpeme señora. No quería meterla en todo este asunto. Ya me tienes Chaban...y allí está el caballo, ya déjala...señora...cuide esas delicadas muñecas por favor...─dijo señalando las ataduras de Silvia que sintió un calor creciente en los antebrazos. Algo la estaba quemando. Javensen la miraba fijo como intentando decirle algo.Silvia soportó el ardor de una llama que no veía mientras notaba que sus ataduras se consumían. Desde el fondo del grupo de hermanos Carlos mantenía el trío apuntado con su arco. Era un tiro difícil con todo lo que se movía Chaban.
─Señora le vuelvo a pedir disculpas, si fuera usted le arrancaría las bolas al que me amenace ─le dijo Javensen mientras se acercaba, arqueandole las cejas. Silvia con las manos libres lanzó un violento puñetazo al bajo vientre de Chaban que se arqueó sin soltarla del todo. Javensen apuntó hacia Chaban con sus manos y un humo azulado brotó de la daga haciendo que el espía grite mientras tomaba de los cabellos a Silvia que intentaba liberarse. Javensen continuaba apuntando con sus manos hacia Chaban que de pronto sintió su rostro enrojecer por un súbito calor. Los ojos se le llenaron de lágrimas. No entendía de donde venía ese calor pero entendió que estaba siendo atacado e intentó apuñalar a Silvia que le dio un certero codazo que hizo que suelte la daga, aunque esto no impidió que le devolviera un puñetazo que la arrojó al suelo. Javensen había caído de rodillas luego del esfuerzo y no podía incorporarse. Chaban leyó su oportunidad. Estaba rodeado pero aún tenía tiempo de despachar a la perra roja y al soplón. Un modesto premio para no irse con las manos vacias. Luego llegó el destello que lo cegó por completo. El calor volvía ahora pero multiplicado por cientos. La flecha de Carlos acertó al único lugar donde no podía fallar. Fue directo a la hoguera donde estalló envolviendo a Chaban en llamas. Silvia saltó hacia atrás empujando a Javensen con ella para apartarlo del fuego.
─¡Arde hijo de perra! ─sentenció Carlos que estaba extasiado de que el preparado de su flecha hubiera sido tan efectivo.
Los hermanos se acercaron a la hoguera y ayudaron a levantarse a Silvia que escupia sangre por su labio partido. Javensen estaba semidesvanecido con los antebrazos ennegrecidos. Había quedado allí , de bruces pero no había caído. Todos habían sido testigos de lo que había sucedido pero nadie había conocido a un piromante antes. Se decía que era un arte perdida y se lo consideraba casi una fábula. Davan se acercó a él y examinó su pecho con detenimiento. Barbeta también se asomó y juntos señalaron uno de los tatuajes. Ahora entendían que no era de tintes las del dibujo sino de una especie de quemadura. La marca de los piromantes. Quizás aprendida en alguna de las muchas mazmorras que había visitado. Solo él lo sabía.
─Denlo vuelta ─pidió Davan mientras descubría su manga y apoyaba su dedo negro sobre la marca de los reyes dibujando una espiga donde antes había una moneda. El olor a carne quemada se sintió nuevamente en todo el lugar mientras Javensen se quejaba aún adormecido.
─Déjenlo descansar. Creo que ya ha pagado. No es mejor ni peor que ninguno de nosotros, algunos solo necesitan doblar la rodilla para poder levantarse al fín... ─agregó el anciano misterioso mientras todos observaban y entendían por fín el color de su famoso dedo.
Leo hizo un par de gestos y los hermanos lo llevaron a la cueva para que se recupere. A pesar de las dificultades habían dado con el verdadero espía. Javensen le había confesado todo hace días pero ignoraban a quién habían enviado por él. Necesitaban buscar alguna situación que lo obligara a mostrarse. Aquella tarde habían ido por Silvia y Arlorg, pero quién había sido traicionado por sus nervios fue Chaban que se hallaba carbonizado a sus pies. Tuvieron suerte. Pero eso no dura lo suficiente. La situación era la de siempre. Sin reclutar o aceptar voluntarios no sobrevivirían, aceptarlos era exponerse al enemigo. Necesitaban mejores números y no había manera de conseguirlos a menos que entrenaran gente nueva, como siempre. Esperaba que el sacrificio al que estaba dispuesto javensen fuera suficiente para sus hermanos. Era claro que no dominaba del todo el arte de la piromancia ya que casi había muerto por utilizarla, pero sin embargo era más de lo que las historias contaban. Toda ayuda era buena en esos tiempos de guerra.
Quizás la marca de Davan fuera el inicio de algo que hasta ese momento no tenían, algo que borre ese pasado del que todos escapaban de alguna manera. Eran demasiadas las marcas, las cicatrices, las pérdidas que los ataban al dolor del ayer, pero para lo que debían enfrentar mañana necesitaban olvidar por un rato. Ese descanso a veces lo era todo en sus conflictivas mentes. Era ganar una marca que anulaba las anteriores. Un nuevo comienzo, una causa a la que entregarse, porque todos merecían ganarse alguna vez, esa marca del olvido.
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