Memorias del escriba
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- La marca del olvido
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- La senda del innombrable
- El más infame reino
- Los ojos de la oscuridad
- No hay lugares sin tumbas
- Batallas hermanas, parte cinco, la larga noche
- Batallas hermanas cuarta parte
- Crow "hechizado" pluma de cuervo
- Haru "domadora" reina de los tigres
- Sharra, "silenciosa" los ojos llenos de muerte
- Batallas hermanas, tercera parte
- Batallas hermanas, segunda parte
- Las batallas hermanas
- La canción de la taberna...
- Raluk "llama negra", el perfume más temido
- La mujer de la túnica roja
- Kurz "afortunado", el guerrero florido
- Carlos "incendiario", el elegido del fuego
domingo, 19 de agosto de 2018
Los ojos de la oscuridad
Parados en la entrada de la cueva entendieron finalmente que esta no sería una tarea fácil. Era enorme y poseía un desnivel natural que hacía que pronto descendieras. Habían evitado la aldea y acampado en cercanías del lugar. Y apenas ingresaron se dieron cuenta que la oscuridad era completa a sólo unas varas de la entrada. Algunos aldeanos se ofrecieron a guiarlos lo más profundo que pudieran pero se podía notar en sus rostros el miedo. Crow mandó clavar un poste allí mismo y cargaron algunos más hacia el interior. Cada uno se ató una cuerda a la cintura. Ellos irían delante y los demás acompañaban. Contarían cincuenta pasos y pondrían otro poste iluminado con antorchas. Allí tirarían de la cuerda y la soltarían desde el extremo anterior para seguir utilizándola. Todo era muy cauteloso y medido como le gustaba al cuervo.
Barbeta iba delante con unos raros gusanos en un tazón. Eran de un extraño color amarillo pero en cuanto se internaron en la oscuridad todos notaron la astucia del aprendiz de mago. Brillaban.
─¿Que otros trucos traes mago? ─preguntó Raluk, interesada en tener detalles de la bestia.
─Me temo que no mucho más mi señora. Nada de lo que cruzó el portal era un animal sin mente. La mayoría son más sagaces que los animales comunes y después están ciertas entidades a las que no se las puede juzgar por el tamaño.
─Y tú dices que esta...¿como dijiste que se llamaba? Ah si, Gorgóna...¿es inteligente?
─En extremo mi señora. Se ha escrito mucho de ella y sus hermanas, muy sabias. Eran consultadas en la antiguedad. El pago que requerían por su sabiduría era la promesa de que las dejarían cruzar, cosa que los magos nunca cumplieron.
─Entiendo por qué están enojadas. ─concluyó Raluk.
─Los magos no estaban equivocados en demorarlas. Han venido a este mundo a dominar.
─Pero si solo es una mago, ¿como logrará semejante cosa?
─Lo sabremos pronto mi señora, ha estado cazando un tiempo y debemos aprender sus hábitos.
La negrura era absoluta, y el aire empobrecido iba apagando las antorchas. Pronto dependerían de los gusanos brillantes de Barbeta. Se fueron juntando hombro con hombro con sus espadas desenvainadas mientras el estrecho tunel se alargaba en la oscuridad. Crow miró a su alrededor e hizo un gesto para detener la marcha. La cueva se había estrechado manteniendo una forma regular por un largo trecho. Habían cumplido otros cincuenta pasos pero el aspecto era diferente. Las paredes estaban trabajadas de forma manual...
─¿Habías visto una cueva como esta Barbeta? ─preguntó el cuervo.
─Si, pero le llamábamos diferente. No se ofenda señor pero esto es una mina.
─Según parece los aldeanos se han guardado algunos secretos ─ dijo Arlorg amasando el mango de su mazo con los dedos.
─Calma guerrero, sabéis que son gente en necesidad que quizás debió omitir información para ser tenida en cuenta, démosle la oportunidad de que se expliquen, a mi me han parecido gente en gran angustia y zozobra ─agregó con su habitual diplomacia Chaban.
Fijaron el siguiente poste y encendieron las lámparas de aceite. Sería mejor que encontraran algo rápido o no habría tiempo. Cuando habían avanzado veinte pasos se encontraron con un ensanchamiento del túnel que desembocaba en una gigantesca cámara. Esta parte si parecía una cueva. Allí se abrían túneles en todas direcciones volviendo la misión casi imposible. No eran suficientes para explorarlos todos. Tampoco había suficientes postes, sogas ni aceite. Verdaderamente los habían conducido a un laberinto.
─No me gusta esto ─dijo Wonder tratando de distinguir algo en la oscuridad.
─Esto es lo que me temía, ella controla la aldea ─dijo con pesar Barbeta.
─¿Y que hacemos? ─preguntó Crow con creciente preocupación.
Barbeta apoyó el cuenco de gusanos en el suelo y tomó algunos. Los aplastó con sus manos y los untó a la espada del cuervo.
─No es mucho pero ayudará, debemos separarnos y tratar de dar con ella, obligarla a salir.
Barbeta repitió el procedimiento con todos. Al llegar a Arlorg este apartó el mazo sin disimulo.
─No toques mi arma mago, tú nos trajiste a esta trampa.
─Y pretendo sacarte ─ contestó apoyando sus manos en los brazaletes del bárbaro. Estos tomaron el rastro de luminiscencia. Eso debía bastar.
Desde algún rincón de aquellos túneles un rugido se hizo audible, aunque lejano y distorsionado. Parecía de animal pero de uno extraño.
─Círculo de defensa ─gritó pluma de cuervo. ─aléjense de las lámparas, déjenlas en el suelo.
Se sumergieron en la oscuridad y disimularon la luz de sus espadas. Se sentían uñas horadando la piedra de los túneles, venían varios pero no sabían quienes.
─Ya están fuera. Silencio ─dijo Barbeta mientras buscaba algo en su morral.
A las lámparas se acercaron una especie de criaturas pálidas. No tenían pelo en el cuerpo y olían el suelo con frecuencia. Tenían forma de hombres y por los movimientos al tanteo se notaba que eran ciegos. Caminaban en cuatro patas pero parecían no haber nacido así ya que eran torpes y descoordinados. Barbeta echó algo en el suelo muy despacio, lo esparció con paciencia frente a ellos. El que más cerca estaba de ellos dirigió su hocico hacia el grupo. Pareció no agradarle el aroma porque estornudó y sacudió la cabeza. Uno de ellos se acercó a las lámparas y araño una haciendo que esta se parta en pedazos e incendie su garra. Los aullidos de dolor se multiplicaron por las paredes de piedra. Las demás criaturas gritaron también como si les hubiera dolido a todas. La que se había quemado corrió por uno de los túneles y no se la vio más. Las demás fueron retrocediendo desconfiadas y se desparramaron por los distintos accesos. Pronto todo volvió al silencio.
─Deberiamos movernos ─advirtió Raluk ─y dar cuenta de ese que dejaron vigilando.
Barbeta asintió con la cabeza y la Llama Negra se movió como un felino. Había dejado su espada en el suelo y se movía con sus dagas. Sólo se escuchó un chillido sordo y ella regresó con su cara salpicada de sangre. Sangre muy roja y brillante.
─¿Cómo pudiste verlo mi excelente señora? ─inquirió Chaban ante semejante muestra de destreza.
─Con los ojos de la oscuridad embajador, me crié en callejones oscuros. Las sombras eran toda mi ventaja cuando había peligro. Si se huelen y se escuchan lo suficiente tenemos una oportunidad.
El grupo se acercó al engendro abatido y lo examinaron. Era un hombre después de todo. no tenía un pelo en el cuerpo y sus ojos estaban blancos. Sin pupilas ni nada, sólo una blancura absoluta. Barbeta examinó su boca. No había filosos colmillos sino dientes romos, típicos de cualquier hombre. Las uñas eran largas y estaban ennegrecidas. Estaban tan pálidos que no se notaban sus labios ni se distinguían bien las facciones.
─Ella los está convirtiendo. Se ha nutrido de la aldea para crear su corte, o su ejército. ─concluyó Barbeta.
─¿Pero por donde empezar? . Crow se sentía perdido en la vasta red de túneles ante ellos.
─¿Alguna vez pateaste un perro cuervo? ─preguntó Kurz que había estado todo el tiempo pensativo.
sabrás que si lo lastimas se irá directo adonde se sienta seguro. Vamos tras el que herimos...
Todos asintieron y se dispusieron a seguir el túnel por donde había escapado el de la mano quemada. Barbeta volvió a revisar el morral y sacó un polvo oscuro y se lo pasó por el cuerpo, todos se acercaron para recibir su parte.
─¿Qué es eso mago? ─preguntó Espinal con algo de repulsión.
─No preguntes, sólo debes saber que no sentirán tu aroma, pero cuidado, aún podrán escucharte.
Al cabo de un rato todos olían con una aroma ácido y penetrante, pero nadie sabía que rayos era eso que tenían encima. Chaban se sonrió por un momento pero no dijo nada. Conocía bien el guano de murciélago. Fueron ingresando en parejas. El túnel volvía a ser estrecho así que se internaron en parejas. Crow y Barbeta, Raluk y Wonder, Kurz y Espinal, Chaban con Arlorg y cerraba Parabel que vigilaba a Javensen.
No había espacio para maniobras. Si los atacaban sería difícil plantar batalla así que trataron de moverse rápido y lo más silenciosos posible. Los rugidos de los seres se escuchaban por doquier. Parece que se comunicaban. Supusieron que la novedad del día eran ellos invadiendo su territorio. Y no parecía gustarles.
Empezaron a caminar sobre excrementos extraños. Blancuzcos y en extremo blandos. Era parecido a lo que encontrabas en el pañal de un infante. Barbeta entendió que la mayoría tomaba de alguna manera el pecho. No sabía que pasaría cuando llegarán a adultos. Aunque la mayoría ya lo era, pasarían según entendió el mago por algún tipo de metamorfósis. Hubiera dado cualquie cosa por pasar un día en la biblioteca del templo, y consultar los pergaminos. Allí había manuscritos arcanos que describían a los seres invocados durante los innumerables portales que se abrieron. Pero claro, él era un aprendiz cuya curiosidad excedió su rango y terminó en las mazmorras del templo siendo torturado junto a Davan. Quizás molestó que hubiera aprendido sobre controlar portales o que supiera como nadie el bestiario negro. Davan se lo llevó con él cuando escapó de allí y a Barbeta no le molestó que lo librasen de una segura muerte.
Los chillidos de los hechizados por la bestia empezaron a sonar con un eco profundo. Parecían estar cerca de otra gran sala.
─Me temo mis hermanos que he cometido un error. Esto no es una mina aunque lo hayan tallado los hombres. ─confesó Barbeta.
─¿Y que puede ser sino? ─preguntó Crow.
─Un nido.
El grupo tragó saliva. Los números no estaban de su lado, pero eso ya era el pan cotidiano. No podían confiar en nada de lo que los aldeanos le hubieran contado. Estaban intentando debilitar a la hermandad dividiendolos. Como había sucedido con esta misión, que apeló a la piedad que despertó en ellos la historia de la aldea abandonada. Pero eso no era idea de unos granjeros desesperados que vendieron el alma a una bestia. Tenía que ser un plan mayor. Crow entendía que le habían fijado un límite de tiempo y no podría cumplirlo. Y quizás sólo había logrado que el resto de la hermandad viniera a buscarlos finalmente. Directo a la trampa. Directo al nido.
─No importa lo que pase, uno de nosotros debe volver. ─ sentenció Crow.
─Pues yo no pienso morir en este agujero, aún tengo mucho que hacer ─desafió Raluk.
─Pensemos la manera de acabar con la bestia y olvidémonos de morir por un rato ─agregó Wonder acariciando sus dagas hermanas.
─Barbeta, necesitamos todo lo que sepas y tengas del asunto. Aún lo que no puedes contarnos ─dijo Espinal mirando fijamente al mago que entendió el requerimiento como una amenaza.
─Estamos en un nido o colmena. ─ comenzó a detallar Barbeta. ─Ella ha ido tomando las mentes de los que están aquí transformandose, también tiene influencia en los de afuera, sea por codicia o por miedo, la aldea la está ayudando. Y por las cosas que ha creado aquí entiendo que está confinada a esta cueva y ha dedicado el tiempo a protegerse. Se siente segura aquí, solo aquí podremos matarla...
─Mucho hablar es poco matar, yo no puedo esconderme ni ser sigiloso, apenas puedo caminar por aquí, vayamos a la cámara delante y déjenme pelear, ustedes hagan lo suyo ─pidió Arlorg, harto de las dilaciones.
Crow se miró con los demás. Una distracción podía ser útil. Concentrar demasiados hechizados no tanto. Era casi una muerte segura. El líder mandó buscar las lámparas a la otra cámara mientras Barbeta preparaba unos polvos para agregar a los gusanos brillantes.
Raluk se arrastró hacia la sala con Wonder para saber con que estaban lidiando. Aún en la penumbra un destello similar al de los gusanos emanaba del centro. Una sombra se movía serpenteante recitando algo en lengua desconocida. Desde un túnel se oyeron gritos de personas y alguien fue traído por un grupo de hechizados a empellones. Entonces la vieron. Alta, verdosa, con apariencia reptiliana. Su cara podía ser la de una princesa por su hermosura, aunque sus ojos tenían un brillo verdoso que rompía la ilusión y sus cabellos se rebatían como si tuvieran vida propia.Se movía rodeada de un aura luminosa. El aldeano fue arrojado ante ella que intentaba no mirarla pero ella se acercó suavemente y tomó su rostro con manos terminadas en afiladas uñas. Todos sus movimientos eran suaves y gráciles y su mirada era dulce con el aldeano que terminó por caer rendido a su encantamiento. La dama se corrió la túnica y descubrió su generoso pecho y se lo ofreció al aldeano al que amamantó como a un hijo. Sólo en eso momento mostró su verdadera forma cuando su rostro se transformó en un horrendo engendro de fauces babeantes y sus cabellos ondulantes se agitaron transformados en serpientes amenazantes.
─Menos mal que vinimos nosotras Raluk, si era alguno de los hermanos seríamos menos.
─Toda la razón hermana. Toda la razón. Si les mostraba un pecho ni siquiera hubiera necesitado hechizos con ellos ─concluyó la Llama Negra con una risita cómplice.
Nuevamente reunidos en el túnel se repartieron las tareas para organizar el ataque. Arlorg estaba firmemente convencido de que debían atacar con fuerza. Raluk quería cazar todos los posibles primero para debilitar posiciones. Barbeta advertía que debían lograr que dejara de recitar sus conjuros para volverla vulnerable. Todas las armas fueron tratadas con los polvos del mago, según él para hacer mayor daño a la gorgóna y romper el encantamiento en los hechizados. Según él el conjuro que recitaba era el cordón umbilical que mantenía con ellos y cortarlo era la clave para vencerla.
Se arrastraron dentro de la amplia cámara y Arlorg se adelantó agazapado. Kurz decidió acompañarlo ya que necesitaban ganar tiempo, al instante Espinal se sumó a la linea de defensa, Parabel miró fijo a Javensen que de mala gana fue junto con él. Chaban, que hizo una petición a sus dioses, encontraba cierto parecido del engendro con una prometida que había sabido tener en el pasado, esto le pareció sugestivo así que se encomendó a la tarea para completar el sexteto.
Barbeta hizo un amplio círculo con el aceite frente al promontorio donde oficiaba la ceremonia del rezo la bestia. La línea de ataque se metió dentro de el esperando la señal para atacar. Por alguna clase de milagro todavía no los habían detectado. Sin embargo en un momento la gorgóna se irguió y lanzó una mirada a los alrededores.
─¿Por qué vienen a dañar a la gran madre?
Todos se quedaron inmóviles ante la posibilidad de haber hecho ruido. Pero no habían escuchado ninguna voz, ella había hablado dentro de sus cabezas.
─Puedo escuchar sus pensamientos mis niños, me han entristecido, yo no soy su enemiga, no invadí sus tierras ni dañé a los suyos, no quemé sus poblados ni robé sus cosechas, estoy aquí porque me llamaron ustedes. Yo adopté una tarea. Vine para protegerlos, mis pequeños...
La voz de ella seguía susurrando en sus cabezas, su tono era dulce y persuasivo. A más de uno le causó una extraña sensación de calidez. Muchos de ellos no habían conocido a sus madres y fantaseaban de niños con una. Sin embargo se obligaron a ignorarla mientras se ponían en posición para el ataque. El tono dulce se fue endureciendo a medida que notaba que no surtía efecto. Una madre amorosa también podía ser terrible.
─Voy a roer la médula después de moler sus huesos desagradecidos, tratar así a una madre que lo ha dado todo por ustedes.
Crow con las dagueras ya había flanqueado la posición del promontorio y aguardaba la señal para lanzarse tras ella. El altar estaba infestado de hechizados. Barbeta había tratado de cubrirlos de protecciones mágicas. Todos habían sido recubiertos con un unguento que detendría la mayoría de los venenos conocidos pero lo importante era evitar su mirada o la fascinación los derrotaría.
Se oyó el sonido de una espada contra el pedernal y las chispas iluminaron fugazmente a la línea de ataque cuando sus espadas se encedieron en llamas azules. Los seis en formación escalonada se mostraron por primera vez.
─¡Ven por mí mamá! ─gritó Arlorg fuera de sí.
Y el pandemonio se desató.
La horda de hechizados se lanzó en tropel y las espadas encendidas comenzaron su tarea. Espinal bajó la suya y encendió el circulo de fuego alrededor de ellos. Los primeros hechizados ardieron profusamente mientras ellos los despachaban con facilidad. Sin embargo por cada uno que caía el círculo se reducía en intensidad. Los hermanos patearon sus lámparas y otros más terminaron incendiados. Aunque luchaban frenéticamente era una batalla perdida. Eran demasiados, lo único que hacían era ganar tiempo.
─Miren lo que se está perdiendo Carlos ─dijo Espinal mientras daba muerte a dos a pura espada y puñal viendo como ardían.
Crow y los suyos se acercaron a la gorgóna en silencio. Crow calculó los pasos y bajó la mirada preparando su carga.
─Cúbranme ─dijo y se lanzó a la carrera.
Raluk y Wonder se pusieron de pie y empezaron a lanzar sus cuchillos hacia ella mientras corrían en distintas direcciones. Las manos de la gorgóna se movieron con velocidad y gracia. Su piel de reptil era de extraordinaria dureza y no recibió mayores daños aunque el fin de ataque era cubrir la carga de Crow que realizó un salto y por un momento tuvo que levantar la vista tratando de elegir el lugar donde caer, allí cometió su único error. Su mirada fugazmente se cruzó con los ojos más dulces que pudiera haber contemplado. El sonido de la batalla desapareció y hasta su cansancio y agitación se desvanecieron de repente dando lugar a la más maravillosa calma que hubiera experimentado en su vida. La voz de la gran madre sonaba como un arrullo sereno y sintió como nunca la necesidad de que ella lo abrazara y le cantara mientras se sentía flotando sobre el suelo. Podía estar así por siempre pero pronto la ensoñación se quebró violentamente. La gran madre estaba en el suelo y se tomaba el rostro ensangrentado. El hacha arrojadiza de Arlorg había llegado a su destino y había impactado en plena cara aunque no hubiera golpeado del lado del filo. Ese golpe bastó por su propio peso para lastimarle y lanzarla de espaldas. Su hermosura y serenidad demudaron en un rostro terrible y colérico cuando se incorporó, lejos de la madre amorosa que fingía ser. La criatura mostró sus fauces de dientes afilados y ojos rojizos con una corona de serpientes agitadas. Crow estaba de rodillas cuando recuperó la conciencia y tanteó buscando su espada. Era la oportunidad que estaban buscando, había cesado de recitar su conjuro y los hechizados estaban quietos en sus sitios como muñecos sin voluntad para valerse por si mismos. El cuervo tocó la empuñadura de su acero y la tomó firmemente lanzando la estocada con todas sus fuerzas. El chillido penetrante hizo eco en toda la cueva y la gorgóna se apartó en busca de refugio. Los hermanos ganaron el altar y alzaron sus armas contra ella que intentó hechizarlos, pero eran demasiados. Sin embargo no contaban con la fuerza del engendro que cargó contra ellos y los lanzó por los aires con el ímpetu de su furia. Ahora la lucha era física. Usaba su hechizo brevemente con cada uno para hacerlos dudar y les lanzaba golpes que eran como cornadas de toro. Una figura se movió fugazmente alrededor de ella mientras luchaba. Cuando ella lo percibió se giró con su horrible mirada de ojos grandes, bien abiertos tratando de encontrarse con la mirada del atacante pero sólo se encontró con un encapuchado que sopló un fino polvo sobre su rostro haciendo que sus ojos ardan casi instantáneamente. Los gritos de la criatura ensordecieron a todos mientras se rebatía lanzando golpes en todas direcciones, un fino vapor salía de sus cuencas ennegrecidas donde su vista había perdido su fulgor.
─Ahora idiotas, que no durará demasiado ─gritó Barbeta que se alejó tan rápido como había llegado.
Javensen se lanzó sobre ella y la abrazo como quién se lanza a abrazar a un buey desbocado. Arlorg levantó su mazo buscando su cabeza pero una estocada fortuita del engendro lo hirió en la rodilla y cayó del promontorio pesadamente. Kurz saltó, espada en mano a tratar de ultimarla pero se seguía defendiendo freneticamente. Ella lo alcanzó en el aire y lo lanzó a la oscuridad. Misma suerte corrió Parabel que evitó varios golpes pero terminó cayendo del promontorio sin poder acertarle. Espinal esperó con su espada preparada tratando de calcular el momento del ataque. Ya Javensen estaba a punto de perder su agarre cuando el engendro súbitamente dejó de luchar. La siguió abrazando con todas sus fuerzas esperando otra arremetida hasta que comprendió que algo había pasado. Raluk y Wonder habían usado sus dagas para degollarla y fueron tan precisas en su faena que lograron decapitarla en un segundo intento. La bestia había muerto.
Se sentaron agitados y completamente extenuados luego de semejante combate. No soltaron sus espadas por miedo a que los hechizados se volvieran hacia ellos en venganza pero estos continuaban inmóviles. Finalmente los hermanos cayeron de bruces buscando un poco de aire en la creciente oscuridad. No tenían fuerzas para resistir otro ataque.
─¿Dónde estamos? ─se escuchó decir en lo profundo de la cueva.
─No lo sé ─contestó otro mientras se escuchaban gente devolviendo profusamente. Todos empezaron a sufrir violentos vómitos que duraron un buen tiempo. No se quedaron a ver en que terminaban aquellos seres que parecían recuperar la conciencia. Les dejaron lámparas para que se guíen y se llevaron el resto con ellos. Sólo se ocuparon de tomar la cabeza de la gorgóna y meterla en un saco para llevársela, además de Barbeta que extrajo un poco de leche materna del cuerpo inerte y la guardó entre sus ropas. El viaje de retorno fue mucho más tranquilo y relajado. De hecho hasta se animaron a beber un poco de hidromiel e intercambiar pareceres, además de mostrar sus respectivas heridas como si fueran trofeos. Habían vencido y todo lo demás pasaba a segundo plano. Hasta se tomaron el tiempo de reconocer el gesto de Javensen de abrazar a la criatura enfurecida. O de Barbeta de rociarle el polvo cegador antes de que les diera una paliza.
Al llegar a la entrada de la cueva Crow encontró al anciano con el que habían viajado y tuvo ganas de decirle muchas cosas pero se contuvo. El hombre se había arrancado los ojos y esperaba sentado. Cuando los escuchó llegar se levantó y se dirigió hacia ellos. Todos los miraron con desprecio y siguieron su camino sin siquiera dirigirle la palabra. Sólo Crow se detuvo y esperó que el resto saliera.
─Nos tendieron una trampa ─comenzó el líder ─tuvimos suerte allí dentro.
─No me disculparé por intentar salvar a los míos muchacho, todo mi familia está allí y tengo la esperanza de que estén vivos aún. Sólo deseo encontrarlos o me quedaré allí esperando mi final.
─Te arrancaste los ojos por si fallábamos anciano.
─Me quité la vista porque todos debíamos pagar el precio de alguna manera. Tenía esperanza en que la vencieran y para lo que tengo que hacer no necesito ver. Mi trabajo ahora es guiar a los que quedaron hasta la salida, esa gente debe aprender a vivir nuevamente. Es todo lo que me queda.
─Creo que se recuperaran anciano. Pero tu apostaste por la gran madre. No te tengo gratitud.
─Como te dije una vez muchacho, no sabes las cosas a las que la gente puede acostumbrarse para sobrevivir. Serás un buen líder, tienes pasta para esto.
Pluma de cuervo no contestó. Salió de allí indignado por la trampa a la que fueron sometidos mientras el anciano extendía su brazo hacia la pared del túnel y avanzaba tanteando en la oscuridad en busca de los suyos. Pronto se topó con el tropel de hechizados que habían vuelto a la conciencia y los ayudó a encontrar la luz del día, en un intento de que la lúgubre aldea reviviera. Una vida que ya no disfrutaría porque para él ya era tarde. Había quedado cautivo de esa cueva y de la búsqueda de los suyos pero nada más importaba. La luz que otros recuperaran le ayudaría a superar la luz que había escapado de sus ojos.
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