─Alto sacerdote ¿quiere su baño caliente?
─Luego muchacho, no estoy de humor.
Solot despidió al discípulo y se sirvió otra copa de vino. El amplio salón del templo siempre estaba desolado a esas horas. Era el momento del día de los sortilegios y la mayoría de los estudiantes estaba en práctica de las artes. Bebió otro sorbo mientras pensaba en las compañías que vio marchar hacia el sendero alto. A esas horas la resistencia probablemente ya había sido exterminada. Y el imperio ya no tenía quién los detenga. El sur ya era un recuerdo.
Se iba a retirar a su habitación cuando sintió un leve aroma en el ambiente. Algo familiar y a la vez amenazante. Su mano tembló involuntariamente a causa de la tensión. Pensó si llegaría hasta el pasillo de la recámaras para intentar pedir auxilio pero seguramente el atacante ya había pensado en ello. No tuvo más opción que tomar la iniciativa.
─Puedes salir, y tomar un poco de buen vino, después veremos si tu paga es suficiente para lo que vas a realizar. ─dijo Solot tratando de mostrar aplomo.
─Siempre con las mismas tretas ─contestó una voz detrás de los cortinados. ─no quiero tu vino ni tu oro, y si te quisiera muerto ya habrías partido al inframundo.
Esa voz. Solot la conocía muy bien. Su mejor estudiante y en realidad, el único que tuvo en aquellos tiempos cuando todavía no había accedido a la alta magistratura.
─Mírate ahora cocinero. Adonde has llegado ─continuó la voz. ─Sentado aquí como el rey de los magos, bebiendo vino que traes de lugares exóticos, olvidando tus deudas.
─¿Deudas? estás más bebido que yo Dedo Negro, te enseñé todo lo que sábes. Sin mi hoy estarías pudriéndote en alguna aldea...
─De hecho contigo estaría pudriéndome en una celda Solot, no lo olvides.
─No debiste desafiar al imperio mi amigo ¿que pretendías que pasara?
─Maté para ustedes, para tí...me usaste y ante el primer revés dejaste que me echaran a las mazmorras.
─Yo no llamaría revés a la amenaza de los Angras de no dejar piedra sobre piedra de este lugar...¡y puedes salir de una vez de tu escondite, estoy harto de hablar con las cortinas!
Davan se sentó a la mesa y dejó el puñal frente a él. Se quitó la capucha y mostró su cabellera blanca después de mucho tiempo.
─Has envejecido mi amigo ─comentó Solot.
─Mi maldito cabello se volvió blanco de una día para el otro, pero aún puedo con tus guardias mago.
─Espero que hayas tenido la decencia de no matarlos. Será difícil defenderte si los encuentran.
─No te preocupes, sólo un poco de resaca.
─¿A qué has venido? ¿estás escapando de nuevo? ¿que pasó en el sur? ─preguntó Solot con insistencia.
─¿Quieres que te diga lo que pasó en el sur? Dimos cuenta de dos de las mejores compañias imperiales...¿acaso el capitán Barcas no les contó lo sucedido?
El alto sacerdote se quedó pensativo. Los vigías vieron el resto de una compañía volver pero no traían distintivos ni estandartes. Supusieron que era simplemente una caravana de heridos, algo común en un frente de guerra. La única noticia recibida en esos días era la partida inmediata de Paño Morado hacia el frente del Norte. Lejos de ese lugar. Demasiado.
─No voy a preguntar cómo lo lograron, ni por qué perdonaron las vidas de algunos caballeros. Esto hará que las leyendas crezcan y pronto cualquier cazafortuna vendrá hacia aquí buscando cubrirse de gloria matando a alguno de ustedes.
─Primero deben encontrarnos, enfrentarnos y vencernos Solot. Demasiadas cosas por lograr.
Davan jugueteaba con su puñal en la mesa y Solot se vió obligado a preguntar lo que venía evitando. Había extendido la charla lo más posible esperando que un acólito apareciera. Que alguien echara en falta su ausencia pero nada de eso estaba sucediendo.
─Deja de mirar hacia el pasillo Solot, nadie vendrá, ya me aseguré de ello. ─dijo Davan con una sonrisa.
A ojos de Solot eso podía significar que había matado a todos en el templo, o que había traído a un impostor, de hecho no podía imaginar los alcances de esa afirmación. Y prefirió no ahondar en detalles.
─¿Has venido a matarme? ─preguntó el alto sacerdote, temiendo la respuesta.
Sus miradas se cruzaron con intensidad. Davan se tomó su tiempo para contestar mientras jugaba con el puñal haciéndolo girar sobre la mesa.
─En realidad vengo a hacer una petición, un anuncio y una promesa mi viejo amigo. Quiero acceso a la biblioteca del templo, para mí y para mi ayudante...
─¿Ahora también tienes ayudante?
─No me interrumpas. Como decía, quiero acceso a la biblioteca. Debo aprender mucho todavía y además voy a buscar los mapas de las tierras muertas. Debo encontrar a alguien.
Solot sacó una llave de su cuello y la lanzó en la mesa, tenía el símbolo de la sabiduría...
─Sólo podrán venir durante la veda y por su bien, que los guardias no los vean. ¿A quién vas a buscar en ese lugar olvidado por los dioses?
─Tú sabes bien a quién Solot.
El alto saccerdote recordó las historias, algunas seguramente inventadas. Las malas lenguas decían que el imperio cerró las fronteras para contenerlo a él y condenarlo a morir. Sin embargo el había creado un reino en el yermo de alguna manera, y nadie sabe cómo pero también tenía un ejército. Un lugar donde reinaba sobre los huesos de los suyos y donde esperaba su momento. Decían que hasta los titanes lo evitaban. Y las historias lo describían sentado sobre un altar de cráneos esperando su venganza. El día en que se levantare contra su gran enemigo...y sus aliados. Sería el despertar del más infame reino, de la mano del rey sin nombre.
─¿Entiendes que de existir realmente ese hombre todos nosotros somos sus enemigos?
─Enemigos comunes hacen grandes alianzas Solot. A tí te ha funcionado jugar a la traición toda tu vida.
─Así que tu plan es liberar una plaga para terminar con un resfriado, no sabemos que pasaría si ese loco sale de las tierras muertas...¡por los dioses Davan! ni siquiera sabemos si existe...
─El imperio es algo más que un resfriado. Y tu miedo es mi confirmación. Ya he oído las historias y conocido gente. No son cuentos de viejas, te lo puedo asegurar. Yo viví allí, en el único lugar al que pude escapar de tí y tus amigos imperiales.
Davan se levantó y Solot se sobresaltó por un momento pero pronto entendió que Dedo Negro se retiraba y respiró aliviado. Aún le duraba la inquietud por el descabellado plan pero Davan era un hombre que vivía saboreando la venganza y le gustaba hacer alardes como el de aquella noche. No sabía cuanto de cierto había en todo lo que se había dicho allí y si él con toda su influencia estaba en penumbras, realmente podía ser un problema. Dedo Negro fue tras los cortinados mientras Solot se ponía de pie y tomaba su copa. La voz volvió a salir de los cortinados como al principio, todavía tenía algo más que decir.
─Aún resta que te haga la promesa sacerdote...
─Preferiría un trago de cicuta en vez de vino pero supongo que no tengo opción ─suspiró
─Llegará el día en que vuelva por tí, pero no vendré a matarte, sino a ofrecerte en sacrificio, quedarás en las crónicas como el hombre que cerró el portal y se cantarán historias en tu memoria. engrandeceré tu nombre viejo amigo...
─Tú no tienes amigos Davan ─contestó Solot apartando las cortinas pero allí ya no había nadie.
El sacerdote tomó otro sorbo de vino y suspiró. Se derrumbó finalmente en la silla mirando a la nada y entonces reparó en la mesa. La daga continuaba allí y por la empuñadura se dio cuenta que pertenecía a uno de sus guardias. Tantos años de intrigas y elucubraciones le estaban pasando factura finalmente. Ya no estaba seguro ni en su propia sala. Y para colmo de males ahora también debía preocuparse por lo que sucediera del otro lado de las montañas, en las tierras muertas, donde un loco del que nada se sabía podía dar vuelta el tablero instalando el más infame reino entre ellos. Quizás que lo sacrifiquen no era realmente mala idea pensó, arrojando la copa contra el suelo.
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