Parabel tenía una costumbre compartida con muchos de sus hermanos de armas. En vísperas de la batalla no dormía. Se escabullía por un rato del campamento para ir a alguna aldea lejana a beber en la taberna tratando que su última noche le mojara un poco el alma seca. Nadie sabía si mañana llegaría a ver el sol volver a ponerse.
Esa noche cabalgó raudo en busca de una taberna en especial, allí la hija del tabernero, una amiga ya de años, le regalaría su voz un rato.
Era un descanso ser quién no cantaba, sólo la acompañaba con su laúd mientras ella soltaba al viento los más maravillosos tonos, hermanados a su arpegio.
─juglar, hace rato que no nos visitabas, ¿cómo va ese asunto en la frontera?...─dijo ella sin dar demasiadas señas, sabía que el guerrero mantenía un perfil bajo cuando se tomaba un respiro.
─Saludos Malukah, ni lo pregúntes...mañana será un día agotador...
─Cuidado juglar, demasiado trabajo puede matarte...
Parabel le devolvió una sonrisa mientras buscaba una mesa alejada de la puerta. Costumbres de soldado. La tabernera vió su morral y adivinó el contenido.
─ ¿Quieres tocar un rato para animar el ambiente?...
─Sólo si tengo compañía en la batalla.
Pronto Malukah despachó las mesas restantes y le hizo un gesto a su padre mientras se sacaba el delantal. Los presentes adivinaban lo que venía. Los más antiguos lo habían presenciado alguna vez y aunque trataban de no incomodar al visitante no había nadie con suficiente edad en la comarca que no conociera al juglar, el cantor guerrero.
Malukah lo buscó con la mirada y él dibujo una palabra con sus labios sin emitir sonido, una palabra que ella conocía muy bien...Dovahkiin.
Ella asintió e hizo el anuncio de siempre cuando cantaba.
─Amigos, la noche es fría, los peligros abundantes, pero la hidromiel, generosa...pongámos algo más de fuego en esos corazones...
Todos vivaron a la dama y alzaron sus copas para abandonarlas luego y se arrellanaron en sus sillas.
─Desde tiempos antiguos el hombre ha tenido que luchar por un lugar en este mundo, por un pedazo de tierra...─comenzó ella ─no fue distinto en el pasado cuando no sólo el sur sufría la furia de los dragones, pero donde había una bestia atormentando a los pueblos, se levantaba también aquel destinado a hacerles frente...Dovahkiin era su nombre, el hombre que nace con la sangre y alma de la bestia en el cuerpo de un mortal...
Ese era el pie para la entrada del laúd que lanzaba sus primeras notas mientras ella tomaba aliento...
«Nuestro héroe, nuestro héroe, clama el corazón de un guerrero...»
«Te lo dije, te lo dije, el Sangre de dragón ya viene...»
«Con una voz que empuña el poder del antiguo arte del norte...»
«Cree, Cree, el Sangre de Dragón ya viene...»
«Es el fin para el mal, de todos los enemigos de Skyrim...»
«Ten cuidado, ten cuidado, el Sangre de dragón ya viene...»
«Porque la oscuridad ha acabado, y la leyenda aún crece...»
«Lo sabrás, Lo sabrás, el Sangre de dragón ya viene...»
Aquí el juglar ejecutaba un puente melodioso mientras ella soltaba la voz en hermosos arabescos.
Luego la canción clamaba con autoridad mientras ella no perdía la dulzura en el canto...
«Sangre de Dragón, Sangre de Dragón presto juramento en su honor
para que el mal de nosotros se aleje...
Al oír el grito de triunfo, el enemigo mas fiero tiembla de pavor
Sangre de Dragón, Sangre de Dragón, tu bendición siempre nos protege...»
Allí acababa la canción, con la última nota del laúd resonando en el silencio. Ella siempre agradecía la atención, aunque todos sintieran que debían ser ellos los agradecidos. Los presentes con ojos humedecidos permanecían en silencio recordando a sus muertos. No había nadie que no hubiera perdido a alguien desde que las bestias llegaron. El reino se había olvidado de ellos cuando la hermandad se levantó.Y no dejó de luchar, aunque los números no la favorecieran...se contaban historias de poderes más allá de los hombres sosteniéndolos en el campo de batalla. Y todos rogaban que esas historias fueran ciertas.
Parabel apuró el último trago y se acercó a la barra. Malukah lo abrazó y le hizo la pregunta de siempre, casi hecha como amuleto...
─¿volveremos a verte por aquí?
─nunca me he ido, mi música ha quedado presa en esa voz que tienes ─contestó galante.
─siempre haces lo mismo para no pagarme ─contestó risueña y se dieron un último abrazo antes de que el juglar partiera de regreso al campamento. Ella se quedó en la puerta mirando como al jinete se lo devoraba la noche. Siempre sentía que quizás fuera la última canción así que alejó todo lo que pudo los miedos y le deseó lo mejor que podía desearle en tales circunstancias, que sobreviviera al día...
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