miércoles, 12 de septiembre de 2018

Javensen "Iscario" la piel que habla




Dicen que un iscario nunca traiciona. Que su palabra es su vida y deshonrarla es morir. Él tuvo que romper ese código. Lo hizo por los suyos, por su rey, por su padre. No le importó el repudio. La condena de su gente cayó rapidamente sobre él. Lo desterraron y le negaron la fe. Era un paria pero había tomado una desición. Haría cualquier cosa por ellos. Allí pronunció palabras que muchos todavía recuerdan..."Aún sin dios, ni ley seguiré"...
Fue el príncipe rebelde de su pueblo. Jamás aceptó las obligaciones de su trono. El sólo quería la gloria. Surcar los mares para tomar las ciudades de sus vecinos. Vivir del botín y dar de beber a sus hachas. Pero su dominio de las planicies en las llanuras de los ríos. Esos caminos sinuosos de agua que lo llevaban al mar un día se cerraron para sus barcos. El imperio había descendido de las montañas escupiendo guerreros feroces sobre sus poblados. Y por más que las hachas bebieron hasta quedar ebrias, el vino de la muerte siguió fluyendo hasta consumir su resistencia.
Pero antes de eso Javensen tuvo una vida. Una tumultuosa y agitada. Escapó un día de su padre y fue a probar suerte en un drakkar siendo muchacho. Al principio todo fueron aventuras pero un día acabó naufragando en tierras extrañas, en costas del mar oscuro y fue apresado por piratas. Terminaron vendiéndolo como esclavo en el lejano puerto de Ur-Kamoi. En las tierras vecinas de Mediamar. Allí marcó por primera vez su piel, relatando estos últimos  sucesos de su vida. Quería que quedara testimonio de quién era por si no sobrevivía. Allí estaban las runas con su nombre y el de su pueblo. Había decidido escribir en su cuerpo todo aquello que fuera digno de recordarse. Lo verdadero y lo inevitable.
Pero el iscario tuvo suerte y pudo fugarse de allí. Consideró volver a su hogar pero en su cuerpo todavía había suficiente espacio para más experiencias, así que se internó en Mediamar para terminar enlistándose en la casa Grano Dorado, que estaba en guerra con los Rocanegra, los venidos desde Islas de Piedra. Participó en una de las batallas más cruenta que se recuerden y su bando resultó derrotado. A punto de ser ejecutado alguien leyó su cuerpo y comprendió su linaje. Fue enviado a la ciudad blanca de Madena para ser juzgado. Allí pasó una temporada en sus mazmorras. Mas marcas se añadieron a su cuerpo donde ahora escribiría la profecía sobre el pueblo de la espada. En los célebres nidos de rata conoció a un sabio que le enseñó sobre lo que vendría. Supo que un día su tierra sería sojuzgada por el pueblo de la espada. Conoció de las intrigas de la ciudad blanca y decidió escapar nuevamente. Cabalgó a Belligera para buscar el culto del lobo. La profecía decía que el pueblo de la espada le temería a los lobos y que estos le morderían el talón. Sólo encontró más guerra y leyendas que ya se habían perdido en la memoria.
Así que se lanzó de nuevo al mar y regresó a su tierra para ofrecer su brazo. Fue admitido como mercenario pues a los ojos de su pueblo seguía siendo un extraño. Nuevamente conocería la derrota. Ahora ante las tropas imperiales y vería la desesperación de su anciano padre. ¿Quién podía culparlo? quiso evitar la muerte y la esclavitud y accedió a firmar un tratado. El primero al que accedía su orgulloso pueblo. Pero el imperio no honra los tratos. Sólo era una treta para apresar al viejo líder. Y con él encadenado, el poderoso Iscar se llenó de dudas y aspirantes al trono. El principe menor se había marchado hace años y se había ganado el repudio.Y los mayores habían perecido en las distintas batallas que el este les presentó. Sólo un viejo rey encadenado mantenía unidas a las tribus de Iscar. El imperio los tenía a su merced.
Javensen se quedó en la derrota, minetras muchos huían, aunque todos continuaron recriminándole su escape y los largos años en que su figura no pesó en las decisiones. Ahora era tarde. Sus hermanos habían perecido y él era un extranjero. Su padre accedió a recibirlo pero no escuchó su consejo. No creyó en la profecía que decía que debían aliarse con otros pueblos. No podía tomar consejo de un extraño fueron sus palabras. Y eso decretó su ruina. No hubo posibilidad de victoria.
Ahora visitaría  las mazmorras del templo del Ocaso. El imperio no se arriesgó a mantener un heredero libre. Los magos serían quienes cumplirían su destino y llevarían la culpa de su muerte. Más marcas se añadieron a su piel. Sobre todo las de un nigromante que le marcó en los brazos las runas que le darían el poder del fuego. Le enseñó que estas eran tan poderosas como terribles y que usarlas mal lo llevaría a ser consumido. Javensen le creyó al nigromante y jamás quiso usarlas aunque supiera leerlas.
Llevaba una vida relatada en su piel. Como un viejo pergamino que relata los secretos que la mayoría calla. Así escaparía con la ayuda de otros para ir al este. A tratar de liberar a su padre. Llegaría a los campos de esclavos del imperio donde una mujer de túnica azul lo señaló con el dedo una vez y lo rescató para siempre. La pitonisa lo escogió para que la acompañe. Un honor que pocos  tenían en vida.  Decidió aferrarse al oficio de mercenario para ganar tiempo. Si tenía suerte la pitonisa le daría alguna visión que le ayudara a completar la tarea de rescatar a los suyos. Pero ella lo dejo en el sur. Sólo le dijo que su destino lo había llevado hasta allí. Que conocería a otros como él. Parias.Y compartiría el campo de batalla como antaño lo había compartido con los suyos. Aunque el general del este que lo reclutó como espía fue generoso en las promesas de oro para él, también fue pródigo en las amenazas que vertió si no regresaba a él con información. La muerte de todo su pueblo sería la pena. Javensen estaba atrapado. Hasta la muerte de la moneda llevaba escrita en su piel. Duros sería los días donde tuviera que elegir...condenar a los suyos o servir a los que los oprimían... Fuera cual fuera su decisión una nueva marca vendría a él. Otra más que diera palabras a esa piel que habla.

 

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