Memorias del escriba
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sábado, 15 de septiembre de 2018
La sombra de esos días
─La situación ha ido más allá de lo tolerable. Necesitamos resultados...
─¿Necesitamos? ─remarcó con tono irónico Turbarión. ─Quizás les deba recordar que yo quería ir al sur primero. Necesitabamos recuperar la entrada a los valles y llegar al mar. Desde allí el oeste era vulnerable.
─No había barcos suficientes para los nuestros. Hubieramos perdido el impulso si dividíamos fuerzas.
─El mar nos daba la ventaja. Bloquear la bahía ardiente era suficiente para retener la ciudad. Podíamos ahogarlos entre el mar y la tierra.
─Fue decisión de los tres, no lo olvides.
─Recuérdame la última vez que tuviste una opinión distinta a Topor. No puedo imponer mi juicio si lucho contra el de él y su lacayo.
Palash apretó la mandibula y la mirada se le volvió hielo. Odiaba las insinuaciones de que obedecía en todo al general Topor. Los tres generales tenían el mismo rango y la misma cantidad de compañías a cargo. Pero lo cierto es que eran muy distintos en criterio y al necesitar consensuar la mayoría de las veces estaba del lado de él. Las razones eran claras. Turbarión era el más astuto y el menos confiable. Todos creían que algún día se alzaría para reclamar el imperio como propio. Pero Topor aún sostenía los viejos principios. La muerte de la moneda era su invención. Era el que había dado la orden de matar a los reyes Valyuta en Margón, cuando Turbarión simplemente prefería tenerlos cautivos. Sus razones eran simples, prefería lidiar con lo conocido que enfrentarse a enemigos nuevos. Para Topor en cambio, los enemigos nuevos eran siempre más débiles que los consolidados. Ambos tenían razón, y ambos estaban equivocados, pero para Palash, los errores de Topor eran subsanables. En cambio Turbarión tarde o temprano podía arrastrarlos a la derrota.
─Ustedes siguen desangrándose en el oeste y yo debo lidiar con los rebeldes del sur y los perros del norte. Claramente buscan mi fracaso.
─Eres un perro viejo Turbarión, no puedes con dos huesos, suelta el sur. Olvidate del mar y termina de una vez con los lobos. Entonces tendrás fuerzas suficiente para arrasar con lo que se te interponga.
─En el sur está la llave. La pitonisa fue hacia allí. Tenemos que dominar esas tierras antes de que alguna loca profecía llame a levantarse contra nosotros...¿y entonces que? tendremos el culo al viento justo cuando más lejos estamos de casa. Ningún ejército resiste dos frentes de guerra.
─Exageras como siempre. ¿Desde cuando eres tan devoto de las profecías Turbarión?
─Desde que la gente las cree Palash.
Turbarión tomó otro sorbo de vino. Se notaba que estaba bebiendo más que antes. Estaba frustrado y todo el mundo lo sabía. Era el mejor estratega y le faltaban recursos para completar sus campañas. Y como todo buen estratega, culpar a otros era parte de su genialidad.
─¿Cuanto va a pasar hasta que entiendas Palash? no tiene sentido seguir atados al viejo código. Ellos cuentan con eso, nada más fácil que motivar a las tropas enemigas diciéndoles que "no tomaremos prisioneros" "no queremos botín" "vienen por la tierra" prácticamente los obligamos a luchar .
─¿Niegas nuestras directivas sagradas y pretendes que te apoye?
─Los Valyuta están muertos. Ya nos hemos vengado. Ahora hay que buscar tratar con los que quedan...
─No vamos a olvidar las afrentas del pasado sólo porque no sea conveniente pelear. ¿Por qué crees que el este nos sigue a la batalla? ¿por amor a la causa o por miedo de los que les vamos a hacer si regresamos? ¿pretendes perder eso y empezar a negociar?
─Tomemos botín y paguemosle a los nuestros...oh cierto, no podemos, las sagradas directivas Palash...
─A veces suenas como el nuevo rey de la moneda Turbarión.
─Cuatro siglos de paz lograron ellos con un poco de oro Palash. Si quieres vencer a tu enemigo debes aprender a conocer lo bueno y lo malo que tengan. Hay cosas que simplemente debían seguir como estaban. La gente debe entender que necesita un nuevo orden primero. Y luego se lo das, y todos te aclaman como un libertador, pero si se lo impones, y no entienden que lo necesitan te vuelves lo que somos ahora...invasores.
─Has perdido el juicio, y suenas muy parecido a un traidor.
─Claro que soy un traidor si nos ceñimos a las reglas de Topor, el gran defensor de los valores Angras. Sólo él queda excento, pero claro que si tienes las ventajas de dictar las condiciones, sería raro que éstas no lo hicieran...
─El es el representante del consejo de ancianos. El es el guardián del código. Y el código mi viejo amigo, es todo lo que quedará de nosotros. Es nuestro legado.
─Tierra arrasada. Ese es el legado, vivímos a la sombra de esos días cuando nos derrotaron, parecemos no superar ese momento. Es una forma del miedo Palash...suerte en el oeste ─contestó Turbarión dejando la copa en la mesa y levantándose intempestivamente.
Se dedicaron una última mirada y Turbarión abandonó la tienda del otro general supremo. No habría cambios y ambas campañas seguirían de mal en peor. Topor y Palash estaban empantanados allí hace meses. Cruzaron las llanuras centrales con las partidas del innombrable acosándolos día y noche. También los hombres y sus pequeños cultos, algunas de las criaturas del portal habían conseguido adeptos y defendían la tierra como poseídos. Y Todavía no lograban entrar a las tierras del oeste. Los esperaban ejércitos numerosos que habían minado las fronteras.
Turbarión no la pasaba mejor. Los bóreos parecían desaparecer de día y atacaban durante la noche. Al abrigo de la bruma. Siempre con la maldita bruma. Se llevaban a muchos y los torturaban, matándolos lentamente en lugares distantes, a los que no podían acceder. Era un suplicio escuchar los gritos, los pedidos de ayuda desesperados y no ver más allá de un palmo a tu alrededor. Aún para hombres de guerra experimentados era una dura prueba para el temple. Su única esperanza era que los trekeris finalmente les dijeran donde buscar. Pero los mejores rastreadores eran inservibles en ese terreno. Aún no daban con las madrigueras. Sabían que estaban bajo la tierra y dentro de las montañas. Nunca se los veía a simple vista. Hasta que era tarde. Ahora revisaba las minas de Thurgon buscando indicios. Las tribus que vivían allí los adoraban y jamás daban demasiada información. Todos repetían como lunáticos "volverán a correr libres", se había vuelto un lema para ellos. Si antes temían a los bóreos, ahora tenían puesta su fé en ellos. Los esteños empezaban a tomárselas con los prisioneros y oscurecían más la situación. Si alguien pensaba en ayudarlos antes, ahora simplemente los despreciaban.
Turbarión avanzó por el campamento. Los soldados lo miraban con recelo y temor. No había que ponerse en su camino cuando había bebido. Pronto abandonaría el campamento del general Palash y volvería al norte pero antes quizás le hiciera una visita al sacerdote Solot. Era hora de que la magia lo ayudara a terminar sus asuntos. Después de todo, seguían allí por su gracia y benevolencia. Topor los hubiera matado a todos después de conocer sus intrigas. Pero él no era como los demás generales. Si matas a todos pierdes la oportunidad de encontrar un aliado. Y no veía sentido en gobernar sobre una pila de muertos.
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