sábado, 22 de septiembre de 2018

Un puñado de razones




Habian pasado tres días desde que aquel muchacho demacrado y extenuado había llegado a la taberna de la trucha dorada en busca de los mata bestias.
Al principio nadie le prestó demasiada atención. Podía ser un loco, un oportunista o un espía. La hermandad era demasiada valiosa y guardaban celosamente el secreto que reinaba en la comarca sobre ellos.
Fue cuando le llegaron las fiebres y cayó desvanecido en el medio de la taberna que empezaron a escuchar lo que decía...

─Él trajo el frío...nos está matando a todos...deben detenerlo...deben detenerlo...

El tabernero solía ser el hombre más escéptico que se podía encontrar. Pero entendía que quién deliraba por las fiebres no podía mentirles, podía hablar desde el miedo o la locura pero no podía intentar embaucarlos en ese estado.

─Ve a decirles lo que pasa ─le dijo a su ayudante. El muchacho salió corriendo en dirección al camino que llevaba a las montañas.

Cuando el muchacho por fin despertó ya estaba en la cueva con ellos. No se dieron el lujo de presentarse en la aldea. Lo mejor era moverlo rápido y que recupere la conciencia ya en un lugar que no pudiera identificar. La caverna donde tenían el campamento se internaba dentro de la montaña. Lejos de ser simple, el camino se convertía en un laberinto húmedo y oscuro. Ellos solo usaban la nave principal de la cueva. Pero para estas situaciones conocían caminos que llevaban muy abajo, y de los que era difícil regresar si no las conocías bien. Jenny se había ocupado de él y había recuperado las fuerzas. Al principio el miedo no dejaba que hable. Se encontraba en un lugar pálidamente iluminado rodeado de hombres con máscaras extrañas.

─¿Quién eres y de donde vienes?

─¿Para que estás buscando a los fantasmas?

El muchacho abría los ojos bien grandes. Más de una vez creyó que había muerto y se hallaba en alguna sala de tormentos del inframundo. Pensó que estaba maldito por él, por ese que había traído el frío. Jenny fue la que terminó con las actuaciones, se sentía estúpida por usar una máscara frente a un muchacho que apenas había podido librar su vida. En el primer momento en que quedó a solas con su paciente se la quitó para hablar con él.

─No soy un fantasma, deja de mirarme así y dime que es lo que te ocurrió...

─Ustedes dan miedo señora, pensé cosas horribles sobre este lugar.

─Puede ser que demos miedo, quizás sea necesario, pero si quieres que dejemos de asustarte será mejor que empieces a hablar. ─dijo con convicción la maga verde.

La historia del muchacho impresionó a Jenny, que no tuvo más remedio que volver a encerrar al muchacho allí mientras iba en busca de los principales. Todos estuvieron de acuerdo en encapucharlo y llevarlo a la cueva principal. Allí debería decir lo mismo que le había contado a Jenny. Si se equivocaba o cambiaba la historia sería prueba suficiente de que era un espía. Todavia estaba fresca la cacería de la gorgóna y como un anciano los había ido a buscar engañádolos para que fueran tras ella.

─Fue de un día para el otro. Amanecimos con un frío que calaba los huesos cuando ya estaba avanzada la primavera. Todo empezó a congelarse pero no había nieve, sin embargo el frío estaba en el aire. Podía sentirse. Después nos enteramos de que era por él...

─¿Quién es él? ─preguntó Leo que avizoraba una historia similar a la de la gorgóna.

─No sabemos como se llama. Sólo sabemos que no podemos acercarnos demasiado a su guarida porque ya hemos encontrado guerreros congelados allí.

─¿Pero es un hombre, un animal, un espíritu?

─Yo fui uno de los que logró verlo de lejos. Parece un animal, pero no uno que conozca. Tiene un pelaje espeso y grisáceo. Colmillos y dientes que parecen no caberle en el hocico. Camina como nosotros pero no es nada parecido. Es más grande que cualquiera de ustedes, diría que bastante más. Y si te ve te lanzará un aliento gélido y allí quedarás para siempre.

Las palabras del muchacho eran idénticas a las que le dijo a Jenny que afirmaba con la cabeza cada vez que el muchacho daba un detalle. Sin embargo se podía mentir perfectamente diciendo la verdad.
Los hermanos lo devolvieron a las entrañas de la montaña mientras decidían que hacer.

─Es lo mismo de la otra vez. Vienen aquí con sus cuentos y sus penas y terminamos luchando con un ejército de aldeanos transformados en bestias. ─comenzó a decir Espinal.

─En verdad aquella vez enfrentamos a un enemigo formidable, me gustan los desafíos, y mi mazo me apoya, yo iré ─dijo confiado Arlorg amasando el mango con dedos ansiosos.

─Nadie que no quiera ir será obligado a ello, pero es mi obligación preguntar por voluntarios. Todo lo que cruza el portal es enemigo si ataca nuestras tierras. Ya hemos visto que no está el poder en el tamaño. Hay que ver de que naturaleza es la amenaza. ─concluyó Leo expectante.

Parabel, Crow, Alex y Brian levantaron la mano sin dudar. Una bestia de ese calibre requería fuerza. No era una criatura hechicera pero si una que podía encantar a otros. Leo levantó la vista y miró a Carlos que no había dicho palabra. Si esa bestia era una que congelaba con el aliento, el fuego no debería resultarle agradable. Sin embargo no dijo palabra mientras esperaba que el elegido del fuego tomara la iniciativa. Finalmente Carlos levantó su mano con fastidio. Pocas cosas odiaba más que el frío intenso. Baraqz se levantó para tomar sus cosas. Carlos no iba a ningún lado sólo. Allí estaba siempre el guardian de su promesa.

─Crow, lleven lanzas y arcos. Necesitan distancia. Barbeta tu también vas, necesitamos que los guíes y utilices tu magia para que ellos puedan luchar con la criatura. Y también debemos aprender sobre ellos.

Barbeta se caló la capucha después de asentir. Ya conocía sus obligaciones allí. Nunca dudó en que sería parte de la expedición.
Pronto los hermanos estaban listos para partir. Partirían a caballo y pasarían por la taberna. Un poco de hidromiel se echaría en falta, con el frío como excusa. Cuando comenzaron a cabalgar se dieron cuenta de que les faltaba el juglar. La noche anterior había andado de juerga por las tabernas. Aunque lo despertaran no era el mejor de los apoyos así que siguieron camino.

─Seremos siete ─dijo Crow. No le pareció mal número. El muchacho iba en su montura dándole indicaciones. No podían contarlo como apoyo en su estado. Pero eran los mismos que aquella vez que fueran tras la gorgóna. Parecía ser el número de la suerte, algo que siempre repetía Xamu en el campamento.

Apenas rodearon la colina del diente empezaron a ver escarcha sobre las flores recién aparecidas sobre la hierba. Eso les marcó que estaban entrando en el territorio de la bestia. Allí despidieron al muchacho. Si permanecía en el frío moriría sin remedio.

─Bienvenidos al frío señores, ahora estamos en sus dominios ─dijo Barbeta con su habitual solemnidad. El medio mago tenía su propia misión encomendada por Davan. Necesitaba sangre de la bestia, pero para eso primero había que matarla. Pronto encontraron las primeras huellas y se notaba que la bestia se movía a voluntad. No se cuidaba ni temía. Eso era clave para las aspiraciones de la partida. Barbeta recorrió los senderos. Se agachaba y examinaba la senda. Les mostraba el tipo de rastro que debían buscar y la manera en que debían rastrearla. De hecho las señales estaban por todo  el suelo congelado pero parecían arañazos más que huellas. El terreno se había convertido en roca y no permitía mucho más. El medio mago insistía una y otra vez...

─Debemos cercarla fuera de su guarida o será imposible matarla. Su cueva o madriguera tendrá suficiente frío como para que nos congelemos en un suspiro. Debe ser a campo abierto.

El hidromiel fluía generosamente y hasta Barbeta lo necesito para completar su tarea. Carlos había traído una buena provisión de sus juguetes que ardían pero Barbeta estaba interesado en sus componentes, mas que nada.

─No puedo contarte mis secretos medio mago pero con este frío tan húmedo será todo un espectáculo. ─Le contestó mientras cargaba un cuero de vaca con liquido espeso.

Crow pronto vio que las marcas siempre cruzaban un claro y se superponían. Parecía un lugar que la criatura visitaba varias veces en el día. No estaba seguro de si cazaba en la zona o tenía la guarida cerca. Barbeta tampoco estaba seguro. Todos se prepararon y dejaron a Carlos con sus juguetes en un promontorio que se elevaba algunas varas a un lado del claro. Pidió que Arlorg se quedara con él en un gesto que todos creyeron de temor. Pero también dudaban. El incendiario siempre estaba tramando algo. El que no tenía consuelo era el bárbaro que quería enfrentar a la bestia en combate individual. Quizás por eso le delegaron la tarea de cuidar las trampas de Carlos junto a él para que no se hiciera matar estúpidamente.

Luego llegaron las horas esperando que algo sucediera. Con el frío calándoles los huesos la cosa se ponía incómoda. Todos habían tendido las capas sobre el helado suelo y se prepararon para la tensa espera. Espinal empezó a perder la paciencia y se arrastró a un pequeño bosque para intentar tener mejor vista. Estaba visto que esa criatura había olido peligro, quizás a ellos y se había guardado.
Cuando ya había avanzado un largo trecho en la oscuridad de la arboleda su mano se estiró para tocar metal. Se quedó estático. No podía ver que había delante de él. Por un momento se encomendó a los dioses, pero no pensaba irse sin pelear. Se puso de pie y se encontró con un guerrero, con la espada en la mano. Congelado. Estaba escondido como esperando algo. Y allí había quedado. Quizás sorprendido por la bestia. O después de mucha espera. En seguida le hizo señas al resto y se acercaron lentamente a su posición. La conclusión de todos es que ya habían venido a buscar a la bestia. Y no eran aldeanos cazadores. El congelado era un mercenario del este. Lo delataban sus insignias. Una pena, hubiera sido un buen aliado. Hacía poco que había muerto. Todavía el aguardiente de su cantimplora estaba bueno. No se desperdició.
Barbeta lo revisó y dio sus conclusiones.

─Este hombre viene persiguiendo a la criatura desde otra región. Murió porque aquí la criatura se refugió y el no tenía ropa de abrigo, pero aún tiene panes de ghina. Es grano del este que aquí no cultivamos y que no dura más que un par de meses. Alguien pagó para que él persiga y ahuyente a la criatura de sus tierras. Y aquí no es tan árido ni rocoso como el este. Aquí encontró bosques, lagos, aquí encontró refugio y el rastreador perdió su oportunidad.

Sacaron de sus alforjas algo de grano que no parecía ser para alimentarse. Eso le llamó la atención a Barbeta que entendió que quizás la bestia se alimentara con ellos. No perdían nada con intentar, quizás en un golpe de suerte hubieran conseguido finalmente carnada. Pronto el grano estuvo en el claro esperando por la criatura aunque tampoco vino. Sin embargo el frío empeoraba. 
Barbeta repartió unguentos para el cuerpo, para mantener el calor. Para las armaduras y escudos tenía otras cosas que olían horrible pero parecían proteger de los ataques de la criatura.

─Ahora la bestia nos huele a leguas. ─sentenció Espinal.

─La bestia ya está aquí, le temperatura ha bajado de golpe ─le contestó Crow

Fue Alex el que perdió finalmente la paciencia y tomó su escudo. Se encaminó al centro del claro dispuesto a desafiar a la bestia.No importó cuan congelado estuviera el suelo.  Lo clavó con fuerza y esperó. Sintió el frío recrudecer y le hizo un gesto a los demás. Sea quien sea, venía a la cita. Lo siguiente fue el suelo explotando y Alex volando por los aires. Algo emergió del suelo. Masivo, gigante, de pelaje denso y extremidades largas acabadas en garras que rugía su terrible aliento gélido.
El escudo salvó a Alex de morir congelado. El vaho helado y pestilente fue a dar contra el, mientras el hermano trataba de incorporarse. Era inusual ver volar una armadura pesada como la de él lo que demostraba el poder de la bestia. Las flechas y lanzas aparecieron en el cielo gris y la mayoría dio en el blanco pero la criatura se las quitó de encima con un par de zarpazos. Parecía que su piel era más gruesa de lo normal, lo cual tenía lógica pensando en las temperaturas que soportaba. Lo que parecía no soportar eran las ánforas ardientes de Carlos que dieron sobre ella apenas apareció. Estas parecían causarle más dolor que daño, ya que intentó huir del lugar pero los hermanos tenían cubiertas las vías de escape. Intentó volver bajo tierra pero Alex cargó contra ella con su espada en alto. La bestia no tuvo más remedio que enfrentarlos. Ahora debían cerrar el cerco de escudos y encaminarla al promontorio donde Carlos esperaba con quien sabe que tretas. Pero la bestia era fuerte y más de una vez sus zarpazos y rugidos hacian tambalear la linea. Sus tres varas de altura imponían presencia. Les llevaba más de una cabeza a todos y solo Arlorg rivalizaba con la amplitud de su musculatura. El combate se extendía en la mañana y no lograban herirla ni llevarla hacia donde ellos querían. Parecía entender que la llevaban a una trampa y presionaba para ganar el bosque apenas lograba hacer retroceder a los hermanos. Fue Brian el que decidió intentar algo distinto y se separó del grupo. Tomó carrera y le hizo una seña a Alex que entendió el juego. El hermano se lanzó a la carrera y la columna se agachó a último momento poniendo su escudo en la espalda. Ese fue el punto de apoyo para saltar sobre la linea de hermanos directo hacia la criatura. Proyectó el escudo hacia ella y esperó el impacto que resultó terrible por la violencia y porque la criatura no lo esperaba. Esta salió despedida hacia atrás sin poder contratacar. Estaba lo suficientemente cerca del promontorio como para que Carlos diera la señal y Arlorg tomara su mazo para golpear violentamente el cuero de vaca lleno de líquido, que salió disparado en un denso chorro hacia adelante. La bestia resultó empapada por el pero no pareció notarlo. Nada parecía haber pasado de momento, aunque unos vapores emanaban de su denso pelaje.
Crow le hizo un gesto a Carlos de interrogación pero este estaba esperando que algo sucediera y no le prestaba atención. Los hermanos volvieran a juntar escudos y esperaron sin acercarse demasiado. La criatura sacudió la cabeza al oler el preparado. Parecía no gustarle y volvió a darle motivos para querer escapar.

─¿Y ahora que? ─preguntó Baraqz, jadeante

─Ahora esperamos ─contestó Crow

La bestia volvió a preparar su rugido congelante para lanzarlo contra los hermanos, que se protegieron tras los escudos cuando abrió sus fauces. Allí fue cuando se convirtió en una bola de fuego. El preparado ardió apenas entró en contacto con ese aliento de hielo. El hombre de hielo ya no tuvo salvación. Los rugidos hicieron que los pájaros abandonaran los árboles en bandada. Y aún los hermanos, que habían batallado con la bestia toda la mañana no pudieron evitar estremecerse. Nuevamente una figura rompió la linea del horizonte al quedar suspendido en el aire. Arlorg había saltado hacia ella y su mazo impactó profundo en su cabeza en llamas apagando los gritos de dolor para siempre. La extenuante batalla había terminado.

Barbeta se acercó a la bestia, comprobó que estaba muerta y sacó un rollo de pergamino dispuesto a dibujar la anatomía, pero Crow lo detuvo. Hacía demasiado frío y no podían quedarse demasiado.

─Debo tomar nota de esto, hacer un registro, debemos aprender Crow...tú lo sabes

Crow estuvo de acuerdo asi que tomó su espada y decapitó a la bestia con un golpe certero. Tomó la cabeza y se la entregó al medio mago.

─Con esto será suficiente, volvamos ─dijo haciéndole una seña a los demás que ya habían empezado a juntar sus cosas. Todos querían salir de ese lugar tan frío y muerto y pronto estuvieron en camino. Barbeta fue el último en unirse a la partida. Se quedó revisando el cuerpo un rato más. Cuando llegó y se unió le recomendó a todos que no se relajaran. Que mandaran alguien a revisar el camino de regreso. Todos pensaron que era una exageración del medio mago, poco habituado a estas contiendas.

─Ustedes no entienden. Revisé a la bestia. Era hembra...y estaba encinta. Puede que haya un macho en la zona...además tenía marcas antiguas. Bajo el pelaje, como si la hubieran marcado adrede. Como si fuera una especie de ganado. Estas cosas no están cruzando por propia voluntad. Son mandadas por alguien...lo que más temo es que el hombre que encontramos no estuviera persiguiendo a la bestia, sino guiándola...

Todos se miraron. Crow le hizo un gesto a Espinal que se adelantó espada en mano. Miró a su alrededor. El bosque estaba helado y oscuro aunque sólo era media tarde. No le pareció sabio buscar nuevas confrontaciones. Había que salir de allí antes de la noche. La posibilidad de que esa bestia se reprodujera allí crispaba los nervios. Habían dejado los caballos cerca en una granja donde enviaron al muchacho a esperarlos. Allí sabrían que tan sincero había sido con ellos. Y de hecho lo encontraron allí esperándolos, lo que los alivió.

─Matamos a la bestia. ─Dijo Crow con simpleza. El muchacho los miró con incredulidad. Barbeta abrió el saco donde llevaba la cabeza y el pobre cayó de espaldas del susto. Todos rieron un rato, hasta el muchacho, al que tuvieron que ayudar a levantarse. Medio mago se acercó a él sacando algo de su túnica y se lo mostró.

─¿Conoces este símbolo muchacho? ─le preguntó, enseñando un trozo de pelaje de la bestia donde tenía una marca de fuego. El muchacho asintió con seriedad y señaló al oeste.

─Cerca de aquí hay un bosque. Esa marca junto con otras está grabada en los árboles. Pintadas en las rocas. También en la tierra. La tierra siempre está quemada. Los hombres de mi aldea creen que hay algún culto viviendo allí y prefieren no molestarlos. Muchas tribus vinieron de las tierras muertas y del este escapando del imperio.

Crow pensó por un rato y luego miró a los suyos. Todos se encogieron de hombros como si no les molestara. Ya estaban allí y todavía quedaba hidromiel. Tomaron los caballos y se encaminaron a ese bosque. Espinal se quedaría allí tratando de conseguir algo de comida en la aldea. Después de todo ya podían cazar con la bestia muerta. Los seis partieron ligeros con el muchacho por delante. Ahora usaba el caballo de Espinal para no retrasarlos. Podía parecer una locura que se arriesgaran así con la noche tan cerca pero pasaban cosas en el sur que habían ignorado demasiado tiempo. Era hora de saber a que estaban jugando en esos lugares.

─¿Que estamos haciendo? ─le preguntó Carlos a Crow

─Lo de siempre incendiario. Apostando mucho por demasiado poco. Si vuelves a preguntarme ya no sabré que decirte ─dijo suspirando ─ pero esto será siempre así. Seguiremos arriesgando todo, sin demasiado sentido. A veces nos alcanza con un puñado de razones.   



























No hay comentarios:

Publicar un comentario