Memorias del escriba
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miércoles, 5 de septiembre de 2018
Sin piedad para el extraño
─Alguien nos sigue Haru...
─Lo se Vallekano, hace un rato que nos acecha.
Los hermanos habían fingido estar distraídos un rato mientras merodeaban en el bosque. Se habían adentrado para cazar. Si tenían suerte ese día el arquero le daría a algún ciervo después de acertarle a varios árboles. Haru señaló hacia un claro y Vallekano lanzó su flecha aunque no intentara darle a nada. Era la excusa para que la guerrera se apartara. Apenas se perdió buscando la presa imaginaria hizo un rodeo para ponerse detrás del seguidor. Pronto divisó una figura de capa y capucha escondida detrás de un árbol. Su daga ya estaba presta cuando se abalanzó sobre él. El acechador no atinó a nada más que a lanzar un grito ahogado y cerrar los ojos aterrado.
─Por los dioses Jojul...¿qué haces aquí?...─preguntó Haru con cierto enojo.
─No estaba seguro de que fueras tú prima, estás cambiada.
─Pues han pasado unos meses desde que los visité pero tu ya no estabas en la aldea. Ahora eras un gran cazador y estabas en la montaña.
─No te burles Haru, me ha costado mucho que me acepten, esa era mi segunda salida.
─Lo se, lo se, mi pequeño truán ─le dijo con aire maternal mientras le desordenaba los cabellos.
─Te dije que no me digas así, ya soy un hombre...
─Pues discúlpeme usted pero yo que le he limpiado los calzones tengo el derecho, y usted siempre será mi pequeño truán, entérate.
Haru lo miraba tratando de adivinar que se traía entre manos con su arco al hombro y la espada corta, además de un cuchillo de caza casi tan largo como su antebrazo.
─Vas a matar titanes según veo.
─Tú no me tomas en serio prima, nadie lo hace, debo hacerme valer...
─Y supongo que siguiéndo a tu prima lo conseguirás...
─No te reconocí, ya te lo dije, es difícil en este bosque tan oscuro...
─Estos bosques no mejorarán, por si no lo sabías, pero si yo huelo tu miedo, los animales del bosque ya te presintieron hace rato.
─No voy a cazar ciervos, sino hombres.
Haru lanzó una sonora carcajada que hizo dar un respingo a Vallekano que se mantenía a cierta distancia. El muchacho endureció la mirada y se mostró todo lo ofendido que su semblante podía manifestar.
─Voy al norte a cazar hombres bestia...
─...
El semblante de Haru mudó en sorpresa, y luego en espanto.
─¿Que tú que?...¿acaso sabes lo que estás diciendo? Haru no cabía en si del enojo. ─Vas a atravesar medio mundo conocido, tropas imperiales, tierras muertas, las partidas del innombrable, sólo para internarte en el territorio más inhóspito del que se tenga memoria para enfrentarte a hombres que te comerían el hígado, sin temor a exagerar...
─Ya lo he pensado prima. Es lo único que respetaran, nada de lo que haga tendrá importancia si no traigo la cabeza de un bóreo...
─Yo te quiero mucho Jojul pero creo que debería darte una tunda en este momento y sacarte de la cabeza esas fantasias...
El norte era la frontera que el imperio había relegado en su avance al oeste. Ciertamente porque no le interesaba luchar ese tipo de guerra. Luchar con un hombre era sencillo. Todo era cuestión de destreza y equipamiento, formar filas y juntar escudos, pero un bóreo era otra cosa, eran luchar con bestias que calzaban armaduras y espadas, en el mejor de los casos. Se creían descendiente de los lobos. Algunos de ellos vivían como animales y gustaban de alimentarse de sus enemigos, aún en el campo de batalla. Poseían una fuerza que no correspondía a su tamaño y si te herían con sus garras o dientes tendrías fiebres de las que muchos no sobrevivían. Podías herirlos repetidamente pero costaba mucho matarlos. Su única debilidad era su escaso número pero hacía mucho que no salían de sus fronteras. Por eso una cabeza de bóreo era un trofeo que pocos alcanzaban. Las aldeas de la montaña solían tener algunas. En otros tiempos cuando las manadas invadían los demás territorios las guerras del lobo eran los episodios que las tribus contaban por generaciones, mucho antes de que los esteños vinieran desde el sur. Y las cabezas del lobo hombre adornaban las tiendas de los jefes de las tribus. Pero esos tiempos habían pasado y los bóreos ya no se lanzaban a la caza de otros. El invasor del este los había contenido luego de algunas batallas. Sin embargo la amenaza seguía latente.
─Jojul, yo te vi crecer, sábes todo lo que te amo. debes oírme cuando te digo algo, tu famosa hombría llegará sola, no debes ir a buscarla a ninguna parte...si crees que debes demostrar algo cuando nadie te lo está exigiendo sólo cometerás errores.
─Tú nunca entenderás lo que es vivir a tu sombra prima, la gran domadora, la líder que nunca teme...
─Pues explicame por qué estoy temblando ahora...imaginando todos los destinos que te aguardan en esas tierras...─le contestó Haru, con una lágrima surcando su mejilla...─no me quites algo más Jojul, te lo ruego...
muchacho se quedó estático por un momento, nadie había visto llorar a la gran líder jamás. Aunque su hermano reinara ella era la inspiración de su pueblo.
─Prima no llores, jamás quise afligirte, sólo vine a despedirme...
─Nunca vuelvas por aquí si hoy te despides, le darás la espalda a los tuyos y ya no importará ninguna cabeza que puedas presentar, ni siquiera la del lobo Blanco...yo...la reina de los tigres te encomiendo la tarea de regresar a los Bechas y decirle que deben prepararse para la invasion imperial. Si ellos nos rebasan tendrás suficiente gloria que reclamar...
─Pero...
─¿Quieres ser un hombre? ─le dijo tomándole de las solapas ─¿de verdad quieres ser uno? pues ve a los nuestros y diles mi mensaje...la sangre no es agua Jojul, es lazo. Es todo para los tuyos, sin piedad para el extraño.
Ella lo soltó y le dio la espalda desapareciendo en el bosque. El muchacho se quedó allí parado, impotente, luego agachó la cabeza y regresó por el sendero cabizbajo. Vallekano que observaba a la distancia vigiló su partida, estaba volviendo.
─Tranquila...está regresando.
Haru se desplomó en un tronco seco y miró las copas de los árboles...
─Si supieran como son las cosas de este lado Vallekano. Si entendieran por un momento que la guerra no tiene nada de glorioso...que las canciones se cantan casi siempre a los que han caído...sería tan feliz ahora mismo acariciando a mis gatitos y buscando algo de caza...
Se oyó el ruido inconfundible de la flecha deslizarse por el arco, rozando suavemente mientras las plumas se agitan como un ave de muerte y luego el silbido de su viaje. Vallekano aguzó la vista y vio al animal caer.
─Le di. ─dijo con suficiencia, pero Haru seguía mirando las copas de los árboles.
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